Ya volvimos de lleno a los conciertos y festivales después de unas temporadas tristes, tanto para el público, como para les artistas. Y debutó Primavera Sound Santiago hace algunos días. Te contamos lo que nos pareció bueno y malo de esta primera versión.
Bárbara Carvacho
Lo bueno:
El ritual que significa ir a un festival, pasar todo tu fin de semana en él y encontrarte con todas esas canciones y artistas que te llenan es algo muy bonito. Un ejercicio que se ha vuelto -o quizás siempre fue- dificultoso en Chile. Acostumbrados y acostumbradas a largas jornadas sin sombra, filas interminables para comer mal y a precios exagerados, y puntos de hidratación insuficientes y colapsados, la llegada del Primavera Sound a Santiago se siente como un pequeño respiro de lo tortuoso que puede terminar siendo /la experiencia festivalera/.
A pesar de la inclemencia del sol, el parque sí permitió que un par de escenarios lucieran sombra. Incluso con una peculiar lluvia para la fecha, fue posible encontrar toldos y techos para protegerse, en caso de no querer ser parte de la experiencia de ‘Ribs’ bajo el agua. Lo mismo con las zonas de comidas, bebidas y baños. Oferta de barras y amplios carriles de baños, que permitieron que el trámite de suplir necesidades básicas fueran una anécdota, un pequeño desvío en el camino, jamás sinónimo de comprometer un show. Y eso es a lo que vinimos.
Lo malo:
Hubo otras necesidades urgentes de nuestro día a día que sí dificultaron la experiencia. Los shows de los conciertos previos enmarcados en Primavera en la Ciudad tuvieron horarios de partida complejos para compatibilizar con el trabajo y lo ajetreado que se ve Santiago durante la tarde. Aunque entendemos las ganas de ofrecer más de dos o tres conciertos por fecha, y sacarle el máximo provecho a estas inéditas instancias, creemos que repensar las duraciones de cada espacio hubiesen albergado más interesados y mejor organización.
Valentina Tagle
Lo bueno:
En tiempos donde la palabra festival es sinónimo de -como le gusta decir a los amigos publicistas- “vender la experiencia” y las llamadas activaciones son una de las principales atracciones a las que estos eventos se aferran, resulta agradable asistir a un espacio en que se preocupen por darle protagonismo a la música y a los artistas, donde los auspiciadores y las marcas puedan tener también su espacio pero apartado de los escenarios.
Lo malo:
Por esta misma razón, es una verdadera molestia estar en pleno concierto y que alguien se atraviese vendiendo papas fritas, bebidas o similares, gritando a viva voz el nombre del producto mientras el artista está en el escenario dándolo todo con su show. Fue una situación que se repitió durante todo el fin de semana, incluyendo instancias solemnes como Bjork mirando y piropeando la cordillera o los Arctic Monkeys en plena maniobra de seducción. Momentos en que claramente no quiero comprar churros.
Alex Miranda
Lo bueno:
La sobreexplotación del formato “festival” nos ha llevado a los amantes de la música a asistir muchos de estos, de distintos tipos y tamaños, pero siempre enfocado en la gran-experiencia-melomanística que significan. Bueno, si algo llegó a dejar claro el Primavera Sound Santiago es que esa misma “experiencia” puede estar acompañada de buenos shows, excelente sonido, luces y gráficas de acompañamientos al nivel que se espera de las bandas que vinieron.
Se notaba que el foco principal del festival era uno: la música, y eso se agradece en un país donde estamos acostumbrados a que ir al baño o comprar comida signifique perderse una banda o, donde la cancha VIP entorpece la visión de los escenarios. Por suerte todo eso se vio mejorado en este festival.
Lo malo:
La promesa de la venta de alcohol (que terminó siendo un jardín infantil para borrachos desde no podías ver ningún show). También, la organización de Primavera en la Ciudad, que tuvo cambios de horario en el mismo día, combinaciones de bandas que dejaban sin gente los escenarios al segundo show y unos horarios que solo pudieron ser pensados en gente que no vive preocupada del horario de oficina (algo que la mayoría de los chilenos sí debemos hacer para sobrevivir), lo que convierten la experiencia más en una preocupación que un disfrute.
Javiera Tapia
Lo bueno:
Lo mejor de todo fue, sin dudas, el cartel. Desfilaron por los escenarios varios de los grandes nombres que están actualmente en su mejor momento, pero también hubo apuestas, como el escenario en el que se presentó Mamacitas, el día viernes. Y también hubo sorpresas, como el show de los brasileños Terno Rei.
Es probable que este cartel definiera también el tipo de público y su carácter. Se ha dicho en muchas partes que estaba lleno de cuicos y sí, pero la mayoría estuvo encerrado en el jardín de borrachos o en la parte alta del vip al costado de los escenarios, al parecer, porque yo lo que más vi fue adolescentes, muches chiques claramente fans de Arca (alta producción de moda) y mujeres. En su debut, Primavera Sound said women and gay rights con ese cartel y prometo que pocas veces me he sentido tan segura y tranquila dentro de un festival, porque lo que más veía alrededor eran grupos de amigues muy emocionades por el show que estaban viendo. Y la emoción se contagia.
Lo malo:
Primavera en la Ciudad, qué pena. Nada que decir sobre los artistas, mucho que decir sobre la producción. Hubo problemas en los ingresos (miércoles en Coliseo), cortes abruptos de shows (Helado Negro, Merca Bae) que son primero una falta de respeto absoluta con el artista y luego también con el público y también una mala decisión de programación el concierto del día viernes en Blondie. ¿Por qué artistas que se preparan durante meses para llevar el mejor show posible, tienen que mostrarlo a tan pocas personas debido a la mala programación del evento? Es una pena, porque la mayoría se perdió por estos motivos, por ejemplo, a la increíble Loyaltty. Una de las artistas que vamos a observar de cerca durante las próximas temporadas.
Daniel Hernández
Lo bueno:
No recordaba lo agradable que podía ser ir a un festival. Comodidad y festival de música son conceptos antitéticos pero que, alguna vez, pueden encontrarse como pasó en esta primera edición chilena del PS. Los baños siempre disponibles, con jabón y agua (¡y hasta papel al final de la noche!), las barras no alcohólicas sin filas, el poder moverse por la zona de los escenarios grandes sin agobios y avanzar hasta adelante, o ir a los periféricos sin sentir que se está en una procesión religiosa.
Los puntos de agua durante sábado y domingo. Maravilloso el sonido de todos los escenarios, alto, claro, perfecto. El público interesadísimo en lo que ocurría en los escenarios y sin esa agresividad contenida que se ve en tantos otros eventos masivos. El cartel: no sé cómo evolucionará las próximas ediciones, pero traer a artistas para los escenarios principales en su momento cumbre (Phoebe Bridges, Japanese Breakfast, Mitski) es de admirar. Tan sólo Interpol, de los grandes, era un grupo que ya está en su fase de “ya no volverán los buenos tiempos”. Porque no, Björk no tiene nada que ver con eso, su último disco sigue siendo tan desafiante como los primeros.
Lo Malo:
Sin duda la imposibilidad de beber alcohol sin meterte en un gueto y perderse un concierto entero, con un protocolo que rozaba el ridículo (esas pulseras que indicaban que uno era mayor de edad). Entiendo las implicaciones legales, pero la implementación fue mala. No es que música=alcohol, pero si me apetece una cerveza y hay la opción, debería ser más sencillo. Aunque había una variedad poco frecuente de comidas, en algunos momentos se hacía una fila que obligaba a perderse parte de los conciertos. Aún así de agradecer las diferentes opciones vegetarianas que no se reducen a unas tristes papas congeladas.
Hubo un poco de falta de flujo de información en las entradas de prensa que hizo que cada día tuviera que entrar por un lugar diferente sin nadie tener muy claro por dónde era. El escenario electrónico es el único en el que su música se metía en los otros por momentos.
También estuvo ausente la sensación de interacción del festival con la ciudad. Entiendo las diferencias, pero una cosa preciosa del Primavera en Barcelona es la sensación de que la ciudad es parte del mismo. Ojalá algunos conciertos gratuitos en la propia ciudad para otras ediciones. La organización de Primavera en la Ciudad no funcionó bien. Algunos fueron maravillosos, otros, un desastre sin público.
Foto de portada de Maira Troncoso