Los argentinos lanzan un primer disco en conjunto y se preparan para un ambicioso tour, que los tendrá presentando la placa por el mundo, entre las fechas tenemos Blondie el próximo 6 de septiembre. Nos entregamos a un viaje nocturno donde el urbano se alimenta de electrónica, drogas, culos y esparcimiento, parecieran ser lo único que le va quedando al joven milénico sudamericano.
El mundo es una mierda, al menos nos queda la fiesta. En esta parte del planeta, en la punta sur del continente, todo parece ir en picada siempre. Nunca hay plata, cuando hay trabajo está mal remunerado y precariza. Cuando queremos cambiar los sistemas, se enaltecen figuras tan ridículas como peligrosas; avanza el fascismo, la droga y la pobreza. Y aún así vamos pa’l club.
La movida barrial, cumbiera, rapera de Sudamérica ha visto su timón girando hacia el trap, el reguetón y las corrientes sintéticas de fiesta, tal como las sustancias lo hacen. Como un aleteo desesperado por hacerle frente a la muerte, al hambre y la pena, a punta de diversión, puntazos y putas. En este panorama es que Ca7riel y Paco Amoroso estrenan un primer álbum en conjunto, con una amistad de aquellas y uno que otro éxito formato single en la cartera.
Lo primero que supimos del debut discográfico del dúo trasandino pasó en Lollapalooza Argentina, cuando se subieron a tarima para darle play al LP, convirtiendo un concierto en una primera escucha. Criticados, con buena razón si pensamos en el precio del ticket, los argentinos lograron justificar el hito cuando lanzaron las 12 canciones. Pareciera que no había mejor forma de montar este show: entre entradas caras y gente drogada, Baño María muestra su mejor versión.
Siempre hay algo más que no puedo contar con la risa torcida / vivo en un hotel y de gira con Ca7riel / ya parece mentira. Abrir el disco con una manifestación de buena vida en los tiempos que corren es provocador. Podría quedarse en un intento fallido si el relato no se siguiera sosteniendo a lo largo de la entrega. ¿Realmente los argentinos bajan de aviones para encontrarse con el culo que los vuelve locos?, ¿es ficción o realidad que se dan una vida de lujo siendo músicos sudamericanos? Misterios sin respuesta que deja ‘Baby Gangsta‘, una lúdica forma de asumir que se es cretino tierno, con brindis para mamá incluido: querían príncipes pero salieron rufianes.
Tal como vemos en el short film para Baño María, la placa va acompañando la noche. ‘Dumbai’ es un dembow fresco, con varios hooks repartiéndose a diestra y siniestra mientras piden ver rebote de nalga y prometen llanto de placer.
Portarse mal también va con promesa. Guardar silencio. En esta ficticia realidad de traperos viviendo la buena vida, Ca7riel y Paco Amoroso le bajan un poco al urbano para entrar en corredera a la electrónica de club. ‘SHEES’ se pone oscura como la noche de travesuras, confusa como el consumo, logrando uno de los tantos pasajes donde sus voces logran una conversación armoniosa, a pesar de la cantidad recursos que envuelven al track.
Son las 4 AM / nadie puede ver / enviciado contigo es que me sacas del papel / mai no tengo garantía / te aseguro una cosa / que puedo darte de esas noches peligrosas. Viraje latino con un funky en ‘Mi Diosa’, pegajosa en sonido, entretenida y literal en relato, para hacer llevadera la larga noche que cocinan a baño maría.
Una preparación que encuentra extensión en ‘Agua’, colaboración con Tini que fue lanzada varias semanas después del estreno del LP; una especie de pieza final del puzzle –probablemente más por temas de acuerdos que de propuesta artística– donde la fonética de agua y guagua hace bastante gracia para escuchar desde Chile. También encontramos patrones generacionales: en esta parte de la cordillera, en una escena hermana, Harry Nach toma recursos electrónicos y de cultura mainstream para su más reciente Flints, acuñando mismas referencias como los colores de Murakami o el polvo rosa Hello Kitty.
Los dos tracks son antesala perfecta para el primero de los puntos altísimos: ‘La que puede, puede‘. Más allá del efecto de voces y los recursos electrónicos dispuestos para marear como cortos de tequila, es esta canción en la que la virtud y la escuela rap de los músicos sale a relucir. Disparando barras que riman en absurdo, Ca7riel nos demuestra que apilar palabras no es para tanto, pero siendo consciente de lo lamentablemente evidente en Latinoamérica: si se pasa diciendo verdades lo van a limpiar como a Natasha Jaitt, modelo y actriz que denunció a una serie de personajes del espectáculo y el periodismo por abuso de menores, que fue encontrada muerta en un salón de fiestas bajo extrañas circunstancias sin resolver por la justicia.
La sutiliza del decir sin querer, provocando nuevamente pero entendiendo que no se inventa la rueda ni se asusta al poder. De todas formas, contar verdades que pasan como agua en medio de la disco no es tan fácil como parece. La que puede, puede.
¿Y después de las verdades? A comer culos. El mundo es una mierda, lo sabemos. E incluso cuando no tenemos fiesta, tenemos amigos. ¿Habrá complicidad más desprejuiciada que compartir afectos? Ya lo hizo Michael Jackson con Paul McCartney de manera mucho más posesiva en ‘The Girl Is Mine’, también Don Omar y Aventura en un enfrentamiento verbal brutal en ‘Ella y Yo’. La cosa se sudamericaniza con ‘El Único’: un tatuaje en el cuello, el pelo negro y las tetas de silicona los hacen caer en cuenta: ambos andan prendados de la misma mujer, uno de noche y otro de día. Lo que podría terminar en una pelea a puños, desencadena un lamento millennial: no somos tan especiales como solemos pensar.
Una cosa es compartir y otra muy distinta es poliamar. Ca7riel y Paco Amoroso, en el octavo track, ya van haciendo obvio que el disco es un concepto completo. No sabemos si se sufre por la misma persona todo el tiempo, pero la teleserie empieza a tomar forma y acercarse al final con ‘Pirlo’. Pasada quietita y romántica tradicional, con su estampa argentina: las referencias al fútbol no podían quedar fuera.
Nadie se muere de amor y a veces la vida es una mierda sencilla: a mí me gusta el popper y a ti el cheesecake. Sorry pero soy muy puta no te voy a dar mi corazón, cantan en ‘Vitamina’, que efectivamente cumple ese rol en el primer largaduración. Limpiamos las baladas y volvemos al club, porque aunque la sustancia nos haga mal, no encontramos muchas otras formas de evadir la atroz realidad-real.
Falsa bajada de pastilla en ‘Cosas Ricas’ y último subidón en ‘Supersónico’, bomba pop sudamericana junto a Lali. El trío explota con sencillez. Lugares comunes, un español mucho más neutro del que se esperaría de tres argentinos, y el último 10% de batería en el celular. La noche permite jugar a perderlo todo; en la simulación de poder que nos concede la fiesta, siempre hay espacio para el último baile, el último trago, aunque figuremos con el corazón roto y la cartera vacía.
Es el mundo inventado del urbano sudamericano. Las realidades de infancia son reemplazadas por artefactos capitalistas, marcas de lujo, culos por montón, polvos que despiertan y envidias inventadas.
‘Diablo’ es un cierre ambiguo, nostálgico. Dicen que volverían a repetir todo, arrepintiéndose al instante. Al final, lo más real de la entrega es la intención ligera pero fiel de los dos músicos, quienes nos desean suerte y buena salud como frase de cierre. Baño María es como ver una telenovela de buena factura y guion sencillo, y funciona porque no espera ser más que un momento de diversión y goce en medio de un mundo de mierda.
Entradas a la venta por Puntoticket.