Por Javiera Tapia – Fotos de Nancy Fuentes
Le dan lo mismo las entrevistas, Beto Cuevas no es santo de su devoción y quiere tener una bandita. A lo Casi Famosos. Esto contó Chinoy y más, en una tocata en Viña del Mar.
Es un día de sol en Viña del Mar y Mauricio Castillo, Chinoy, se prepara para tocar un par de canciones en el patio de una universidad. Entra a una sala habilitada como camarín, prueba la guitarra y me ofrece un vaso de bebida. Vamos a hablar afuera, con el Sausalito a nuestras espaldas.
Para él, no es gran cosa que se hable de su música en todos lados, que lo entrevisten de una y otra parte, y tampoco ser escuchado casi 300 mil veces en su myspace. “El cambio para mi no ha sido ninguno. La cuestión es que una persona es mas conocida que otra, pero adentro, en el cuerpo, no sucede nada especial. Las cosas especiales son las que trae uno para que las cosas sucedan y no al revés”, responde, algo tímido y mirando siempre hacia otro lado.
Recuerda que a los 15 años agarra la guitarra, le piden una canción y se da cuenta que tiene un don. “La música para mi siempre fue una herramienta para decir algo. Sentí que tenía un don para cantar bien, y de tener otra clase de imaginación”.
Esa imaginación se traduce también en sus respuestas. Su forma de llevar la vida es como su mecánica para escoger los libros que lee. “Leía lo que me encontraba. Eso que encontraba era en realidad lo que me encontraba a mí. Así voy tomando las cosas”.
A pesar de proyectar una imagen muy tranquila, basta sólo estar unos minutos con él para notar que es un hombre inquieto. Mira para todos lados, y muchas veces no termina la idea. Calla, casi como respondiéndose a si mismo. Esto también se refleja en las formas que tiene para expresarse. “Me gusta dibujar, pintar, escribir. He regalado casi todo lo que he hecho. Yo no tengo casi nada”.
Asegura que su desarrollo como músico, e incluso su difusión han sido trabajo de artista. Tan simple como hacer una canción que venga de un lugar sincero. Aunque cree que todas las creaciones de los músicos vienen de algún lado, calla un momento y responde que “son unos pocos los que revuelven la guata, que limpian algo dentro tuyo”. Y dentro de la escena chilena, este hombre tiene claro qué es lo que le hace el lavado de estómago y que no. “Fernando Ubiergo tiene una sensibilidad feroz. No me podría identificar, por ejemplo, con Beto Cuevas. No se si él sea tan sensible como Fernando Ubiergo”. Da la sensación de que pensó “dije algo que sonó mal” y mira para otro lado. “Yo creo que todo tiene que ver con las intenciones de uno”, continúa.
“Cuando uno toca el techo del estrellato, se pierde el paso del interior, porque uno se reinventa en lo sencillo. No sé como uno puede escribir una canción desde el estrellato”. Después me mira, y me dice que se confundió. Ríe, de nuevo, y toma de su vaso de bebida.
Entremedio de los gritos de los universitarios jugando a la pelota, el mira un rato alrededor y me cuenta que ya no tiene mucho mérito sacar un disco. ”Ya está todo en todas partes”. O en todas las esquinas, que es el título que llevan las compilaciones de sus canciones por los foros y blogs de Internet.
Este hombre toca la guitarra y entra en un trance. Chinoy pega con su pie en el suelo como si pateara algo que odia, y rasguea la guitarra como si cambiar el mundo dependiera de ello. Y eso causa una sensación contradictoria. Angustia, pero por otro lado, uno ve a una persona feliz de lo que hace. Aunque le gustaría variar. “Me gustaría tener una banda y viajar con ella, quiero compañía. Quisiera volver a lo más agresivo”. Pone cara de cabro chico malo. Pone cara de cabro chico malo. Lo buscan para preguntarle cosas de la amplificación. “¿Lo dejamos hasta aquí?”, pregunta bien bajito. Asiento y vamos al “camarín”, a terminar la bebida.
Vídeo: Chinoy – Para el Final (Banda Sonora "La Buena Vida")