Díganme tonto grave, chapado a la antigua o amargado, pero después de la salida de “The King of Limbs”, el último disco de Radiohead, le perdí respeto a varios medios musicales online que acostumbraba leer.
Apenas fue liberado el álbum, redactores de todo el mundo corrieron a escuchar el disco para comentarlo antes que el resto. Y yo me pregunto para qué. ¿Por qué preocuparse de ser el primero en contar el chiste, si lo importante es quién lo cuenta mejor?
Millones de personas escuchamos “The King of Limbs” casi al mismo tiempo, el viernes pasado (viernes 18 de febrero), todos con la misma expectación e interés, sorprendidos por el súbito anuncio de su edición y casi en shock cuando el estreno se adelantó un día.
Díganme tonto grave, pero creo haber digerido lo más posible el disco, tras haberlo repasado horas y horas seguidas sin parar (Radiohead es mi grupo favorito), y sin embargo, no me sentía capaz ni siquiera de leer una reseña de este álbum con resabios de evento social.
El problema es que -en menos de 24 horas- había decenas, cientos. Y se reproducen como Gremlins. Ahora, menos de una semana después del lanzamiento digital, es imposible llevar la cuenta.
Detractores y defensores. Acérrimos la mayoría, pocas opiniones tibias. Casi como un asunto de vida o muerte, críticos profesionales, semiprofesionales y amateurs de internet buscaban su propio veredicto, divagando ideas en voz alta, sin llegar jamás a puerto.
Sucumbieron ante la presión de voces alzándose en Twitter y Facebook, de esa gente a la que nunca viste antes hablando sobre una banda o esos melómanos 2.0 que creen que el conocimiento musical es una competencia. Nadie supo guardar silencio. “Sólo unos meses pa’ aprender a hablar, toda una vida pa’ aprender a callarte”, dice una canción que me gusta mucho.
Yo creo que a todos ellos, en el fondo, “The King of Limbs” les da lo mismo. La música les da lo mismo. Las canciones les dan lo mismo. Radiohead les da lo mismo. Lo único que quieren es tener unas cuantas visitas más en sus páginas para conseguir avisadores. Lo único que les interesa es parecer más inteligentes que el comentarista que está al lado.
Díganme tonto grave, pero para mí esa imagen publicada por los músicos ingleses -y que dice “Thank You For Waiting”- tiene una doble lectura, aplicable a esta situación tan absurda. Está bien, vivimos en una cultura donde manda la satisfacción instantánea y la inmediatez es alabada como un dios. No hay mucho que hacer al respecto. Mi reclamo es que el apuro no debería ganarle a la misión de generar valor en torno a la música. Por eso se agradece esperar.
Un disco necesita respirar, necesita un poco de la perspectiva que entregan los días. No hay que ser un genio para saberlo. Además, una de las características más encantadoras de Radiohead es que sus canciones crecen con el tiempo, una idea repetida hasta la saciedad y que, afortunadamente, se basa en un hecho: la banda podrá ser muchas cosas, menos efectista. Al menos, nunca al punto de la obviedad habitual.
“The King of Limbs” nació recién hace unos días. Tiene que aprender a caminar, a correr y a volar. No requiere años, sólo un tiempo prudente y revisiones que no sean superficiales, que no estén hechas pensando en qué frase puntiaguda decir después o en cuántos retwitteos o “Me Gusta” obtener. Eso da lo mismo.
Señores comentaristas, despegarse de la pantalla del computador y darle la máxima atención a los audífonos todavía no pasa de moda. Darse cuenta de los detalles, dejar que los temas reposen y entregarle cariño a un grupo aún es posible. Yo lo digo porque soy fan, pero también porque es un hecho que Radiohead tiene millones de seguidores y toda esa gente bien vale el esfuerzo de abordar lo mejor posible la obra del quinteto.
No importa lo que escriban después en sus reseñas sobre “The King of Limbs”, sean elogios o reproches, siempre y cuando las dejen efectivamente para después. Todavía no es el momento. Entiendan.
Insisto en que la actitud del fan siempre será mejor que la de quienes asumen una labor en la prensa musical como un oficio o pasatiempo cualquiera. De los oficios te jubilas y de los pasatiempos te aburres. El fanatismo se muere contigo.
Díganme tonto grave. Adelante. Estamos en confianza.