En octubre asistí a la presentación del libro Yo no estoy aquí (2016, ed. Gourmet Musical) de Pipo Lernoud, uno de los primeros periodistas argentinos en escribir sobre el nacimiento del rock trasandino en la década del sesenta. La velada, más allá de la tradicional conversación del autor con los espectadores, sería acompañada por dos bandas; de un lado los platenses de Moustro! y del otro, los porteños de El Club de Grabación. Con estos últimos, comienza la historia.
El Club de Grabación es un proyecto musical que se origina por el año 2013 en Buenos Aires, con la intensión de replicar y “argentinizar” la idea del Record Club de Beck Hansen, nacida en el 2009. El principal objetivo es versionar un álbum completo en una sola jornada, en vivo y con una banda construida a partir de músicos amigos, que sin previo ensayo, deben reinterpretar cada canción en su orden original de edición.
Beck se dio el tiempo de darle un nuevo giro a ciertos discos: The Velvet Underground & Nico (1967, The Velvet Underground), Songs of Leonard Cohen (1967, Leonard Cohen), Oar (1969, Skip Spence), Kick (1987, INXS) y Yanni Live at the Acropolis (1994, Yanni). Invitó a músicos de MGMT, Wilco, Sonic Youth, Os Mutantes, entre otros. Una manera de reencontrar la música desde sus adentros, formular una visión fresca y con una infinidad de arreglos en la composición final. Además, la selección diversa de participantes que amplía la paleta de colores a la hora de encerrar en el estudio durante un día completo.
A su vez, el argentino Juan Belvis mezcló en su cabeza el formato de Hansen -junto al libro del californiano, Song Reades (2012, ed. McSweeney’s)- y una propia relectura a la obra del músico estadounidense Philip Glass. “Por la otra parte, nos inquietaba una necesidad particular por dejar el ego compositivo” dice el mismo Belvis, en una conversación mantenida a través de e-mails, agregando que “la idea clave era fundar un proyecto colectivo fuera del mercado”. Junto a su primo Luciano Vitale, el dúo y el equipo comienza orquestar la banda.
De seguro, alguien se preguntará para qué destacar un grupo de personas que hacen “covers”, ahí yace la diferencia. Tanto Record Club como su adaptación al español, El Club de Grabación, van más allá de la simpleza de revivir viejas canciones sin efectuarles algún cambio estético. Por sobre todo, la burla de la copia misma al artista a quien se le toma prestada su obra: acá nace una actualización de personas que nacieron y se criaron con estos álbumes, de hecho ninguno es del actual siglo.
Su contraparte argentina, a diferencia de la norteamericana, se centra en el mismo país. El primer disco que releen es ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado… de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, publicado en 1989. “No sabíamos si elegir algo de Spinetta, que descartamos del principio porque nos parecía muy pretencioso, hasta que Luciano Vitale sugirió uno de Los Redondos, una decisión bastante irreverente” cuenta Belvis, al seleccionar un álbum de un grupo, que en la década del ochenta surgió desde el rock contestatario, que a la actualidad cimentó los pilares del rock barrial en la música trasandina.
La misma métrica, una jornada maratónica dentro de un estudio en Buenos Aires, amigos entran y salen. Sobre la marcha, se eligen los arreglos por parte de cada ejecutor. La riqueza de estas versiones son el paso de los instrumentos, se amplía la gama usada en el disco original y lograr una interpretación por sobre este. Un gran jam de músicos de distintos palos dentro de la escena porteña. Al igual que en Record Club, las canciones son subidas a Youtube con un video de la grabación.
En el mismo 2013, los primos Belvis y Vitale resucitaron un álbum que vive en el olvido del rock nacional argentino, el debut homónimo de Don Cornelio y la Zona, banda que nació en el 84’ y a finalizar aquella década, dejó de existir. “Es un disco emblemático de los ochenta pero que a su vez, su producción es un poco desorganizada” detalla Juan sobre la elección del segundo disco grabado.
Al año siguiente volvieron para grabar Miguel Abuelo et Nada (1975, Francia), uno de los tantos discos que publicó Miguel Abuelo en su extensa carrera. Es en esta recreación donde el atributo del proyecto mejor se destaca. Bajar del hardrock a líneas melódicas, un acústico para un álbum, que seguramente, Abuelo nunca se hubiera imaginado hacer. Una desconstrucción que se vuelca en los proyectos paralelos de Belvis, el extinto La Sed y Ocho.
A comienzos del 2016, los cánones en el cual se fundó una sede del proyecto de Beck en Buenos Aires, sufrieron un giro. El dúo de primos, aunque siguieron las bases del Record Club, reescribieron tres canciones, de tres discos y de tres artistas distintos: In Utero de Nirvana, The Fragile de Nine Inch Nails y The Information de Beck. A punta del piano de Belvis y su voz, con el contrabajo de Vitale. Además de la traducción al español de las letras.
En aquella ocasión que los vi, lo que entregaron fue una pincelada de El Club de grabación. Acotado a un trío donde se sumó el guitarrista Lucas Colonna, improvisaron un jam para que quien presentaba su libro, se subiera con ellos a recitar textos de su autoría. El no saber nada de ellos en esa noche, fue una decisión acertada. La fluidez de los tres, como quien juega una pichanga y conoce al dedal los movimientos de sus compañeros, así se estaban en el escenario. El día que Beck se entere, o tal vez ya lo hizo, de que la última vez que estuvo en Argentina presentándose, nacía su proyecto –ya olvidado por él- en tierras latinas.
*Fotografía por Estefanía Veira Darriba.