Steve Albini tenía pinta de profesor de colegio. O del hermano jipi de tu madre que fuma pitos. Pero tras esa apariencia de normalidad estaba, sin temor a exagerar, una de las figuras claves de la música popular de los últimos 40 años. En este artículo recorremos parte de su trayectoria y te enlistamos los discos imprescindibles para conocerlo.
PJ Harvey, Nirvana, Pixies, Slint, The Jesus Lizard, Nina Nastasia, Songs: Ohia, Will Oldham, The Breeders, Pussy Galore, Joanna Newson, Neurosis, Helmet, Wedding Present, Low, The Auteurs, Manic Street Preachers, Smog, Shannon Wright, Jon Spencer Blues Explosion, Jarvis Cocker, Silver Apples, Bedhead, Ty Segall, Liturgy, Laura Jane Grace, Superchunk, The Ex, Mogwai, Sunn O))), The Sadies o Godspeed You! Black Emperor.
¿Qué tienen en común?: Steve Albini.
Steve Albini tenía pinta de profesor de colegio. O del hermano jipi de tu madre que fuma pitos. Pero tras esa apariencia de normalidad estaba, sin temor a exagerar, una de las figuras claves de la música popular de los últimos 40 años. Músico, teórico del underground, jugador destacado de póker y polemista a ratos, la sombra de su obra y personalidad es difícil de la que escapar si te gusta la música de la que habla POTQ Magazine desde 2005. Pero, sobre todo, era conocido como productor (aunque él siempre prefería el término ingeniero de grabación y poner en los créditos, si llegaba a aparecer, “grabado por” y no “producido por”).
En su carrera de músico lideró diferentes bandas, en los años 80 como Rapeman y, antes de esa, sobre todo, la pionera Big Black, en la que el ruido abrasivo, los temas que exploraban lo más desagradable, miserable y extremo de la condición humana abrieron paso a un sonido que se alejaba de lo más melódico del post-punk, pero también de la simpleza del hardcore, dando pistas, junto a otros exploradores del ruido como Sonic Youth o Hüsker Dü, de la revolución que estaba a punto de llegar y que cristalizaría en los años 90 con la explosión de la música alternativa. Y, en el centro de eso también estaría Albini.
Cuando comienza a producir (perdón, a grabar), lo hace desde un postulado de austeridad, sin darle muchas vueltas, tanto es así que en su propuesta para grabar a Nirvana les dijo que si un disco tardaba en grabarse más una semana es que algo se estaba haciendo mal. Cuando en 1988 graba Surfer Rosa de los Pixies, de repente, a pesar del éxito moderado del disco (sobre todo en comparación con la explosión de la música alternativa que vendría en los siguientes años), muchos ojos se posan en sus habilidades y comienza a ser reclamado sin descanso.
No es de extrañar que tras el éxito insuperable de Nevermind de Nirvana, que Cobain consideraba un castigo y que odiaba por sentir que el disco estaba demasiado pulido y sonaba adocenado, se decantaran por Albini para su siguiente trabajo, In Utero, tratando de reconectarse con su etapa anterior a la fama, buscando ese sonido crudo y natural que conseguía Albini por su aversión a la grabación digital y el encontrar un sonido mucho más natural y “real” con la captura del sonido instantáneo vía microfonar de manera múltiple la sala de grabación. Ese mismo año había grabado también uno de los discos más importantes de la década de los 90: Rid of Me, la obra maestra de PJ Harvey.
Por esos años, Albini retomaría su carrera de músico con un nuevo proyecto, Shellac, el más duradero porque llega hasta el día de hoy. Un proyecto feliz que a lo largo de estas tres décadas y seis discos, le permitían expresarse a través de sus propias canciones. También, con Shellac, formó una curiosa relación con el festival barcelonés Primavera Sound. Albini odiaba los festivales y con su banda no tocaba casi nunca en ellos con la salvedad de unos pocos como ese (y el ATP, al considerarlo una excepción en ese mundo). Desde su primera aparición en el Primavera Sound en 2006, había estado en todas las ediciones, excepto en 2007, y por supuesto, iba a volver a presentarse en la que comenzará en apenas unas semanas. Una especie de vacaciones musicales, casi una cábala para el festival, y objeto de innumerables bromas (como ser el grupo que todo el mundo acertaba en las apuestas del cartel para la siguiente edición). Quizá por ello conseguían adhesiones casi fanáticas.
A finales de los 90, en Chicago, construiría su estudio Electrical Audio, su refugio desde donde desarrollaría todo su ideario sobre cómo grabar discos. Un estudio que seguía manteniendo sólo grabación analógica hasta bien entrado el siglo XXI, cuando ya entró la tecnología digital, aunque el propio Albini no haría uso de ella, sino otros de los productores de ese estudio.
Porque Albini también era su ética de trabajo y la personal. Su rechazo absoluto a los tratos con multinacionales, que le llevó a desacreditar en público a Sonic Youth por firmar con Geffen o a decirle a los propios Nirvana que, si ahora sentían que tenían el control en una gran compañía para que dentro de poco fueran usados y tirados por el retrete, no quería formar parte de eso. Tampoco tenía remilgos a la hora de hacer explícito qué le gustaba o que detestaba, como la música electrónica, y consideraba fraudes a bandas como Smashing Pumpkings, Urge Overkill o Tool.
Su entusiasmo por la música estaba fuera de toda duda, como aquella legendaria reseña que escribió para Melody Maker del Spiderland de Slint en la que se cerraba con una frase impactante de ‘Ten Fucking Stars’, que mostraba que la pasión y el fanatismo no es lo contrario a la rigurosidad a la hora de analizar y valorar una obra, cuando es evidente que no existe la objetividad en el arte. También muy recordado es su texto para The Baffler a finales de 1993 llamado “The Problem with Music”, en el que desarrollaba de forma minuciosa (y con números), lo pernicioso a largo plazo (e incluso a corto) de firmar con una gran compañía que te exprimiría para dejarte tirado y que absorbería tu talento y hasta tu alma.
Su posición ética sobre la música quedó clara con su oposición a obtener beneficios de los derechos de autor de los discos que grababa como productor (perdón, ingeniero), algo que está más que aceptado por las bandas en la industria musical, a pesar de lo poco ético que es (y sí, también en la industria más cercana, piensen en los productores estrella locales y acertarán). En los últimos tiempos otra de sus peleas era con las tiqueteras porque no quería que en su gira se cobraran los malditos gastos de gestión, ese impuesto revolucionario obligatorio por unas entradas que ya ni siquiera son físicas.
En sus últimas publicaciones en redes sociales, se puede ejemplificar el resumen de su persona y ética hasta el final: un humor sardónico, a veces soez, pero con un poso de crítica inequívoco a las malas artes de una industria musical depredadora.
Jugador empedernido de póker, llegó a ser profesional de este juego ganando cientos de miles de dólares en una sola partida. Gruñón, entusiasta, gran conversador, consumidor de vídeos de gatos y, por encima de todo un referente ético para una industria obsesionada con los números por encima de la obra, su pérdida por un fulminante ataque al corazón a unos tempranísimos 61 años, apenas unos días antes de la publicación del nuevo disco de Shellac, To All Trains, que estará disponible el próximo 17 de mayo, y apenas tres semanas antes de regresar a su lugar feliz en Barcelona, donde su ausencia será imposible de no notarse.
Veinte discos imprescindibles para conocer a Steve Albini:
Pixies – Surfer Rosa
Pussy Galore – Dial ‘M’ for Motherfucker
The Breeders – Pod
The Wedding Present – Seamonsters
The Jesus Lizard – Goat
PJ Harvey – Rid of Me
Nirvana – In Utero
Palace Music – Viva Last Blues
The Auteurs – After Murder Park
Bedhead – Transaction de Novo
The Ex – Dizzy Spells
The New Year – Newness Ends
Neurosis – A Sun That Never Sets
Low – Things We Lost in the Fire
Songs: Ohia – The Magnolia Electric Co.
Joanna Newsom – Ys
Nina Nastasia & Jim White – You Follow Me
Ty Segall – Ty Segall
Sunn O))) – Life Metal
Liturgy – “93696”
Y tres suyos:
Big Black – Songs About Fucking
Rapeman – Budd
Shellac – At Action Park