El fin de semana recién pasado en Glastonbury se realizó por primera vez The Sisterhood, un escenario exclusivo para quienes se identificaran como mujeres: público, artistas y equipo técnico. Apenas se anunció, recibió muchas críticas debido a esa restricción. La organización respondió. “Los espacios sólo para mujeres son necesarios en un mundo que sigue siendo liderado y diseñado para beneficiar mayoritariamente a los hombres”, declaró la producción.
“Entendemos la necesidad de que todos trabajemos juntos por un cambio positivo. Pero también pensamos que es necesario un lugar seguro, en el que las mujeres puedan reunirse y decidir qué contribución pueden realizar, sin la presencia de hombres”, declaró Camille Barton, co productora del espacio en The Telegraph, días atrás.
Hace algunos días, dos universitarias me contaban de un hecho asqueroso. Mientras Florence and the Machine cerraba Lollapalooza en Santiago, en las primeras filas una joven lloraba sin consuelo. No era de emoción, era de asco y horror, porque el hombre que tenía atrás la estaba tocando.
Hace dos semanas, otra joven de no más de 25 años me contaba que en Primavera Fauna un hombre borracho encontraba gracioso tirarle una botella con agua porque ella se negó a ser abrazada en medio de una multitud de desconocidos. Gracioso, porque luego de tirarle la botella y gritarle “maraca culiá”, se rió.
Hace un mes un inglés que podría ser mi padre, encargado de una de las marcas que patrocinaban el evento, intentaba obligarme a tomar algo con él en medio de la barra de un festival. Detrás mío, otros tres hombres que lo acompañaban me tocaban el hombro y me decían “pero por qué no, toma esto, ¿te da miedo?”. “Sí, miedo y asco” le dije en inglés. No oí su respuesta completa, pero incluía un “cunt”. “Viejo culiao”, le grité en chileno.
Si preguntas a todas las mujeres que conoces que son asiduas a conciertos y festivales, es probable que casi la totalidad de tu muestra te diga que ha sido, tristemente, protagonista de un hecho de acoso. Y uno de las bases de The Sisterhood era poder crear un espacio seguro dentro de un festival que en el 2015 recibió tres denuncias por acoso y violencia, pero no era el único, de hecho, creo que la creación de esta carpa no va a terminar con este tipo de prácticas, pero sí sirve para algo mucho más importante: la construcción de redes.
La industria musical, al igual que todas las demás, está hecha por y para hombres, algo natural si pensamos que los puestos de poder y representación están utilizados por varones mayores y heterosexuales. Dentro de este panorama, es muy importante el desarrollo de espacios en el que las mujeres puedan congregarse, conocerse, compartir experiencias y planear líneas de acción. Frente a la pregunta de “¿qué hacer en caso de?”, siempre será mucho más enriquecedor y efectivo para una mujer poder encontrar soluciones rodeadas de otras, con diferentes experiencias.
Por otra parte, el hecho de que las organizadoras, artistas y técnicas sean mujeres, también ayuda en otro nivel: la representación. Guardias de seguridad, roadies e ingenieras de sonido no son imágenes que estamos acostumbradas a ver. De hecho, hace algunos días Chini Ayarza (Chini and the Technicians) me decía en una entrevista (disponible en los próximos días) que ella seguía sorprendiéndose cuando veía a una mujer en ese tipo de posición, precisamente, porque sigue siendo algo excepcional. Vivimos en un mundo al que se le olvida que Javiera Mena es productora, además de música y compositora, por dar un ejemplo.
¿Qué más valioso para una mujer joven que ver a otra con más experiencia cubrir campos en los que jamás pudo verse representada? Eso pasó en The Sisterhood.
Lo único que, personalmente, me provoca algo de ruido es lo mismo que Beyoncé. La construcción de espacios feministas dentro del mercado siempre es sospechoso, porque como decían en un capítulo de Orange Is the New Black: “entre los trabajadores y el capital no existe la amistad”. Pero frente a eso, hay que ser más inteligente: aprovechar la infraestructura que brinda el mercado para la primera etapa, la reunión. Después de eso, avanzar y desecharlo, por ordinaria.