Carolina Nissen es parte de la nueva generación de cantautoras chilenas. Una mujer que llegó desde el bosque valdiviano hasta la selva de cemento y que, en esta oportunidad, conversó con nosotros acerca de los cambios y decisiones que debió tomar para dedicarse a lo suyo: hacer música.
Es de conocimiento universal que la música es una vía de escape, una forma de expresión y un lenguaje distinto con el que es posible retratar sensaciones. Esto es justamente lo que comenzó a hacer Carolina Nissen desde el año 2008, casi a modo de terapia. Nacida y criada en Valdivia, esta cantautora estudió piano en el Conservatorio de la Universidad Austral y luego Pedagogía en Música. En abril del año pasado publicó su disco de forma independiente y durante este invierno, siendo una de las ganadoras de la sexta generación de Sello Azul, reeditó esas canciones simples, cargadas de vivencias y con una ineludible calidez, probablemente, heredada del encanto del sur de Chile.
Llama la atención la cantidad de mujeres que se integraron al catálogo de artistas de la discográfica nacional este año, cada una de ellas, con diferentes ritmos, discursos y visiones de mundo. “Creo que mi música es súper autobiográfica. Son los rollos que he tenido desde chica hasta adulta, de cómo voy superando cosas, y vivencias que para bien o para mal a una la marcan. Si hablamos de la creación, en general, el amor o la muerte son temas que siempre se repiten en todas nosotras. El punto es cómo uno cuenta esas historias, porque la vida es de esos grandes temas. La música siempre ha sido una forma de desahogarme, y al escribir no rebusco mucho, porque no me gusta y porque sería poco honesto de mi parte adornar mis sentimientos”, declara la cantante.
El primer single de su debut se titula ‘Miedo’ y habla del temor a todo. A tomar decisiones y cumplir los sueños, algo que se asemeja bastante al proceso que tuvo que vivir Carolina para estar haciendo hoy lo que la hace feliz. Un camino de largos cambios que sintió cada vez más sólido gracias a la respuesta de quienes la escucharon. “El año pasado cuando recién saqué el disco, gente se me acercaba súper inspirada, me escribían cosas acerca de mi canciones y al leerlas, se me cerraba la garganta, porque nunca pensé publicarlas hasta que Claudius -mi marido e ingeniero del disco- me aconsejó que compartiera mi trabajo. Luego de eso, me lancé, y una bola de nieve que nunca me hubiese imaginado comenzó a crecer. Me emocionó mucho saber que había personas a las que les provocaba cosas, y cuando caché eso dije, ‘en realidad esto puede resultar’”, manifiesta.
Y fue luego de los resultados a la postulación al concurso de Sello Azul cuando decidió dejar todo atrás. “Yo hacía como 35 horas de clases y no tenía el tiempo ni la tranquilidad mental como para de verdad analizar todo lo que estaba pasando. Cuando me dijeron que había quedado seleccionada lloré asustada como una semana, lo hablé con medio mundo, hasta que finalmente, cambié todo por hacer esto. No podía pasar la vida pensando en qué hubiese pasado si no me la hubiese jugado”.
La autora admite que su camino como cantante y su vida personal están muy cercanos. Esta dinámica es la que quizás hace posible que sus composiciones estén teñidas de transparencia y sus presentaciones en vivo gocen de espontaneidad. “Una vez me preguntaron si no me daba lata contar mis rollos entre canción y canción, y la verdad es que estoy tan cansada de preocuparme de lo que piensa el resto de mí, ya me da lo mismo. Además ya estoy vieja, voy para los cuarenta. Ya estoy grande, y hubo un tiempo en que me quedé pegada en la inseguridad. Ya no, me agotó eso, aunque lucho contra ello día a día”, declara.
A lo largo de su trabajo es posible encontrar testimonios sonoros del miedo al futuro, de relaciones desgastadas, de sobrevivir al diario vivir, del egoísmo, la desilusión y de nostalgias y manías, siempre desde la posición de ser una mujer. Nissen cree que la característica femenina de sus letras está dada por la dulzura. “Ese adjetivo es el que ha ocupado la gente al menos”, afirma.
‘Guindo’ habla de un árbol que había en su casa de Valdivia y que tenía la característica de ser SU lugar en el mundo. Mucho tiempo después de haberla compuesto, este desapareció. “Un día me llega un mensaje privado a Facebook de una niña que conocía mis canciones y que era del sur. Decía que luego de un fuerte temporal, mi guindo había caído encima de panderetas y que ya no estaba. No sabes la pena que me dio. Lo primero que hice fue llamar a mi casa y preguntar si era verdad”, relata.
‘Todo en su lugar’, el track cinco, habla de un tema que está enraizado con una problemática que toca a todas las jóvenes tarde o temprano: cuando niñas quieren crecer y ser completamente distintas a sus madres. Al momento de ser adultas, muchos de sus rasgos distintivos, son heredados de ellas y replicados por completo. Según la filósofa italiana Luisa Muraro, el momento en que una mujer es capaz de reconciliarse con ese orden simbólico entregado por las progenitoras, es cuando una puede ser completamente libre. La canción habla de su hermana, de aquellas manías replicadas, y quizás, la creación artística en base a este tipo de procesos, sea una especie de reconciliación inconsciente. “Tenemos un rollo en la familia porque mi vieja es muy ordenada, y las hijas ahí sufrimos toda nuestra vida el yugo de esa pulcritud. Un día abro el clóset de mi hermana, y tenía en degradé las poleras, parecía tienda. Yo pensaba que yo era ordenada, pero ésta la embarró”, confiesa.
Y si de influencias se trata, la cantante responde inmediatamente que la suya es Violeta Parra. “Yo sé que puede ser súper cliché, pero ‘La Jardinera’… la amo, es una de las canciones más bellas que alguien pudo componer. Me gusta la metáfora que ocupa. Me llega más que ‘Volver a los diecisiete’ u otras canciones”. Pero existe otra mujer que la acompañó durante el proceso de composición de su disco, y que fue muy importante en las decisiones que posteriormente tomó. “En ese tiempo, para mi cumpleaños, me regalaron un libro de Amelié Nothomb y me hice adicta. Yo sentía que cuando ella escribía, le daba lo mismo lo que pensara el resto y no le importaba adornar con palabras rimbombantes. Eso fue lo que me impulsó también a mí. Uno de mis grandes rollos desde siempre para lanzarme a hacer música fue eso, el tema de la letra. Yo creo que la vara está demasiado alta, los grandes escritores chilenos son Neruda, Huidobro, Gabriela Mistral. Quizás suena absurdo, pero eso es lo conocido, y con ella descubrí que se puede hacer literatura así, es bacán y me encanta”, explica.
Que el imaginario artístico en Chile se está plagando de mujeres en un hecho. “Creo que nos estamos apoderando del espacio, creo que lo estamos haciendo excelente”, revela. También manifiesta que existe una nueva generación de músicos y músicas que vienen con un pensamiento distinto gracias a la democratización del oficio y de sus formas productivas. “Yo creo que las compositoras nos estamos ganando el respeto. De hecho, nuestro nuevo tecladista estaba súper embalado con el proyecto y yo creo que también esta camada viene más desprejuiciada. Antes a quiénes teníamos: a la Javiera, la Colombina, la Nicole, la Juanita Parra, la Anita… de cada género había por lo menos una, y creo que siempre hubo harta aprensión. Creo que ahora hay más solidaridad entre los artistas en general, de hecho, con los otros ganadores de Sello Azul de este año tenemos súper buena onda, especialmente con los chicos de Portugal, nos apoyamos harto. Creo que hay reconocimiento y admiración mutua”.