Alex Anwandter publicó hace algunos días Latinoamericana, un disco que hizo entre Chile y Estados Unidos. Una fantasía retrofuturista en la que, explica, la distancia con su país de origen fue indispensable para construir. “Creo que fue fundamental estar lejos de Chile en dos sentidos, primero, porque me dio una perspectiva que… Chile es súper intenso, todos los sabemos, estamos súper híper metidos en nuestros conflictos que son súper importantes, afectan a mucha gente y está bien, lo entiendo, pero desde afuera empecé a ver, por tener familia en Brasil, amigos en Argentina, que básicamente estaba pasando lo mismo. Y hoy, con el tema de las elecciones en Brasil, subió a la superficie ese conflicto que estaba viendo hace un tiempo, solo por estar más lejos”.
“Y la otra forma en la que me afectó es que intensificó un poco todo mi proceso, porque no estaba haciendo mi disco al lado de unas palmeras en el mar, sino que estaba solo en una pieza, encerrado, sin ventanas, entonces, estaba todo el día con mis propios sentimientos en ebullición y lo único que veía cuando salía de esa pieza era a Donald Trump por todos lados. Entonces, fue una experiencia súper rara”.
—Me hace sentido después de escuchar el disco eso que me estás explicando, porque de alguna manera el titulo es Latinoamericana, pero dentro del disco hay otros guiños a lo latino que se escapan un poco de lo obvio ¿quizás? O al menos, elementos que quizás la gente no esperaba. Hasta ciertos lugares que mencionas en las letras.
No fue poner un mapa y poner los dedos al azar, cada uno de esos lugares tiene una conexión personal conmigo. Por ejemplo, Guarujá era el lugar donde vivía mi papá cuando chico, en el campo en Brasil. O tengo familia de Mexicali, entonces, era un ejercicio de ir conectándolo con mi vida, más que una clase de geografía.
— Estar en Estados Unidos con Donald Trump en la presidencia, creo, debe de ser igual de intenso para sus ciudadanos que lo que nos pasa en Chile. Me imagino que igual es luchar constantemente con la ciudad en la que uno vive o con las noticias que uno ve. ¿Ves eso allá? ¿Te cuestionaste si era el momento de trasladarte a vivir a ese país?
Sí, me lo cuestioné, por supuesto, aunque las autoridades políticas no son el único factor en mi vida ja, ja, ja. Yo había decidido hacer ese cambio antes de la elección, no fue como ‘¡uy, salió Donald Trump, vámonos para allá!’ Ja, ja, ja, ja. Fue como un balde de agua fría. Aún así hay una distinción que supongo que es media pertinente que se puede escapar a Chile, que es que California tiene una identidad casi como de país propio. Si bien afectan mucho las leyes federales, obviamente, pero hay otra onda. Que es una onda súper estimulante y cultural, hasta otra absurda, como el Hollywood más absurdo que uno se imagina también existe, también hay gente racista… es interesante. Pero para mí era más importante el cambio que hacia dónde.
—Hay canciones como ‘Odio a todo el mundo’. Vi el tracklist y dije, ‘ok, voy a escucharlo en orden, pero eso me interesa’, jajajaja.
Hay cierto tipo de personalidad que se va derecho a esa canción, hay que decirlo, ja, ja, ja, ja.
—¡Lo siento! Quizás es el fin de año, ja, ja, ja. Habla sobre este personaje bufón, es una canción apropiada para el continente en el contexto actual, digámoslo de esa manera.
No habían cuatro presidentes bufones en el poder cuando escribí la canción, pero un poco, siento, que es parte de mi trabajo estar sintonizado y más que leer el diario, sintonizado emocionalmente a ese tipo de energía media telúrica social y fueron saliendo los presidentes en Argentina, Chile, Estados Unidos, ahora va a salir este hueón en Brasil y ya se vuelve un tema. Ya no es que encuentre ridículo a tal o cual presidente, sino que desde que hice el disco hasta ahora, se empezó a hablar del neofascismo y fueron unos meses, entonces es una cosa bien fuerte. O sea, neofascismo, con todas sus letras, lo encuentro impresionante.
—Hace años me podría haber imaginado que la situación era algo escrito en un cómic, pero ahora es una amenaza real, con gente común y corriente que sale a la calle a protestar a favor de esas ideas.
Sí, sobre todo las historias de Brasil me han impactado mucho. Gente asesinando con machetes a otros por tener poleras de Lula. Bueno, supongo que es muy chocante para nosotros porque no nos había tocado en nuestras vidas también.
—Hay dos canciones en portugués y asumo que eso tiene que ver con tu vínculo familiar. ¿Cuál es tu conexión musical con Brasil?
La conexión es súper potente porque mi papá es brasilero. Nació en Chile pero se fue guagua a Brasil y piensa en portugués y habla raro todavía, dice palabras con los acentos cambiados. Es brasilero. Y la música de allá es la de toda mi vida, en el fondo. Cuando empecé a hablar de este disco, me cayó la teja que yo la música que tuve que descubrir fue la música chilena, mi papá no escuchaba a Violeta Parra porque no era de su mundo, la tuve que descubrir yo solo. Pero Milton Nascimento, Chico Buarque o Tom Jobim, que son los artistas presentes en este disco, son los que hacían las canciones que yo conocía antes de tener uso de razón. Entonces, es una conexión súper, no sé cómo decirlo, como que siempre estuvo ahí para mí.
—¿Qué te llamó a incorporarlo en este momento y por qué crees que no apareció de forma tan directa antes?
Es una súper buena pregunta y yo creo que son dos cosas. Cuando me han preguntado… a mí me gusta hacer entrevistas, porque me aclara cosas sobre mi proceso, ja, ja, ja. Cuando me han preguntado por mi proceso creativo, me doy cuenta que son dos movimientos: uno hacia mí mismo, tratar de ir de una manera muy profunda a algo que solo sea mío y por otro lado, de conectarme con mis contextos. Y en este caso, la música brasilera es eso. Es como descom… chucha, no sé cómo decirlo… es como dejar de dividir esa parte de mi identidad con mi trabajo, porque realmente estaba súper presente. Y por otro lado, lo digo porque son artistas que me inspiraron en mi propio trabajo antes.
La elección de ellos no es gratuita, porque no solo es música que admiro y disfruto un montón, que encuentro riquísima musicalmente, sino que son artistas que abrazaban mucho sus raíces, con música muy propositiva y con mucho riesgo, que además estaban muy conectados con su sociedad y también… y esto fue algo anecdótico, que me llamó mucho la atención, hacían muchos covers de música en castellano. Esto fue antes de las dictaduras. Y es como un hilo que yo sentí que estaba ahí antes de que se hubiera cortado a propósito y se me hacía un gesto interesante o una estrategia necesaria, por ponerlo en otras palabras, de hacer hoy. De volver a conectarnos con ese país, porque hemos pasado por el colonialismo, las dictaduras, por el neofascismo, estamos todo el rato juntos. Y una de las estrategias de estos bufones fascistas es hacernos sentir aislados y que somos minoría. Las minorías sexuales, las mujeres, etc. Y no, somos mayoría nosotros. Y son las minorías autoritarias las que están subiendo al poder. Entonces, en vez de hablar infinitamente al respecto, como podría hacerlo ahora, hice esos covers no más.
—Qué bacán que hablaste de eso, como anécdota, porque tiene mucha relación con una pregunta que te quería hacer y que tiene que ver con eso. Fuera de tu historia personal, el relato que persiste ahora es que Brasil es un continente aparte. Y no se conocen de manera popular esas conexiones que hubo en algún momento.
Es que yo creo que uno tiene esas ideas… o sea, eso es lo cruel y lo importante de la historia. Uno puede ignorar que eso sucedió alguna vez, que es lo que hace la mayoría, o por otra parte, entrar en una creencia media falaciosa, que es “se perdió”. Mágicamente. Y no, no se perdió, se desmanteló a propósito, y por eso, se puede volver a hacer. Estaban todos en la misma parada y se comunicaban entre sí. Milton Nascimento hacía covers horribles, pero covers al fin y al cabo de Violeta Parra, Chico Buarque cantaba en castellano canciones de Pablo Milanés y se comunicaban. Mercedes Sosa estaba en la misma onda. Existía una especie de comunión artística latinoamericana, cosa que para nosotros se nos hace medio absurdo, pero eso es un poco la propuesta del disco.
—Bueno, algo bacán de la música es que te da herramientas para analizar lo que pasa de otra forma. Si escuchas la música de un país o una región y avanzas década a década, te vas a dar cuenta, por ejemplo, de lo que hablamos. Que esos covers ya no existen, que esa comunidad ya no está. Es otro nivel de análisis para mirar la historia, la música es eso, permite analizar movimientos históricos.
Sí, totalmente, no tengo nada que agregar, ja, ja, ja.
—Otra cosa que me pasó escuchando Latinoamericana es que me encontré con un pop bien setentero, de música disco a ratos. Hay una cosa que sigue siendo canciones de ahora que suenan a algo de antes. ¿Fue consciente?
Sí, fue totalmente a propósito, al punto que en mi mente hice un disco que tenía una fecha de creación que me inventé, que era de 1978 a 1979, porque es un año de producción y fidelidad de audio -y esto es muy nerd de mi parte- que me gusta mucho. Casi que la mayoría de la música que escucho tiene que ver con los años de producción más que con la época social o lo que sea. Algo que creo que habla de lo mucho que me gusta la producción. Y el ejercicio fue un poco con rabia también de nosotros no tener el equivalente de esa época en pop, en pop futurista. Como lo tenían los países del primer mundo. Nosotros estábamos prácticamente sin artistas, bueno, no sé si Patricia Maldonado cuenta como artista. Pero no la vamos a contar como tal, para efectos de esta entrevista, porque no es música que estuviera funcionando propositivamente.
Es totalmente retrofuturista. Fue un ejercicio súper raro escuchar las entrevistas del Gepe y de su último disco, que andaba en una onda parecida, inventando música que no existía de otras épocas y yo estaba haciendo lo mismo, con un pop futurista de otra época que no existió, donde se nos negó la posibilidad de hacer ese pop futurista.
—Entonces, en tu mente creaste una idea de una música que en una época que no se pudo crear.
Sí, también tiene que ver con una sensación o noción más histórica, o ideas del desarrollo, de quiénes son los bacanes del mundo… y es que estamos constantemente compitiendo en una situación adversa. Partimos con signos de esclavitud y colonización y nos comparamos a nosotros mismos con Europa y es como ¡chucha!, así no, po. Se robaron todos los recursos naturales y, pegándome un mega salto, ‘oh, qué bacanes los Talking Heads, qué bacán Estados Unidos en esa época’. Y puta, de más que nosotros podríamos haber hecho cosas increíbles si no nos hubiesen mandado Kissinger y Nixon una dictadura de diecisiete años. Y un poco ese es el ejercicio de recuperación, reconexión del disco.
Fui específico en mi fecha autoimpuesta, porque es justo una época que me gusta de otros lugares y yo quería tener mi propia música de esa época de acá.
—De toda esta conversación me llama la atención una frase. Que “les conviene que nos sintamos aislados”. Muchos músicos siempre hablan sobre ese aislamiento, en cuanto a giras, comunicación, etc. Yo creo que el aislamiento es netamente emocional.
Absolutamente. Son los efectos de una dictadura tan larga, también. Pasan 17 años y queda algo instaurado en la idiosincrasia que cuesta mucho remover. Y es de qué sirve lo que sea que yo haga, respecto a lo que sea. Esa fue como la gran novedad que trajo la generación post dictadura, desde la Revolución Pingüina en adelante, que no tenían esa sensación porque no habían nacido en esa época. Ahora, chocaron de frente con todas las instituciones aferradas de esa época también, pero ese ya es otro tema.
—Pienso en la generación que no le teme a Pinochet, porque no tenía a esa figura cerca, se le ve lejano, casi como un villano de cómic, pero ahora llega José Antonio Kast. Sale en la tele hablando como voz autorizada. Y pienso ¿de qué forma estas generaciones que no tuvimos a este dictador encima, actuamos en contra de este neofascismo?
Es muy cuático y complejo. Porque obvio que mis papás a mí me criaron con ese miedo, o sea, cuando yo tenía tres o cuatro años hubo una matanza cerca de mi casa, a una persona del MIR creo que fue. Se escuchaban los balazos al lado y nos hicieron tirarnos al suelo, para que no nos llegaran las balas. Y en ese contexto me criaron a mí mis papás. Obvio que todo lo que me quisieron decir fue ‘quédate piola’. Y ahora, saltando a la generación nueva, también está la manera en la que se transmite la información y esta validación de las opiniones más intolerantes, como una cosa que se usa para tener más clic o subir el rating, como cosas válidas. Creo que dice mucho que el presidente de Estados Unidos sea una ex estrella de reality, es una cosa que tenemos que empezar a acusar. Es muy distópico.
—¿Es cosa de tiempo que el neofascismo gobierne en Chile?
No estamos en el punto de Estados Unidos o Brasil, pero la semilla está. Es un sentimiento que se va destapando también. Salen estas figuras de las que uno piensa ‘¿quién podría prestarles atención a este payaso absurdo sin lógica y ultra violento?’ y ahí está la gente diciendo ‘es que yo ya estoy aburrido de esto otro’, ‘los haitianos me están quitando mi trabajo’. Todas ideas irracionales, completamente rebatidas ya. Pero ese es el punto, es una cosa irracional la que está sucediendo.
—Eso combinado a figuras públicas de izquierda que dicen que la izquierda fracasó por culpa de las luchas de las minorías, me parece peligroso. El discurso del macho de izquierda de hace cien años atrás está en todo su esplendor ahora. Ese que dice que las luchas de identidad no importan, que la política es otra cosa.
O sea… ay (suspira). Por eso creo que este disco es oscuro y emocional, sin mucho una propuesta más que agruparse en un abrazo de resistencia, no tiene más propuesta que eso realmente. Porque a nivel racional hemos fracasado. Creo que el disco responde a una especie de sentido ético mío también de ¿realmente quiero hacer algo ‘entretenido’? Mi prioridad no era el pasémoslo increíble, porque este es otro momento.
—¿Por qué decidiste que el 12 de octubre fuera la fecha de salida de Latinoamericana?
No me esperé desde enero hasta el 12 de octubre para sacarlo, ja, ja, ja, pero cuando me ofrecieron fecha para publicarlo y estaba esta disponible, fue como obvio que sí. Yo creo que a veces hay que subrayar un poco los símbolos o si no se pierden.
—Ahora tiene otro nombre atroz: “Encuentro de dos mundos”.
Yo soy ultra duro con esas cosas, para mí hubo genocidio latinoamericano con todas sus letras, como un saqueo de siglos. Quien sea que le ponga esos nombres está pensando en acuerdos bilaterales de comercio o no sé qué chucha, porque un sentido histórico no tiene. Hay una ignorancia tremenda al respecto y la colonización fue exitosa en la medida que nosotros tenemos como modelo a nuestros colonizadores, queremos ser como ellos, del primer mundo. Altos, flacos, rubios, tener dinero y ser capitalistas y cristianos. Y nada de eso es nuestro, nada tiene que ver con nosotros.
—Puede ser que lo que te diga ahora sea una pregunta de mierda. Si pensaras en todos los elementos que componen el disco, ¿qué es lo que define -para ti- el sentido de lo latinoamericano?
No encuentro que sea una pregunta de mierda, pero honestamente no siento que pueda responder eso. Creo que estoy escribiendo este disco desde un espectro de lo latino. Un poco se trata de eso. El título es una apropiación del concepto gringo de “americana” y como un término paraguas, que incluye muchas cosas. Incluye al chileno medio paliducho con nombre alemán que sin embargo, lo quieran o no, es latino también. Y desde ahí solamente puedo hablar yo y de mis conexiones personales con todo esto. Desde mi profesora de Trujillo que amaba con toda mi alma, a mi papá que es brasilero, y toda la música que conozco, la historia que he aprendido, las luchas que tenemos y todo eso va sumando mi experiencia latinoamericana que, por supuesto, no es todas ni tampoco la más importante.