Ante el inminente lanzamiento del libro 100 rimas de rap chileno (del que te contamos el año pasado, cuando se anunció su trabajo), conversamos de todo un poco con su autor Freddy Olguín, periodista y director del netlabel y blog Dilema Industria. Desde la inquietud que lo llevó a echar andar este proyecto, el uso del lenguaje y los diversos mensajes que navegan en el libro, hasta el desprejuicio que ha marcado su forma de relacionarse con la música, platicamos en profundidad en un concurrido café del Barrio República.
—Freddy, cuéntanos cómo nace este proyecto.
Nace de la inquietud como fan del rap, primero como músico con mi banda FDA y después con mi música como solista bajo el alias de Gen. En el camino estudié periodismo y eso también contribuyó a querer escribir de algo. Siempre estoy escribiendo cosas, por trabajo o por investigaciones que hago, entonces este era un texto que tenía pensado desde hace mucho tiempo. Creo que en la mezcla de ser rapero en un principio y después ser periodista surgió el poder escribir un texto que mezclara esas dos vertientes. Lo principal es por ser fanático del rap, eso es lo primordial, me gusta el rap chileno, yo mismo lo he hecho, entonces como que ahí surge todo.
—Enfocándome en el material que aborda el libro -las rimas- he notado una evolución en el uso de las palabras, un cierto lenguaje que ha llevado a crear diversos mensajes de parte de los MC’s. Se me viene a la mente una cita de Ítalo Calvino que dice “Al otro lado de las palabras, hay algo que intenta salir del silencio y significar algo mediante el lenguaje, como si asestara golpes al muro de una prisión”.
El rap siempre se entiende como música de mensaje. Es muy amplio, y entre todos los estilos o géneros, el que más se conoce es aquel que tiene cierto mensaje, cierta poesía, cierta contingencia. El hip-hop, entendiéndolo como la música, la mezcla del rap y de todas las otras ramas, como género musical es muy amplio también. Si pones a Outkast que es de Atlanta con un Nas que es de Nueva York, por ejemplo, van a sonar distintos por una cuestión geográfica y cultural propia de los estados a los cuales pertenecen, pero los tópicos son parecidos y eso se ha mantenido hasta ahora.
El tema es que los tiempos han cambiado, por ejemplo el trap trajo otro discurso, pero no más distinto al del gangsta rap de los 90’. Referente a los diversos mensajes que mencionas, en el libro intenté abarcar mucho, porque hay de todo y depende mucho del autor. Lo que caracteriza al rap chileno y también en el mundo es que es música contestataria, música de protesta, de corte social. Pero también hay humor, hay hueveo, hay egotrip, apología de la violencia o cualquier otra temática. No es solo un sonido en particular. Por lo mismo intenté ser bien democrático en eso, porque en Chile no todos escriben rap de manera poética o con metáforas, sino que hay algunos más explícitos, otros más machistas, otros de mensaje directo o agresivo, algunos sensibles y honestos. Eso se intentó plasmar en el libro de una manera súper natural. Tampoco es que yo haya hecho un análisis exhaustivo y, por lo mismo, coloqué una aclaración al principio de las rimas seleccionadas. No quise ser ni completista, ni tampoco ser muy riguroso en algunas cosas, sino más bien espontáneo. Así se fue armando el libro.
—En un texto de Julio Ramón Ribeyro se lee “no creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras”. Rescato esas rimas que se alimentan del diario devenir, de algo cotidiano. Por ejemplo, lo muy bien que lo hizo Anita Tijoux en el disco Aerolíneas Makiza, en la canción ‘Un día cualquiera’. Parece simple el plasmar algo cotidiano, pero no lo es.
Las cosas que parecen más simples son las más difíciles. En un lugar común, es así. Porque escribir de manera testimonial, encuentro yo que es más fácil porque estás escribiendo de ti, pero cuando quieres contar una historia o escribir de lo cotidiano, tienes que apelar a las imágenes, saber evocar momentos. Y eso es difícil, no es llegar y hacerlo bien a la primera.
—¿Y cómo se maneja el pudor de escribir algo testimonial, que sea verosímil, que realmente el que lo escuche o que lo lea, diga “le creo, es cierto, me interpreta”? Me refiero a la timidez que puede existir al escribir de uno y que el otro lo escuche y lo asimile. Al final el oyente te termina conociendo un poco.
Depende del autor. Personalmente a mí y mis amigos de FDA, siempre nos dijeron de varias formas, que éramos súper testimoniales, súper personales, de hecho ahí empezamos a hablar de “rap del otro”, pues teníamos una mirada diferente. Finalmente era porque nosotros teníamos una mirada particular de lo que queríamos decir. Es el mismo espíritu que yo uso en el libro, que tú puedes decir una cosa y si alguien lo ve de otra forma, lo dice distinto.
Creo que los raperos han perdido ese pudor con el tiempo, no todos, hay discos de rap más modernos y maduros que otros, en Chile y en el mundo. No es lo mismo un disco de Nas que uno de Lil Jon o cualquier otro artista, básicamente porque son públicos distintos y ellos personalmente también son distintos. Unos quieren ser más conscientes que otros, pero ese desprejuicio, si quieres llamarlo así se ha dado con los años, no viene impreso en el rap.
—Al escuchar tus proyectos musicales, como FDA, Gen o como creador y cabeza del netlabel Dilema Industria, se nota que tienes una visión bastante desprejuiciada de la música y del rap.
Es así. El haber sido editor de Super 45 me permitió conocer un nuevo mundo sonoro. Pude conocer otras músicas sumado a que desde chico he tenido amigos que han tenido otras intenciones, son fanáticos de otros géneros musicales muy distintos al rap. Es bueno que la gente entienda y acepte que hay muchas miradas para abordar la música, entre ellas, el poder encontrarle valor y el aprender a ser desprejuiciado.
Creo mucho en la importancia de encontrarle valor a otros artistas, sean del indie o de géneros como el trap o el reggaetón. En el fondo eso es lo que recojo en el libro y también es parte de las inquietudes iniciales. Es algo que yo siempre he buscado, algunos dirán que soy progre u otros que me gusta quedar bien con todos, pero siempre busco el encontrarle valor a las cosas, incluido el rap, que es un círculo muy cerrado donde generalmente se le encuentra valor solo a los que están contigo, a tu crew, tu patota. Yo lo viví porque de chico estuve ahí metido y siempre busqué el valor en los otros ya sea porque tenían miradas distintas o porque venían de otros lados, de otras ciudades, de otros barrios. Ahí yo decía “lo que esta diciendo él, quizás es parecido a lo que estoy diciendo yo, solo que lo dice en otro lugar y en otro contexto”.
Lo otro que ha aportado a tener una visión más desprejuiciada, es el tener amigos jóvenes, millennials. También he hecho clases y ahí me he dado cuenta que ellos tienen otros ritmos, otras formas de comunicarse, dialogan de manera distinta con la cultura, entonces tú no puedes venir con un cuento añejo para enseñar o retratar algo cultural, tiene que ser algo multimedial, muy de imágenes. Uno que es análogo, no puede venir a venderle ningún cuento a alguien que nació con la multimedia, con lo digital. En el caso mío, que me estoy acercando a los 40 años, me gusta mucho interactuar con gente joven, los aprecio mucho porque tienen otra energía, piensan diferente. Puede ser que algunos no tengan ninguna profundidad en nada, pero tienen un espíritu que no teníamos nosotros porque estábamos muy apretados, muy encapsulados.
Da la impresión ahora que todo es posible y que son mucho más desprejuiciados, es por eso también que creo que el rap hoy en día está saliendo así. En el caso del trap, siento que aún le falta tiempo para su desarrollo, como que le falta envejecer. En cambio el rap chileno ha envejecido bien, tiene treinta años, hay muchos autores, muchos discos, muchas cosas que yo descubrí haciendo el libro. Lo que hago con 100 rimas de rap chileno es un pequeño aporte, un libro breve pero contundente. Ahora, con lo rápido que va la tecnología, este libro ya quedó obsoleto este año. El 2019 ya otros tendrán que hacer otros proyectos, quizás un video, un documental, algún aporte. Todo va muy rápido ahora.
—¿Qué otras cosas descubriste haciendo el libro?
Muchas historias desconocidas y relatos de regiones. Muchas micro escenas que se dieron en Valdivia, Chillán, Temuco, Valparaíso o San Antonio, de las cuales no quedaron registros de grabación ni nada, pero eso fue como el sustento para que después surgiera de vuelta y de forma más potente. Acá en Santiago estaba todo más armado, había más sellos y así la gente se iba quedando con los grandes referentes. Pero todos esos que no están en la historia oficial son también parte de un todo, del movimiento. Hay una historia oficial y hay otros que están en el anonimato por decisión propia, esos que defendieron el underground a ultranza. Al final, quedan los que hicieron discos y los hicieron rotar y otros que estaban en el momento correcto. Por ejemplo yo cuando estaba más activo, vi muchos proyectos que no llegaron a ningún lado pese a que tenían un montón de talento. Les pasó como a todas las bandas, que puede que se acaben, que se disuelvan.
Al final los que permanecen son los que hicieron discos, potenciaron una larga carrera con esfuerzo y de paso se hicieron populares. Ellos quedaron como referente. Tampoco quise escribir el libro de referencia del rap a lo largo de Chile, uno de 300 páginas a lo Simon Reynolds, no me da, no creo que esa sea mi labor. Pero espero ese libro, espero leer eso algún día. Lo bueno de escribir sobre música y hacer 100 rimas de rap chileno es poder conectar con esas personas que quizás al leer un par de rimas, les baje el deseo de investigar, de buscar a la banda o al autor que allí sale mencionado. Lo bueno es que todas las rimas que están ahí las pueden localizar en YouTube, esa es la gracia.
—Cuéntanos un poco más sobre la estructura del libro.
Al principio hay una especie de resumen, si se quiere, como un recorrido del rap chileno que se llama “Desde la basura: rap chileno en 3 pasos”, de aproximadamente 30 páginas. Me gusta harto leer, me gusta la literatura y los libros que más me gustan son los de formato no convencional. 100 rimas de rap chileno funciona así, porque tiene al principio este resumen que te comenté y después cierra con las rimas escogidas. Cuando lo colocaron en musicapopular.cl lo encasillaron como antología, pero yo sigo pensando que es un libro de género híbrido, siempre lo pensé como un mixtape. Siempre quise hacer un mixtape, el agarrar muchas citas de música, situarlas, bajarlas y presentarlas bajo un texto introductorio.
Por otro lado, fue muy importante incorporar a mi amigo DJ de Mentira, Ariel Altamirano, quien hizo el diseño editorial. Ariel es un capo y me ayudó a lograr de alguna manera eso del libro objeto, que si no quieres darte la lata de leer las primeras páginas, lo puedas abrir en cualquier parte y disfrutar de su contenido. Eso también fue uno de los propósitos del libro, que en el fondo la gente lo hojee, lo lea, lo subraye y yo creo que eso se logró también, que tuviese contenido, densidad, pero también un libro que lo puedas hojear cuantas veces quieras, que lo puedas regalar. Pienso esto como en la primera publicación, yo siempre pensé en una edición de colección, por eso la mayoría se han regalado.
Las copias son limitadas, pero tengo el sueño de que una editorial o alguien se interese y hagamos una nueva edición que incorpore más diseño, fotos, más arte, mejor papel, una tirada más completa. También hubo harto apoyo, con este proyecto me gané un Fondart y con parte de eso se financió. El inminente lanzamiento es el cierre del proceso. Todo lo otro ya pasó, el proceso de creación, la escritura, la corrección. Ahora queda lanzarlo y seguir para adelante no más.