Este viernes 12 de agosto comienza la nueva edición del Festival Neutral y el encargado de abrir los fuegos de la cita será Pablo Díaz-Reixa con su proyecto El Guincho, en un show en Club Chocolate. La última vez que el músico estuvo en Chile fue en 2012, promocionando su Pop Negro. En esta ocasión, después de cuatro años, Pablo vuelve con Hiperasia -su nuevo trabajo- y con más experiencia en la producción en el cuerpo.
“Creo que habrán varias diferencias respecto al concierto anterior. Por supuesto, en el repertorio, porque si bien es verdad que Pop Negro es una parte importante de lo que tocamos en directo y lo que significa para la gente, ahora también hay miembros nuevos. Ahora somos cuatro y sonamos más como una banda en vivo que antes, que había más música pregrabada. Y bueno, habrán temas de Alegranza, de los mixtapes, de Hiperasia…”, explica.
Este último álbum, publicado el 12 de febrero de este año a través de Everlasting Records, fue dispuesto al público a través de formatos poco usuales: lanzando una película en un cine de Madrid, poleras con un chip incluido en donde está depositado el material y un mundo cibernético de Hiperasia, que se actualiza constantemente. Para el músico, este tipo de decisiones en su música son totalmente coherentes con el trabajo que ha realizado de forma previa.
“Yo empecé como en el 2005 o 2006, en esa era Myspace, entonces mi proyecto siempre fue bastante pirata. También, trabajando con sellos vi que era un proyecto extraño de promocionar, porque tenía mucha presencia en internet y no tanto en venta de discos, entonces, cada vez que hacíamos un movimiento diferente, que se salía de lo habitual, la gente respondía muy bien. Pensé que con Hiperasia era el momento de dar un paso más allá y hacer un formato que fuera excitante también para mí, sin tener que sacar las cosas en cedé o vinilo porque sí, sino hacer algo alrededor del proyecto que fuera igual de atractivo que la música. De ahí vino la idea de hacer la película “Aventura Lírica Animada”, dirigida por Manson, lo del proyecto de la ropa y las pulseras wellness. Fue la oportunidad de intentar pillar a gente que creativamente en España es punta y unirnos para este proyecto”, declara.
-Bueno, es bastante interesante que se presente también como un proyecto no terminado.
“Claro, esto tiene una base web. Para mí es una vuelta a mis orígenes, digamos. Y en la web de Hiperasia vas encontrando música nueva permanentemente, vídeos, imágenes y proyectos paralelos que no son de El Guincho sino de artistas nuevos. Todo a partir de la ropa, que tiene un chip y puedes acceder con tu móvil a todo ese mundo virtual, en pleno desarrollo. Se parece más a la forma que yo tengo de vivir la música y me parece una experiencia más honesta para el fan, porque se encuentra con algo con lo que el artista está emocionado de mostrar. Más que un cedé por obligación o actividades promocionales por obligación. Esto es algo a lo que le pongo la misma pasión que a la música”.
Este mundo virtual en constante expansión, eso sí, tendrá un límite. “Cuando se cumplan los dos años desde que salió y a partir de ahí haremos una especie de performance, en la que explotará ese mundo. Haremos explotar el servidor y liberaremos todo el material en la web”, concluye.
Esta última creación de El Guincho es un álbum bastante más críptico que su trabajo anterior, Pop Negro. Hay trap, hip hop, mucho de electrónica y voz tratada. Cuando llegas a ‘Mis Hits’, se escucha algo conocido. Es un sampler de un testimonio de “Estrellas en la Esquina”, reportaje de 1986, dirigido por Rodrigo Moreno para Teleanálisis.
-De repente estaba escuchando el disco y escuché un sampleo con acento chileno, lo repetí varias veces, lo busqué y caché que eran los Panteras Negras. Y grité ¡qué es esto! Dime ¿qué es esto?
“Sí, ja, ja, ja. Un colega mío, skater chileno me habló de los Panteras Negras y la historia del breakdance. Y me dijo ‘tenís que ver este documental sobre la primera escena breakdance en Chile’”, explica con un acento chileno que me encantaría poder reproducir en esta entrevista. Explotamos de risa. Y continúa, “me encantó la energía que tenía no sólo el chico que samplié de los Panteras, sino otros que también aparecían comentando sobre su estilo de vida, sus sueños, su formas de vivir su arte y de alguna manera, eso estaba relacionado con las ideas que yo tenía para el disco. Me pareció muy guay empezar una canción así”, explica.
Este archivo importante para la música chilena tocó una fibra en Pablo, demostrando que hay lenguajes universales. “Me recordó a mí de pequeño, cuando iba por la playa a surfear o empezaba a tocar con mis amigos en bandas. Esa pasión por la actividad en sí, la seguridad que tienes a los 16 o 17 años, ensa confirmación casi tribal. Creo que eso es algo que yo todavía conservo. Esa ilusión de niño pequeño. Me pareció un buen lead y también un guiño a toda la gente de Latinoamérica que me sigue, que entiendan que compartimos muchos códigos”.
-En tu disco hay diferentes personajes. Cada canción es narrada por uno diferente. Eso sí todos tienen en común que no lo pasan bien. En general, son seres bastante apaleados, por diferentes motivos. ¿Por qué todos lo pasan tan mal?
“Me parecía muy interesante unir dos recursos que, yo por lo menos, no encuentro mucho en la música. Por una parte, un tratamiento de la voz que está presente en el reggaetón, el dancehall y en la música nigeriana, por ejemplo. En la música de celebración, de salir por la noche o de festejar. Y unir esta producción en la voz a un personaje que no acostumbra a aparecer en ese tipo de música, que es el apaleado, el yo peor. Ese que saca ideas moralmente reprobables, con los peores pensamientos. Eso que somos cuando estamos de fiesta muy drogados, borrachos o tristes. En situaciones extremas de tu vida siempre sale esa parte de la personalidad y me parecía un buen chiste utilizar esa peor parte con sonidos que hasta ahora relacionarías con otro tipo de temáticas”.
-Sí, bueno, eso llama inmediatamente la atención, porque los sonidos que hay en el disco tradicionalmente siempre van acompañados de letras relacionadas con el éxito y acá pasa todo lo contrario. Los personajes son súper perdedores.
“Ahí está el chiste, me gusta que lo veas así, porque esa era la idea detrás de todo”.
-Acá en Chile sucede que, por ejemplo, el hip hop es un género enorme, pero no está presente en medios tradicionales, ni especializados en música. Se mueven por sus propias vías, con públicos muy fieles, como si fuera un mundo paralelo. Pocos artistas pasan esa barrera. ¿En España también sucede eso o este género convive más con el resto?
“Digamos que son estilos que abrazan a su público y se relacionan con las cosas que están viviendo los pibes. Eso que dices también pasó con la música de club, por ejemplo. Mucho tiempo orbitó en un público muy concreto que no necesitaba los canales tradicionales para sobrevivir. Es diferente hoy en día, es el estilo más popular por excelencia, el número uno. Entonces, por ahí quizás no ves tantos artistas pop utilizando estos recursos porque hay ciertos prejuicios, pero en España, aunque no estén en la radio, los está escuchando todo el mundo”.
-Bueno, en tu trabajo se nota que no hay prejuicios.
“Claro, mi relación es de fascinación total. Primero, porque entiendo de dónde viene, desde pequeño, vamos, que sé de dónde viene esa música, las situaciones que ha vivido la gente que hace esa música las he tenido cerca y luego, lo que más me fascina es su sonido. Está a años luz de otras, que se han quedado estancadas, no compositivamente, sino a nivel de producción. Lo veo ahora en el verano europeo, que tocan muchos festivales en verano. Hay muchos grupos de guitarra, pero luego ves a los chicos que se suben con un par de beatmakers y MC’s y ves una diferencia de sonido y aprovechamiento de los recursos brutal. En quienes hacen hip hop o electrónica, creo que hay una comprensión mayor que en otras áreas y es una lástima que eso ocurra, pero es una evidencia”.
-Y bajo esa lógica, entonces, ¿por qué crees que existe estancamiento en el rock a nivel de producción y no en estas otras maneras de hacer música?
“Porque la esencia de ese estilo no está en la búsqueda. La esencia de la música electrónica siempre fue la búsqueda. En la esencia del hip hop siempre estuvo la competición: “voy a sonar más lejos que tú, voy a sonar más grave que tú, voy a sonar más grande que tú”. Mientras, el rock apela a otro tipo de sensaciones, con la distorsión, con las temáticas… el rock va siendo cada vez más cercano al pop para acceder a públicos mayores. Y la esencia del indie rock de guitarras, por ejemplo, no está en ir muy lejos. Está en hacer canciones redondas, estructuras que entren bien, encontrar una firma por otro lado… mientras que en los estilos de los que estábamos hablando sí hay una sensación de competición y de querer sonar más nuevo que el de al lado. El rock tiene otros valores muy bonitos e importantes, pero no está la esencia de la búsqueda como sí está en la música de club”.
Además de su propio trabajo en El Guincho, Pablo ha trabajado como productor al servicio de otros artistas, como Los Punsetes, Extraperlo y Björk.
-Trabajaste en Biophilia con Björk. Si me pongo a pensar en eso, imagino a muchos productores y músicos trabajando juntos en un laboratorio de ideas gigante, con máquinas extrañas ¿fantasía o realidad?
“Ja, ja. Es bastante así. Mucha gente de diferentes partes del mundo y máquinas extrañas que ella inventa para sus discos, así que sí, es como te lo imaginas. Ella es una persona muy exigente, pero que te deja mucha libertad creativa, entonces, es muy interesante. Aprendí muchísimo, no solo de ella, aunque sí, pero también de toda la gente que participó. Fue una experiencia tremenda. Siempre te quedas con la idea de que podrías haber hecho más, pero al mismo tiempo ella es la productora del disco. Ella es la que tiene la idea de la producción muy clara en la cabeza y sabe encontrar -y tiene los recursos para encontrar- a la gente alrededor del mundo que pueda darle eso que ella busca. Es impresionante”.
-¿Te llamo Björk y dijo ‘quiero trabajar contigo’?
“Ja, ja, ja, sí, fue bastante así. Yo estaba de gira por Australia, estábamos haciendo unas ocho fechas por ahí y me llegó un mail de Björk preguntándome si quería trabajar con ella en un par de canciones que quería hacer. Fue poco a poco, como cualquier relación de amistad o de pareja, te vas conociendo, vas descubriendo las partes buenas y las partes malas del otro y qué puede aprovechar uno del otro para el proyecto. Al final, después de estar enviando beats ya me fui a Nueva York a trabajar con ella y con el ingeniero, Brian”.
“Era un proyecto muy abierto. Tú podías acceder a los sonidos de todos los productores que trabajaban en su música pero con la condición de que tú también cedieras tus beats a los demás. Era como un writing camp, donde se iba escribiendo la canción entre todos, pero en realidad, la estaba escribiendo Björk en su mente, porque ella daba las direcciones. Todos los que estábamos ahí aportábamos sonidos y los que hice yo terminaron en el beat de otro productor para otro tema, era muy normal que pasara eso”.
-¿Te gustó trabajar así?
“Sí, totalmente. Toda la vida he trabajado así. A mí me estresa, por ejemplo, cuando voy a trabajar con un artista y está su manager, su asistente, su perro y su primo dentro del estudio. Estás con veinte personas. A mí me gusta estar solo o con otra persona, me gusta esa libertad creativa y no soy nada celoso con mis sonidos. Si alguien va a mi estudio, lo dejo ver. Para mí eso no es un problema”.
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