Es por amor, también por venganza. Benjamín Cárdenas promete cobrar venganza. No sabemos muy bien de qué se quiere vengar pero sin duda queremos acompañarlo al enfrentamiento. Su nuevo disco, Sapito de Oro Puro, es una oda al sonido new wave, las variadas formas de amor, y el desprecio lúdico.
Hace poco más de un año debutó con el corto Carrete en el Infierno, un trabajo gestado en menos de un mes, “mucho más espontáneo”. Sus aventuras musicales partieron de la mano de la escena del sello Gemelo Parásito, casa encargada de alojar ambos lanzamientos. Un año puede sonar una cifra pequeña pero hay ciertas edades, esos intensos veinte y algo, que hacen que cada día cuente: en aprendizajes, en ironías.
“Este disco, a diferencia de Carrete en el Infierno, fue un poquito más estresante porque sentía la expectación de mi pequeña gran fanaticada y el propio deseo de superarme”, cuenta el actual estudiante de artes, ex estudiante de composición musical. “A menudo estoy hiperconsciente del asunto estético de mis canciones y a veces es muy atrapante porque se mezclan muchas cosas abstractas con otras muy concretas”.
Se nota el cuidado de las capas, de las decisiones sonoras que se toman en la casi media hora que conforman la joya bailable y atrapada que es Sapito de Oro Puro. El atrape del proceso y la ansiedad que deja ese camino, queda perfectamente retratada en todos los pasajes que va hilando en la entrega.
¿Cómo aprovecha los males modernos un joven que se dispone a hacer una segunda pasada discográfica? Donato Soto, nombre inspirado en los cantantes italianos del pasado pero chilenizado a “un viejujo buena onda dicharachero”, tuvo metas: hacer un álbum más largo, sonar más “punchi punchi” y ser más desvergonzado que en el pasado.
“Mucha gente no entendió Carrete en el Infierno y decían que les daba cringe, o qué sé yo, entonces quise ir más lejos con esas cosas que les parecían desagradables. Disfruto mucho dando vueltas estas cosas que pueden parecer ridículas y llevarlas hasta el final”. Antes de termina esta respuesta, Benjamín hace guiños a ‘El Rock Es Mi Vida’, sin duda el punto álgido de el disco, pero ya llegaremos ahí.
Antes de eso, hay otras joyitas nostálgicas y modernas, como ‘Hermanito Mío (Cocolisx)’ o ‘Maldito Weon’. En la primera nos encontramos con una dedicatoria abierta a su, efectivamente, familiar, una canción que “pudo haber sido una ranchera si yo fuera alguien más osado”; mientras que en la segunda la intención fue una balada al estilo de Marco Antonio Solís.
La honestidad de ‘Hermanito Mío (Cocolisx)’ es conmovedora, de un imaginario enorme, y mientras suena esa tonadita indie con la que Benjamín suaviza la radicalización de su ironía, nos encontramos pensando en una mudanza infantil, en rivalidades juveniles y en la potencia de una frase tan real como ya estás muy grande pa’ decirte qué hacer, si andabai puro hueveando y se te perdió el carnet. No te voy a paquear, te voy a acompañar a sacar de nuevo tus documentos.
“Hace un par de años que vivo en Santiago con mi hermano, el Cocoliso, y hemos desarrollado una linda amistad dándole cara a la vida que tanto nos huevea, sobre todo a él. Todo lo que digo es verdad, pobrecito, siempre tiene grandes aventuras y a menudo se le pierde la billetera y ahí tenemos que estar apañándonos”, nos cuenta, agregando como dato no menor que la melodía del saxo “es la misma que la del éxito” ‘Día Siguiente’, de Cocolisa666.
En ‘Maldito Weon’, el penúltimo track del disco, nos encontramos con un tópico recurrente y urgente. Los enemigos, la paranoia, la venganza. Donde pongo el ojo, pongo la bala. Una tradición hecha dicho que queda acompañada de una bajada precisa: dime quién diablos eres, maldito weon.
“Definitivamente agrandé el concepto de jugar a que soy un gran gran solista haciendo los medios hits radiales”, dice. “Lo intenté más tímidamente en el primer epé y ahora tengo muchas menos vergüenza de fantasear que soy Billy Idol, Juan Gabriel, Shakira. Under, humilde, precario todo, pero si me puedo pegar el show hay que aprovechar”.
Si me puedo pegar el show hay que aprovechar. Quién no quiere pegarse el show. El sobrino nieto de Martín Vargas, este joven de 20 años, quiere y puede. Y en esa línea es que le ofrece combos y venganza a quién se le cruce. “Tal vez no quiero cobrar venganza de nadie. Solamente encuentro que es un tópico divertido que se ajusta a imaginarios recurrentes del proyecto. Es chistoso pensar que soy un artista de gran fama internacional rodeado de mucha envidia”.
Se escucha en ‘Maldito Weon’, también en ‘Poesía Telepática’, donde habla en sentido poético de la venganza, “en como unx puede ser tan durx consigo mismx”. No es gratuito, y es bastante comprensible la vereda de querer cobrar, sobre todo en este patio trasero que habitamos, donde vivimos con el peso de sentir que nos deben cosas, donde no queda más que el humor para darle una vuelta a las cosas.
“Siento que con buen humor y echando la talla, es la única forma de sobrellevar las circunstancias patéticas, incómodas y poco glamorosas de la vida. El humor me parece un tópico igual de serio que el amor, la muerte, la soledad. En el arte, para donde voy, me presento como músico, artista contemporáneo y humorista”.
Cuarta canción, ‘Ranita Mágica’. Una voz a lo Google Translate introduce al artista: Donato Soto juró cobrar venganza y su venganza viene a todo cachete. 2020 es acab chuchetumari. Ejerce tu derecho a voto, no seas gil. Ya sabemos que la venganza no es más que otro recurso, uno de los tantos que salen en Sapito de Oro Puro. Más allá de la obviedad de un sampleo a Donna Summer o el new wave milénico que empapa el trabajo, hay una serie de decisiones que hacen de la entrega toda una construcción estética.
“Estoy siempre intentando poner cosas que vayan más allá de lo musical, encuentro muy fome esas bandas que sólo son lo que suenan y listo. Mi idea es que este proyecto se pueda apreciar artísticamente de la forma más amplia posible, que hayan cositas que están pasando detrás que puedan ser interesantes; relacionar conceptos, que no todo sea tan literal. Siento que esos recursos, como los samples o ponerse a recitar, le suma al formato canción, como en ‘Poesía Telepática’, donde está este arpegio de ‘Wicked Game’ de Chris Isaak, también están estos orchestra hits ochenteros casi sarcásticos. Todos esos recursos hacen mucho más entretenido todo y creo que nunca van a ser un exceso”, cuenta.
También hay otras decisiones más tradicionales, como la incorporación del saxo. Javiera Faúndez, más conocida como Jajo, es parte oficial del proyecto y hace lo suyo en el disco. “Me pareció interesante grabar un saxo sabiendo que no sonaría como ‘Careless Whisper’ pero se iba a notar el esfuerzo, la guinda de la torta para el disco”, dice Donato Soto agregando la anécdota: Javiera se unió el mismísimo 18 de octubre a la banda y fue la chica que acompañó a Clairo en Lollapalooza Chile.
Toda una construcción para llegar al túnel pegajoso y denso, pero siempre satírico, que es ‘El Rock Es Mi Vida (Alejandra Pizarnik)’. Sintetizadores difíciles de no bailar y la cima más alta para pegarse el show, o el rock. Tan poquito que ganar pero tanto que perder vomita el coro como un statement conocido, pero adornado por el absurdo de las guitarras, el romance y los géneros musicales zombies.
“Me estaba costando mucho hacerle una letra a esta canción porque trata sobre algo que me es difícil de explicar. Trata, más o menos, sobre hacer canciones de desamor esperando, prácticamente, nada al respecto; y tal vez resolver un par de cosas con unx mismx al hacerlo. Me interesaba mucho cómo esas poquitas palabras de Alejandra Pizarnik, tan simples, formaban un poema sin título, incluso. Me parecían metapoéticas en definición de poema y aún más meta si lo aplicaba a mi canción”.
Y así el ambiguo se transformó en canción sutil. Cada vez que estoy tocando, mi amorcito, me pego el rock. Siento que cada nota es, realmente, un te quiero, mientras una deformación de Pizarnik pena como oración. La angustia de tener todo que perder y aún esforzarse en lo poco que se puede ganar, dejando como resultado una canción bien bacán donde quiera que tú estés.
Sapito de Oro Puro, un oscuro disfrute con chistes comprensibles y preocupantes atrapes, como todas las vidas. “Diría que el eje central del disco era intentar algo sonoramente muy pop, comercial, de estéticas evidentes y accesibles. Es chistoso e interesante para mí hacer algo así, sabiendo que no va a salir del under y su nicho. Musical y sonoramente hay pretensiones tremendas que se estrellan de inmediato con los recursos de producción que tiene, o los tópicos de las canciones”, relata no sin antes dejarnos con la descripción más acertada sobre el álbum: “Sapito de Oro Puro es como alguien borrachx agarrándose a combos, muy elegantemente, contra un auto estacionado”.
Estamos de acuerdo; fuimos la persona borracha y el auto durante la escucha. Un paseíto necesario por la mente de un veinteañero que encuentra en los detalles y las bromas, una forma de sobrellevar el arte y la vida.