Caos político, económico, social e institucional invaden Argentina durante el 2001 y entre anuncios de De la Rúa y cacerolazos de la población, Rosario Bléfari, Fabio Suárez, Diego Fosser, Gonzalo Córdoba y Marcelo Zanelli toman la decisión de dejar de ser Suárez, esa banda revelación que no supo que lo era realmente hasta pasado los años.
2016. Más caos político, anuncios de Macri y protestas en Capital Federal suceden como si no hubiese cambiado mucho en estos quince años, tal como el sonido de la agrupación que comenzó el año con el anuncio de nuevas fechas en vivo que detonaron tras la realización de un documental que buscaba plasmar en dos partes lo que fue, es, y probablemente siga siendo la banda que abrió caminos musicales en un período en el que la experimentación indie era sinónimo de snobismo o poca experiencia.
Este jueves 14 de febrero la mítica banda trasandina volverá a pisar nuestro país con un único show en Blondie, en el que los asistentes serán parte de un viaje en el tiempo que no se sentirá como tal. Un viaje en el que los sonidos del pasado parecen los de estos tiempos, donde cada pieza retratará la frescura poco comprendida de los noventas y la traerá a la actualidad donde, según sus propios integrantes, “encaja mejor”.
“En esa época siempre tuvimos la sensación de no ser muy actuales, pero lo raro es que nos sentimos más contemporáneos que nunca”, cuenta Bléfari a La Nación en una íntima conversación en la que Entre Dos Luces es el foco principal, y no podría ser de otra manera puesto que es el trabajo de Fernando Blanco -cineasta y guitarrista- lo que trae de regreso al quinteto, que desempolvó sus instrumentos con el fin de ser la banda sonora en vivo de su historia.
Lo que pasó en el lanzamiento de la obra visual el pasado noviembre en Mar del Plata es lo que probablemente suceda en el recinto del centro de nuestra capital. Lo de Suárez parece un experimento que abruptamente le dio pausa a su recorrido y tomó asiento para ver cómo mutaban esos espacios y sonidos que ellos se atrevieron a explorar hace casi dos décadas atrás: el trabajo de manera independiente, el pop brutalmente honesto, y el riesgo de pasar por estilos como la psicodelia y el krautrock, mientras sus pares se pegaban en el lo-fi, tan digno de los noventas.
No esperan “sonar más frescos” porque no lo necesitan. Sólo basta hacer un rápido repaso por Galope o Excursiones para entender que Rosario y compañía estaban trabajando con una visión a futuro sin hacerlo forzado, sólo usando el afinado ojo implícito que pavimentó la carretera que los deja en el 2016 con la novedad de las bandas que suenan por estos días. “Ahora hay un montón de músicos que tomaron algunos de los elementos que teníamos y fueron más lejos”, dice la cantante y actriz, y pone como ejemplo a Él Mató o Bestia Bebé que, aún cuando no suenan igual, hacer el ejercicio de escucharlos sí deja la sensación de que las tres bandas estuvieron en la misma fiesta y lograron rescatar situaciones y sonidos similares, de la misma camada. Pero Suárez llegó antes.
Sin planes comenzó esta reunión, sin mucho trámite vuelven a Santiago, y sin mucho esfuerzo revivirán esos clásicos temas que parecen nunca haberse ido, como si se hubiesen fragmentado y escondido en distintas etapas musicales que tanto Argentina como Chile recién comienza a masificar, y que decoran el contexto para recibir con los brazos abiertos a los “cabecillas indie” como se los tildó alguna vez en su natal país.
Canciones que siguen familiares para los integrantes y fanáticos, la sensación de reconocimiento que hace diez años no existía, y las poderosas obras que sorprenden por tener rotulación noventera invadirán Blondie en un evento en el que sólo bastará ponerle atención a los teloneros -bastantes años más jóvenes que los trasandinos- para notar que la influencia de Suárez es innegable, que no conoció de fronteras y que hoy sólo vuelve a ocupar el lugar que le corresponde, con Rosario como líder haciendo valer su título de la “reina sin corona de la movida independiente”.