Mucha agua ha pasado bajo el puente desde que The Strokes fueran coronados con el ahora infame título de ‘salvadores del rock’, por allá por el 2001. La nueva cara que le dieron al indie más cercano al mainstream ha mutado incansablemente desde el lanzamiento de su aclamado primer álbum de estudio, Is This It.
Superficialmente hablando, la relevancia de las bandas que alguna vez fue dictada a través de críticas en revistas y ventas de discos, ahora es medida por el puntaje que le da a su álbum el blog popular de turno y la thinkpiece que más tráfico consiga en el momento. Pero la noción de música alternativa también es mucho más heterogénea y fluida de lo que era al principio de los 2000. En especial, porque cientos de miles de bandas han aparecido y de inmediato se han dado el lujo de adoptar elementos de géneros que a primera vista son opuestos del indie, como el pop, el R&B y la música electrónica, a la buena recepción de la mayoría.
Por lo anterior, es obvio que ahora consideremos a The Strokes como un grupo obsoleto. Quienes alguna vez estuvieron adelantados a su tiempo de rap rock, nu metal y pop punk, ahora parecen desesperados por actualizarse y volver a estar a la par de los innovadores, de los chicos cool de la última década. Y a la vez, a muchos les gusta pensar que son de las pocas bandas del “garage rock revival” que no le han dado la espalda a sus raíces, por el mero hecho de salir de gira con un setlist repleto de sus grandes éxitos del pasado.
Lo que pocos concientizan es que estas expectativas tienen muy poco que ver con la situación actual de la banda. Y he ahí el problema: ¿cuánta importancia se le ha dado realmente a la música que el grupo ha compuesto desde que se reunieron en el 2010? O bien, ¿por qué tanta gente sigue esperando que al ir a ver a The Strokes en el año de nuestro señor 2017 sigan siendo los mismos chiquillos de 20 y pocos que de cueazo pudieron publicar su primer álbum masivamente? ¿Por qué, después de que hayan pasado más de quince años de su ‘ópera prima’, aún no tienen la aprobación social de cambiar su imagen y sonido como cualquier otro grupo lo haría?
Lo cierto es que no es una situación nueva para ellos; siempre han sido enemigos acérrimos de la prensa musical, incluso cuando no paraban de hablar maravillas de su sonido. Más de alguna vez su vocalista y principal compositor, Julian Casablancas, manifestó su descontento con la cantidad de publicidad que salió previo al lanzamiento de Is This It, porque su intención y la de todo el grupo era que la gente los conociera a través de su música y no de su imagen. Pero nadie pareció prestarle atención y se fabricó un ingrato hype a su alrededor, arma de doble filo que los persigue hasta hoy en día.
A saber, cuando lanzaron apresuradamente su segundo álbum Room on Fire (2003), este fue criticado y alabado por el mismo motivo –sonar demasiado similar a su predecesor. Y al momento de querer tomar un riesgo al refinar su producción y proponer letras con temáticas más ambiciosas en First Impressions of Earth (2006), el disco recibió una tibia recepción hasta de los más fanáticos, por ser muy complejo y de muy larga duración (casi sesenta minutos).
Después vino su prolongado break, en el que cuatro de los cinco miembros de The Strokes comenzaron sus proyectos solistas, en los que cada uno demostró su propia “cualidad de estrella” y dejó en claro sus influencias musicales fuera de las mostradas en el grupo hasta el momento. Es por esto que al terminar su receso lanzaron dos álbumes algo dispersos, integrados por distintos géneros que les atraían -synthpop, lo-fi noventero y algo de bossa nova- además del estilo ‘característico’ de la banda. Demás está decir que Angles (2011) y Comedown Machine (2013) han sido sus discos más criticados.
Todavía me acuerdo de dos reseñas en particular: una que decía que el único valor redimible de Angles era ‘Under Cover of Darkness’ por su guiño a canciones entrañables del grupo como ‘Someday’, y que todo lo demás pertenecía en la basura. La otra apuntaba de plano a Comedown como el ticket de salida de su contrato discográfico con RCA. Porque claro está que cualquier tipo de experimentación significa sacrilegio cuando lo hace una banda seminal para el indie rock como lo entendemos hoy en día. Cómo se les ocurre intentar cosas nuevas cuando llevan 20 años de carrera y son seres humanos que naturalmente se pueden aburrir de componer con la misma estructura.
Mmm, me pregunto por qué será que ahora The Strokes hacen poco y nada de promoción de sus discos o se han limitado a tocar los temazos en lugar de integrar rarezas en sus conciertos. En fin, el daño ya está hecho y es probable que esta columna no llegue a cambiar la opinión de los más acérrimos a los clásicos del rock men, pero por favor no profundicen la herida.
El grupo estará de regreso en Chile después de once años de su primera y última visita. Vienen con su primer lanzamiento en Cult Records, Future Present Past EP, un homenaje a lo que han hecho y lo que están por componer, y de alguna forma también pareciera ser el cierre de un capítulo tormentoso en su historia. El contexto en que los veremos el 2 de abril no puede ni quiere ser el 2001, aunque el setlist diga lo contrario. Caminemos hacia el Parque O’Higgins con la mente abierta y ansias de escuchar un buen show en lugar de romantizar tanto el pasado. Porque The Strokes solo tienen tiempo para lo que está por venir.