Fotos y texto por Marco Denzer
El punk corre por mis venas. Mientras muchos bailaban el ritmo del disco a fines de los ’70 y principios de los ’80, yo había sido infectado por la distorsión de las guitarras. Por grupos como Ramones, Talking Heads, Blondie, Agnostic Front, The Cramps, The B-52’s. Nunca fui a CBGB, pero tengo claro que mi afinidad por la música que salió de ahí continúa tan fuerte como hace 30 años atrás.
A mediados de mayo escuché en la radio que un grupo de inversionistas se proponía reabrir el CBGB en otro local de Manhattan, y al mismo tiempo querían revivir la marca organizando un festival en su honor. Una idea excelente, llena de la energía de Hilly Kristal (el fundador de aquel mítico club). Y a fines de junio vi por internet que The Suicide Bitches participaría en ese evento. Una banda chilena, en el famoso epicentro del punk. La celebración, al menos para mí, ahora era aún mejor.
Y llegó julio. Y ahí estaba yo en una tarde calurosa a la salida de The Studio at Webster Hall, listo para celebrar. Pasaron los minutos y a eso de las 20:00 hrs., después del show de los locales The Wicked Tomorrow, The Suicide Bitches subieron al escenario e inmediatamente asumieron control de la situación. El quinteto tocó con ganas y no dejó títere parado con un repertorio sólido y preciso. Se veía que los músicos estaban cómodos en ese ambiente y que venían a dejar su marca.
Arrancaron con ‘Raskolnikov’, para imponer el tono desde un principio, y siguieron con ‘Cold Woman’, ‘Kill the Yumans’, ‘Leave Me Alone’ y ‘Sick’. Fue una presentación de casi una hora, en que demostraron la variedad de su repertorio, y el público (incluyendo un par de ejecutivos de las disqueras) vibraba con gusto al ritmo de su música. Y en ese minuto entendí el impacto que estos muchachos de Santiago estaban cauando en Nueva York, mientras yo mismo saciaba mi incurable adicción al punk gracias a ellos.
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