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Quemasucabeza: una historia oral

Quemasucabeza: una historia oral

Este sábado 6 de octubre, Quemasucabeza celebrará sus 20 años de existencia. Hoy queremos compartir un capítulo del libro Es Difícil Hacer Cosas Fáciles: los diez años que cambiaron la música en Chile, escrito por Javiera Tapia y Daniel Hernández. En él, son sus fundadores y compañeros de la época los que relatan el inicio de este sello a fines de la década de los noventa, sus cambios y también sus hitos. En él hablan Walter Roblero, Rodrigo Santis, Carla Arias, Gepe, Milton Mahan, Botis Orellana, Roberto Denegri y Jaime Baeza.


Walter Roblero: Conocí a Rodrigo en el colegio y lo caché porque tenía una polera de Bauhaus, esas típicas cosas de entonces que se dan en el liceo y “ohh, que bacán este compadre”. Yo iba en primero y él iba en octavo en el Instituto Nacional.

Rodrigo Santis: Yo fui con una polera de Bauhaus. Y claro, Walter vio la polera y creo que gracias a esa polera nos hicimos amigos,se acercó y me dijo “oye, los cacho”. Qué romántico, sí. Nos ubicamos y probablemente había más gente ahí, son cinco mil personas en ese colegio, pero conectamos y al final nos dimos cuenta que teníamos gustos bien parecidos y crecimos compartiéndonos música. El Walter es súper bueno para escuchar música nueva.

Walter Roblero: Él era un hueón súper precoz, o sea, ya tenía un grupo, yo me acuerdo haberlo ido a ver tocar, con un grupo que tenía que se llamaba Doble Cruz.

Rodrigo Santis: Con uno de mis amigos más cercanos éramos mucho de ir al persa Bío Bío a que te regrabaran casetes de los Jesus and Mary Chain, de Psychedelic Furs, cosas así. Había también como una vertiente new wave en el barrio de Matta, de hecho, había un grupo del que mi hermano era parte, eran los new wave del barrio. Y andaban con el pelo como Robert Smith, se pintaban los ojos y todo. Habían grupetes en la época, mis amigos que tenían una banda de punk. No era como el punky tan clásico del día de hoy, había cierta búsqueda. Si bien nos juntábamos con Los Miserables y Santiago Rebelde y cosas así, éramos los raros. En la banda en donde tocaba,éramos los dark o los más mamita dentro del grupo, los que hacíamos la música más suave. Ese grupo se llamaba Doble Cruz.

Walter Roblero: Era el año ‘90 o ‘91, no sé. Y el hombre en tocatas en Gran Avenida con Fiskales Ad-Hok, con Los Miserables, y yo decía “oh el hueón, qué ganas de…”, porque ya tenía un grupo armado, tenía un baterista bacán. He escuchado la música que hacía y ahora no me parece tan buena, pero en ese momento me parecía bacán. Nos conocimos, nos gustaba la música y nos pusimos a hacer un fanzine que se llamaba Neutral. Unos amigos thrashers hacían fanzines, un amigo hacía un fanzine que se llamaba Brutal Time y otro hacía una wea que se llamaba Clandestine, súper bien hechos, con plata. Ahí nosotros aprendimos a hacer un fanzine de verdad, mirábamos cómo lo hacían, cómo tenía que entregarse a una imprenta. Cachamos que entregaban unas planchas de metal y esas hueás se imprimían. Todo ese proceso lo aprendimos, pero nosotros lo hicimos en fotocopia. Y sacamos tres números.

Rodrigo Santis: En el Nacional un compañero que hacía un fanzine de metal, era compañero del Walter, repitió y quedó compañero mío, yo iba un curso más abajo del Walter. Era el nexo común y gracias a él aprendimos los primeros pasos de hacer un fanzine y contactarse con gente. Estamos hablando de la época donde no había internet. Teníamos nuestra casilla de correo. Mandábamos cartas por correo normal al sello gringo para que nos mandaran material y era la manera de conseguir cosas nuevas.

Walter Roblero: Cachamos cómo funcionaba por amigos. Estos hueones se compraban revistas, la Maximun Rock And Roll, Spin, Jersey Beats, que eran fanzines punketas muy bacanes. Hace poco viajé a USA y había un festival esos días, no pude ir. Pero era de un loco con el que nos escribíamos en esa época, que todavía sigue en la hueá. Jim Testa, de Jersey Beats.

Rodrigo Santis: El acceso que teníamos en ese minuto eran las revistas más típicas. Me acuerdo que por ahí por Exposición, había un local que uno se topaba con las Rockdelux de repente. Cuando nos metimos en cosas más subterráneas fue cuando hicimos el fanzine y ahí teníamos acceso a catálogos completos de sellos que hasta el día de hoy no son muy conocidos. No me acuerdo cómo, pero leí que estaba el Evol en vivo si te suscribías al Sonic Death, que se llamaba el fan club de Sonic Youth. Mandé por correo la plata, que había que meterla en un papel calco para que no te la viera la gente del correo, no se trasluciera, y me llegó ese disco, y tres ediciones del fanzine Sonic Death que lo escribían los mismos músicos. En el mismo fanzine venían los contactos de sellos que, si hasta el día de hoy estos socios tienen acceso a cosas muy escondidas, en esa época en los noventa, era mucho mayor. Sellos muy raros, otros sellos más típicos. En esa época yo parece que estaba más especializado en los sellos más chicos y más raros.

Walter Roblero: En las revistas, los sellos ponían las direcciones, entonces tú les escribías. Cuando estábamos haciendo el primer número, mandamos a hacer una especie de postales, cáchate la hueá que estoy hablando, así como súper artesa, habían unas cosas como calquitos. Había una hueá que eran puras letras y era para armar un comunicado. Entonces le ponías una regla e ibas copiando las letras y te quedaban súper bien. Después la fotocopiabas en un buen papel y la mandabas. Tuvimos la buena fortuna de tener el primer número en donde contactamos con Touch And Go, con Dischord. Ahí teníamos como quince o dieciséis años y nos escribíamos con Fugazi, con toda esa escena. Todavía tengo los discos que me mandaban, esos casetes.

Rodrigo Santis: Walter tenía contacto con Dischord y le llegaban los discos de Fugazi. Y a mí me llegaban cosas rarísimas que hasta el día de hoy cuesta conseguir por internet. O sea, cuesta ver algo en Youtube de ellos. La otra vez estuve buscando cosas de esos años y hay muy poco todavía.

Walter Roblero: Sacamos tres números. Gracias a que repartimos ese fanzine, como entre la gente de lo que se estaba haciendo acá, nos contactaron la gente de Extravaganza! Los Mujica, y el Denegri, porque quedaron maravillados con la hueá.

Rodrigo Santis: Gracias a Neutral después nos llegó el contacto de los Fugazi, que querían tocar en Chile, nosotros cabros chicos, ahí de escolares, no sabíamos qué hacer y lo único que se nos ocurrió era ir a la Extravaganza!, que era la revista oficial a decirles, “oye, sabís que nos escribió Fugazi, que quiere venir a Chile y no sabemos qué hacer”, onda, ayúdennos o háganlo ustedes. Y ahí conocimos a la gente de Extravaganza! y claro, empezamos a hacer ese tipo de nexo y a tener más acceso a otras cosas. Se metió a trabajar en lo del fanzine el Denegri y ahí ya teníamos acceso a las cosas que le llegaban a la Extravaganza! Ellos tenían contacto con los sellos grandes.

Roberto Denegri: La historia del primer show grande que hago es súper loca. Yo vivía en un departamento del barrio Brasil con Marcelo Umaña, que era el vendedor de Background y que estaba muy vinculado a la revista Música Marginal, capo en la escena electrónica. El otro que vivía conmigo, Pancho Mujica, metido en la Extravaganza!, era más de la onda más funk, música negra, y yo en la otra habitación. Voy saliendo de la ducha y me dice un día Pancho Mujica, “ te llama Ian McKaye”. Y yo con la toalla en la cintura, “ya, me estás hueveando”. Y me vuelve a tocar al rato la puerta y me dice “ hueón, de verdad me dice que es Ian McKaye”. Agarro el teléfono y efectivamente era Ian. Le habían dicho que yo podía ser la persona indicada para hacer el show de Fugazi en Santiago. Y como era tan caro el teléfono, empezamos a comunicarnos por fax, porque era más rápido y barato. Empezaron a mandarme el rider y todo lo que necesitaban. Me buscó el asunto. No había pensado nunca que eso podía ser parte importante de mi vida y al final estuve como diez años haciendo shows. Cuando me devolví a Arica en 2005, hice como tres más, a la distancia, pero eso fue una locura.

Para mí Fugazi siempre va a ser el más importante porque fue el primero, y me atrevería a decir que fue el primer show de nivel internacional alternativo en Chile. Nadie pensó que esto podría abrir un camino. Estaba el Crazy Rock, lo auspiciaba Savory. Podía estar Nick Cave junto a Cypress Hill, en un mismo escenario. Había mucha plata, pero no había una curatoría. Muy Parque Arauco. Es el más importante por eso. E Ian dio la voz de que había una llave de oro para poder hacer cosas en Sudamérica.

Walter Roblero: Estos hueones ya eran viejos, el Denegri no tanto, pero los Mujica sí porque en los ‘80 Fernando hacía la Insanity, ¿cachai? Que era uno de los fanzines importantes de trash, y ahí los conocimos. Vivían en Moneda, en dos piezas. En una el Denegri y en la otra Fernando Mujica con su hermano, el Francisco. Ahí conocimos a Dengeri, él se metió con nosotros para ayudarnos con el fanzine.

Rodrigo Santis: Fue el ‘92 la primera vez que hicimos el fanzine. El acceso a la música era súper arcaico. Ver esa parte pre, cómo trabajaban los sellos, cómo se movía esa industria independiente en esa época, como que estaba bueno, ver la parte análoga. Yo creo que nos dio conocimiento de cómo funcionaban las cosas. Salía un número al año, no era nuestra idea hacerlo así, teníamos ganas de hacerlos más periódicos, pero claro, entre conseguir el material, escribir de eso y fotocopiarlo, hacer el diseño y todo, igual era lento. Nosotros le poníamos precio, pero finalmente lo terminábamos regalando a los amigos. Los puntos de venta eran muy básicos. Algunas de esas disquerías que estaban ahí en Paseo las Palmas, la galería Dos Providencias. Dejamos la revista, pero claro, la mayor cantidad se nos iba entre los amigos, la gente a la que le hacíamos las entrevistas. Mandábamos también a los sellos, porque había una regla: no podías pedir discos sin escribir realmente y había una cultura de cierta gente que le escribía a los sellos solo para tener discos y no, como que era un engaño. Les mandábamos ahí la revista.

Walter Roblero: Duró tres años y tres números. Ahí dijimos “ya, no hueviemos más con esto y hagamos un grupo”. Si, finalmente, eso es lo que queríamos. Ya no queríamos hablar de la música de otros. Fue un camino para darnos cuenta de que queríamos tocar. En paralelo en que se terminó el fanzine, armamos Congelador, un año después más o menos. Empezamos ensayando en la casa de los papás de los Santis. Ensayamos ahí hartos años, no sé cómo nos aguantaron. Ahí está la influencia de los padres de los Santis que nos permitieron hacer eso. Después empezamos a cachar que molestábamos mucho, pero eso fue muchos años después. Y nos pusimos a tocar muy en la onda, en la nuestra. El grupo no tenía ninguna pretensión. Nos juntamos a principios del ‘96 a tocar y nuestra primera tocata debe haber sido en septiembre de ese mismo año. Tocamos en esa disquería Background, que era de Hugo Chávez.

Roberto Denegri: Yo escribía en Neutral con Rodrigo Santis y Walter Roblero. Entonces uno se carteaba con las bandas, sobre todo en la escena hardcore y punk. Con las bandas que eran dueñas de los sellos, el carteo era lo normal. Muy cercano. Después ellos salieron con lo de la banda, Congelador. Y me gustó tanto, que les armé el primer show con Adrián Cayetano Paoletti en Background. Siempre se hacían fiestas electrónicas ahí, pero Hugo Chávez me dijo que ese día se había batido el récord de venta de entradas. Habíamos vendido 83 entradas. Y cabían cincuenta. Estaban todos enlatados. Esa fue la punta de lanza para empezar a meterme en la cosa de las producciones. Ver a la gente cómo deambulaba por muchas escenas, cachaba lo que les podía interesar, a diferencia de lo que se hacía en esa época.

Carla Arias: La primera vez que me invitaron a ver a Congelador fue porque conocí a Walter en un concierto, cuando el Sello Culebra hizo un lanzamiento en Chile, en el Teatro Alameda en Concha y Toro. Yo andaba con un amigo que había sido compañero de él en el colegio y me dice “mira este amigo mío te quería conocer, tiene una banda y van a debutar en la Background”, con Paoletti, que era argentino. El Walter es súper bacán, muy amigo mío, y además es un hueón con el que podría estar hablando cuarenta días seguidos sin parar.

Nos empezamos a hacer amigos y a hablar por teléfono todos los días, conversábamos horas, escuchábamos música, nos juntábamos, con él, con su chica en ese minuto, que ahora es una hippie que vive en el valle del Elqui. Es de esas amistades súper largas. Pero antes de hacernos muy amigos, me acuerdo de haber ido a ver a Congelador con harto interés porque también el Hugo Chávez, que era el dueño de la disquería, nos había pelado el cable a los Extravaganza!, “oye tienen que ir a ver esta banda”. Denegri los conocía también, fuimos en manga, un grupete grande. Puta, fue la raja. Fue muy sorprendente para mí verlos, me gustó mucho. Encontré que no tenía nada que ver con nada parecido en ese minuto que se estuviera haciendo. Y tenían actitud muy críptica. Tocaban súper poco, en términos de duración, y quedaba la cagá cuando se iban del escenario y todo el mundo, “¡otra, otra!” y no salían nunca. Era heavy esa actitud, muy irreverente para ese minuto. Porque no sé po’, primero no hablaban, no decían ni hola. Era solo tocar y dejar la cagá, dejar todo sonando e irse. Me sorprendió mucho, mucho, mucho y ahí empecé a conocerlos más.

Walter Roblero: Después cachamos que sí le podía gustar a alguien y dijimos “ya, sigamos con esto, grabemos discos” y nos demoramos dos años en sacar el primero, desde que nos formamos. Podría haber sido antes, pero nosotros hacíamos todo. Tuvimos dos ofrecimientos en esa época para sacar nuestro primer disco, uno de
Combo Discos de los Pánico, y el otro de Cristián Heyne que había hecho el sello Luna. Conversamos y cachamos “oye sabís que lo que nos ofrecen lo podemos hacer nosotros, así que ya tirémonos a hacerlo”. Por eso se monta Quemasucabeza.

Rodrigo Santis: En el ‘98 estábamos sacando el disco y claro, vimos ciertas posibilidades de hacerlo con el sello de los Pánico y con el sello de Heyne. Las cosas que hacían ellos eran cosas que estaban a la mano y esa época éramos más mañosos, no queríamos que nadie se metiera en lo que hacíamos. Y también estaba todo ese discurso, que te ponían un productor o no sé, cosas así que uno leía ahí como de los grupos chilenos, de esa camada de grupos de los ‘90, que se trataban de meter en tu música y nosotros ni siquiera nos sentíamos cercanos con ellos. Entonces dijimos, ya hagámoslo nosotros, tampoco se ve tan difícil, tampoco es que nos estaban ofreciendo un contrato, ni presupuesto como para hacer algo que estaba como fuera del alcance. Y ahí empieza Quemasucabeza. Con la tarjeta de mi hermano Jorge, que estudiaba periodismo. Ahí le ofrecían tarjeta de crédito, y esa línea de crédito la ocupamos para grabar el primer disco. El financista fue al final Master Card o algo así.

Walter Roblero: El financiamiento de ese primer disco existió porque Jorge ya había salido de la universidad, porque es el mayor de nosotros y ya estaba trabajando. Le ofrecieron su primera cuenta corriente, que se llamaba como “Cuenta Joven” o algo así, no me acuerdo de qué banco y tenía una línea de crédito y la hizo cagar. El hueón gastó toda la línea de crédito en el disco.

Rodrigo Santis: Fabricamos el disco y le pusimos Quemasucabeza como nombre de fantasía, cero pretensión de hacer un sello. Básicamente, era por ponerle un nombre a la edición.

Walter Roblero: Arrendamos equipos. En esa época no salía la grabación a disco duro todavía, o estaba muy incipiente. Lo grabamos en un dat en la casa de un amigo, y después mezclamos en Constantinopla, que era el sello que tenía Carlos Cabezas, porque un amigo de mi barrio, que estudió ingeniería en sonido, estaba trabajando ahí. Él fue el que grabó, mezcló y masterizó el disco y él sigue todavía. Tiene un estudio de posproducción y es ingeniero de Sol y Lluvia. Era un hueón trasher. No nos vemos mucho, pero cada vez que nos encontramos hay un cariño, ja, ja. Ahí empezamos a tocar en todos los lugares que habían.

A la gente le interesaba y nos pelaba cable, viajamos, empezamos a ir a tocar a otros lados, a Valparaíso y Concepción. Antes, hay un momento que es interesante que es como en el ‘97. Nos asociamos con ese colectivo en el que estaba LEM, El Hombre de la Atlántida, sk30, estaba Cáncer que era el Giorgio, baterista de Supersordo. Todavía sigue haciendo música como Receptor.

Rodrigo Santis: Ahí aprendimos. El disco tenía que llegar a Feria del Disco y ya ese paso ponía un montón de burocracia que tuvimos que hacer. Quizás habían otros caminos pero dijimos “oye, tenemos que tener una empresa para llegar ahí, tenemos que tener códigos de barra, tenemos que tener un montón de cosas”. Entonces, tuvimos que llamar a un contador, a la Cámara de Comercio, no sabíamos cómo era el tema de los códigos de barras, tuvimos ir que averiguar ese tipo de cosas. Ese conocimiento que agarramos también le servía a otra gente, que eran a los amigos que encontrábamos que estaban haciendo cosas bacanes y tenían cero interés en ir a hacer esos trámites. Era muy poco pretencioso. Tanto el disco de Díacatorce o de Mostro, o las cosas que hacíamos con los Griz eran el sello. Tener un sello independiente, era como “ ya, tenemos esta posibilidad de sacar estos discos”. Y lo hacíamos.

Carla Arias: Yo a los chicos empecé a ayudarles como periodista, les dije “oye, yo escribo, les puedo hacer comunicados y cosas”. Empecé a ayudarlos, pero formalmente yo tenía otras cosas que hacer. De hecho yo no me sentía parte, sentía que era colaboradora. En el fondo era muy amiga de ellos, pero una cosa como media lógica. Con el Walter me acuerdo de haber conversado. Con Rodrigo no hablábamos nada porque era súper piola. Lo conocí muchos años antes de conversar con él, en realidad. Con Walter empezamos a juntarnos y a escuchar música, nos empezamos a compartir los discos que cada uno tenía de todo ese tipo de música que no era muy habitual y claro, de ahí en adelante fue como medio lógico el paso.

Yo también estaba estudiando, conocía a alguna gente de los medios, tenía este amigo que ya trabajaba en radio, que siempre apañaba, aunque salían las menciones ultra ínfimas. Pero para nosotros era así como “guaaaa, hicimos noticia”. Así empecé a trabajar con ellos más formalmente, en temas de comunicación.

Rodrigo Santis: Hay una segunda etapa en el sello, cuando yo seguí solo de los Congelador. Walter se había salido en un minuto por hacer un proyecto propio y mi hermano también, como que tampoco le interesó tanto. Ahí es donde armamos con Carla y el Rodrigo Madrid después, que se sumó también. Ahí ya estaba la idea de hace un sello más formal. Hicimos nueva sociedad con Carla y Rodrigo Madrid, ya pensando en hacer una empresa que se sustentara, que generara recursos para poder grabar más cosas, con otra mentalidad, ya no era tan a lo amigo. También pasó que la primera etapa del sello era como “si vamos a hacer este tipo de cosas, lo hacemos con grupos con los que nos den muchas ganas de participar y encontremos que están muy bacán”. Pero con eso sacábamos con suerte un disco al año.

Walter Roblero: Era un sello totalmente de amigos y ellos se replantean el sello. Yo caché que en realidad no me quería dedicar a eso. Me había dado cuenta que, en realidad, para ganarme la vida no quería dedicarme a eso. Ha sido otra volada la mía, nunca he dejado de hacer música. Pero no me arriesgué a dedicarme a la música para ganarme la vida. A lo mejor podría haberlo hecho o a lo mejor no. Por un lado, tenía otros intereses y por otro no tuve el valor. Ahí ya me había metido a trabajar en el tema de los derechos humanos, que es el tema que yo trabajo.

Hubo un intermedio en que trabajé con Rodrigo como en el 2006. Dejé de trabajar en eso y me puse a trabajar con el Rodrigo un par de años y eso me sirvió para darme cuenta que no quería trabajar en música. En la burocracia de la música. Ahí la Carla con el Rodrigo se replantean la hueá y se asocian con un amigo muy querido, Rodrigo Madrid, que era la cabeza pensante en términos de negocios y empieza a tirar para arriba el tema. Era compañero de colegio del Carlos Reinoso, de AyeAye. Y por eso lo conocimos y después conversando los chiquillos hicieron el Quemasucabeza como es ahora, como un sello de verdad. Pasaron como siete u ocho años.

Jaime Baeza: Está este ingeniero de Quemasucabeza que hizo un cambio, yo creo que esa es la persona clave. “No te juntís más con este y este otro, porque no vai a llegar a ningún lado, júntate con este, con este y con este”. Creo que él es el que hace ese cambio.

Boris Orellana: Los primeros que se nos acercaron a nosotros fueron los Congelador con Quemasucabeza, pero lo de Congelador fue en una tocata. Nos pusimos a hablar con ellos. En lo personal, en aquella época yo no vibraba con ese sonido tan Slint. A mí el postrock lo vibré cuando Mogwai sacó el primer disco. Entendí ese lenguaje. Nunca me las he dado de que soy el tipo que abre el tema. Parto de muy atrás y luego comienzo a entender la lógica. Pero había cosas que valorábamos por la intención.

Carla Arias: Me acuerdo que nosotros empezamos a trabajar con no sé, con Díacatorce. Decir trabajar era mucho, porque era como “tenemos este disco grabado”. “Ahh sí, mira podemos hacer esto”. O sea, hasta hoy la carátula de Díacatorce ponerla en un computador en alta resolución es una tragedia porque se ve como el hoyo ¿cachai? Está toda pixelada.

Rodrigo Santis: Hubo que darle una vuelta a esa estructura de cómo hacer un sello para que funcionara. Porque, en realidad, hacer una especie de sello de autor, yo creo que no da en la estructura chilena, o sea da, pero no para las pretensiones que teníamos nosotros, que era sacar discos, sacar material, y grabar en buenas condiciones, que se sustentara. Yo creo que hay otras opciones que son súper válidas, sacar las cosas que tú querís cada cinco años, pueden ser millones de alternativas. Pero lo que nosotros queríamos era que funcionara y fuera autosustentable.

Teníamos que hacer una estrategia comercial. Era necesario también ponerse a pensar en eso. Hasta ese minuto no lo habíamos pensado, era todo: “ ya, nos gusta hacerlo, lo pasamos bien, nos llena el espíritu”, pero también era dedicarle todo el tiempo y ahí hacer tu trabajo. De alguna manera, tenía que ser sustentable y para lograrlo había que empezar a pensar en estrategias comerciales y cosas que en algún minuto nos parecían súper lejanas, e incluso nos queríamos alejar de eso, pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que no era posible para nuestro objetivo. No fue un punto de inflexión de un día. Fue un período entre el 2002 y el 2004, en el que ya se había desgastado el proceso del sello liderado por la banda, por Congelador, se empezaron a ir de a poco, salió Walter. La salida de Jorge después de varias conversaciones, no estaban resultando ciertas cosas, no funcionaban, teníamos ciertos problemas para trabajar ahí, peleas de hermanos. O sea, era para pasarlo bien o para que tengan algún tipo de gratificación espiritual aunque sea, pero no, ni siquiera la estaba teniendo. Ahí fue el cuestionamiento y el cambio.

Carla Arias: Se fue dando la cosa a medida que pasó el tiempo y te diría, más seriamente, cuando entró el Gepe. Fue como, “ ya, agarremos este cabro que tiene tanto talento y que es tan bacán, ayudémoslo”. Y ahí fue como “ya, puta, armemos una estructura para poder tirar para arriba todo lo demás”. O sea, el mismo Panorama Neutral, ahí fue como hubo una conciencia, imagínate, ya estamos hablando del 2005. Sabíamos que en Chile no íbamos poder hacer mucho más de lo que se había hecho. O sea, agarramos una dinámica y yo hacía comunicados y los mandábamos.

Yo tenía contactos en los medios, tenía algo de repercusión, pero realmente cuando la cosa se empezó a notar, fue cuando hicimos el Panorama Neutral y lo llevamos para afuera. No fue al revés, no fue que acá dijeran, “estos cabros están haciendo la hueá la raja, apoyémoslos y publiquemos”. No fue así, fue después. No sé si el Rodrigo y el Walter pensarán igual, pero yo creo que eso fue fundamental porque los medios no hablaban de una cosa que no estuviera consolidada, o sea jamás, jamás, jamás iban a publicar así ¿de Congelador o de Mostro? No. Nosotros hicimos el Festival Neutral el 2004 y salió en ciertos medios que íbamos a hacerlo, así unos recuadritos súper chiquititos, pero porque yo había hueviado hasta que me había dado hipo al contacto para que por favor me publicaran alguna cosa. Más que todo, era poder generar espacios para poder –primero– tocar, porque no había mucho y después también obviamente, editar los discos.

Distribuir los discos en ese minuto era un dolor de cabeza, porque no teníamos nada de posibilidades ni operativas, ni logísticas para hacerlo. Era ir a dejarlo a las disquerías, ir a rendir cuentas. Nunca hemos hecho el cálculo, pero la cantidad de discos no pagados que tuvimos de esa época deben ser muchísimos porque no teníamos ningún orden administrativo. Además, las disquerías eran heavys porque tú ibas a buscar los discos y te decían “ah, sí, puta vendí un par, pero no tengo plata ahora, ¿puedes volver después?”. Muchas de esas disquerías cerraron y nunca pagaron, era bien precario todo.

Rodrigo Santis: Una cosa es el caso mío y el resto, porque claro, yo trabajé quizás el 2000, como tres años dedicados exclusivamente a Quemasucabeza y después tuve dos años en que tuve que volver a trabajar en paralelo, en otro lugar también. Después me salí de esa pega y me quedé exclusivamente en Quemasucabeza. Ya seguí de nuevo hasta ahora. Ya somos varios los que trabajamos exclusivamente de Quemasucabeza. Del 2010 en adelante empezó a armarse, como que a sumarse gente que dependía 100% de esos recursos que generaba el sello.

Carla Arias: Fueron varios factores que empujaron que fuera en esa fecha, por ejemplo en el Neutral del 2004, nos dimos cuenta que podíamos hacer un festival. Me acuerdo de mi pánico, tuve como un pánico escénico no diagnosticado ese día, porque me acuerdo que estaba todo listo y yo no quería abrir las puertas, estaba cagá de miedo. Me daba pavor que pasara algo con la gente, que hubiera algún accidente. El Teatro Novedades era súper viejo y decía, “aquí hay un temblor y nos morimos todos”. Me acuerdo que cuando terminó el festival y le hicimos el quite a impuestos internos, nosotros no teníamos ni uno, ni uno, ni uno y nos auspició Kross, que en ese minuto era una pyme y nos pasó chela y empezamos a vender la chela sin ninguna autorización.

En ese show nos pasó todo lo que nos podía pasar pero sorteamos todo bien, porque teníamos todo organizado y preparado para todos los escenarios. Después de eso, hubo una especie de conciencia de que en realidad lo podíamos hacer. Rodrigo hacía mucho rato que venía con la idea de poder dedicarse al sello, solo al sello y dejar de trabajar en otras pegas que tenía y yo cada vez que me lo decía, pensaba, “oh qué lindo, el pobre”, así como qué ingenuo.

Yo soy súper poco arriesgada en la vida. Salirme de mi pega oficial para dedicarme al sello no lo pensaba pero ni por un segundo. Además, yo empecé a trabajar en cosas que si bien eran cero la onda de la música, me encantaban. A mí el periodismo informativo me encantaba. Tenía que sacar programas al aire en vivo y esa hueá para mí era como la adrenalina de los show en vivo. Que mi pega fuera distinta todos los días también y, en realidad, era bien distinta todos los días, dependía mucho de lo que pasara. Siento que en ese minuto hubo esa conciencia y siento también que el que llegara Gepe fue como decir, “ puta este chico que tiene mucho talento, que ganas de desarrollarlo en serio”.

Gepe: Yo me acuerdo que con el Taller Dejao grabamos un demo. Y una vez hubo una tocata, onda 2000 o 2001 en el ex Teatro Italia, que en ese tiempo debió haberse llamado de otra manera. Tocaba Javiera Mena —de las primeras, primeras tocatas—… ¿O era Guiso? Ah, no, era Javiera Mena con Construcciones Ornetológicas, se llamaba, un dúo de free jazz. Maravilloso. Un hueón que tocaba el saxofón, y el otro que tocaba la batería. Eran dos hermanos, que se me olvidaron los nombres.

Entonces, yo llegué a la tocata, me acuerdo, con el Diego Morales y con mi demo de Taller Dejao. Quería encontrar a alguien a quien dárselo que tuviese influencias, qué sé yo. Y Javiera Mena, era un mito que tocaba Javiera Mena, tocó Guiso al final, me acuerdo, con Construcciones Ornetológicas, maravilloso, que era increíble ese grupo, y Guiso, que estaba bueno. La cosa es que estaba Walter Roblero ahí y dije “a este hueón le tengo que pasar este demo” y fue como “¡tío, tío!”. Yo sabía que él tocaba en Congelador, yo había visto a Congelador un par de veces. Bueno, se lo pasé y fue como “ah, ya, sí, ok, gracias” y no me habló más.

Rodrigo Santis: El proceso yo creo que se empezó a concretar con el Panorama Neutral. Era hacer el compilado de bandas, era como está interesante lo que está pasando, tratemos de juntarlo en un compilado.

Carla Arias: Con el Panorama Neutral fue igual. Hicimos los discos en cd–r, con carátula fotocopiada y la llevamos a los shows. Yo había pedido un crédito para comprarme un auto, había aprendido a manejar y todo, y de repente dije “¿cómo me voy a comprar un auto?”. Yo vivía al lado de la pega, no tenía hijos y tenía que pagar estacionamiento, era un cacho. Y le dije a Rodrigo, “¿sabís qué? vámonos de viaje, ya que nunca nos casamos, hagamos una luna de miel”. Y nos fuimos de viaje al Primavera Sound y ahí le entregamos el disco a caleta de gente. Después fuimos a Londres también, le entregamos el disco hasta los hueones de la Warner.

Fue súper bonito ese viaje, súper inspirador. A raíz de eso mismo la cuestión metió acelerador porque fue como, “oye mira, podemos hacer tantas cosas golpeando puertas”. Yo me acuerdo de la primera vez que fui a Rockdelux, en el 2001. Yo llegué a golpear la puerta y cuando logré que me recibiera Santi Carrillo, me dijo “oye pero si estos discos no van a estar editados en España, nosotros no podemos hacer nada”. Eran los de Congelador. Le dije, “ bueno ya, te los dejo, escúchalos”. Y de ahí lo jotié hasta que me pescó. Y después cuando fuimos con el Panorama Neutral la recepción fue distinta, más cercana.

Rodrigo Santis: Dijimos, aprovechando que tenemos unos viajes, mostrémosle así a la gente lo que pasa en Chile. Eso fue un poco la idea de ese compilado y fue como el puntapié inicial de la etapa más actual de Quemasucabeza. La primera etapa es cómo le das forma, es como el alma un poco, el espíritu del sello. Pero ya como sello propiamente tal, yo creo que partió como en esos años, como el 2004. Eso tiene más que ver con lo que estamos haciendo hasta ahora.

Carla Arias: Esa reseña en Rockdelux fue heavy, porque cuando salió primero los músicos no lo podían creer, onda, “¿en qué minuto pasó esta hueá? Y además, era una muy buena reseña, era una muy buena crítica de lo que estaba pasando acá. Fue bonito y en el fondo, yo siento que nos inspiró mucho ese viaje y ese disco en particular.

Para nosotros, imagínate, la revista era un referente.Entonces, conseguir que me pescaran, fue maravilloso.
Cuando nosotros les pasamos el disco fue como, “oye mira. esto estamos haciendo allá, escúchenlo”. Nunca nos dijeron que lo iban a publicar, hasta que salió. Y cuando salió fue como que todo el mundo, amigos nuestros que vivían allá nos empezaron a avisar y les decíamos “ pero cómo, si el disco ni siquiera está editado”. Y al final después se editó por Astro, un sello de allá. El de Gepe también salió por Astro, el Gepinto. A partir de ahí la relación con Rockdelux fue muy buena, de hecho salió hasta el recopilatorio de los quince años y un informe. Para ellos primero era singular. Cuando yo fui la primera vez deben haberme encontrado súper así como, “miiiiren, lo que queriiiía”. Pero después, hasta el día de hoy, se lo enrostro a Santi Carrillo, siempre le digo “oye, ¿te acordai cuando me dijiste que me fuera pa’ la casa porque el disco no iba a salir en España así que chao?”. Han tenido súper buena receptividad con las cosas buenas, y en general son tipos muy informados, aunque no hubieran sabido por nosotros mismos yo creo que igual le hubieran llegado a la escena chilena de alguna forma.

Milton Mahan: Ahí hay una persona clave detrás, que es Rodrigo Santis, ¿cachai? Creo que Rodrigo Santis supo ahí poner oreja. Tiene una oreja pro, privilegiada de alguna forma, de saber reconocer estos movimientos. Él dejó de lado un poco su trabajo musical, por hacer este trabajo de gestión. Yo toqué con Gepe harto tiempo, entonces vi todo el trabajo que se hizo, cuando todavía no existían. Mirando las estructuras que existen ahora, no existía esto de tener roadie, cuando se estaba recién probando esto de tener sonidista.

Me acuerdo que, como tocaba con Gepe, Gepe decía “yo tengo un sonidista”, que era el Ariel. Y el Gepe decía “no, si es terrible bueno”, y en verdad, ahora que yo soy sonidista, digo “ bueno, quizá no era tan bueno”, pero era lo que había en ese momento, y yo creo que nadie sabía por qué había que tener un sonidista ni nada. Pero de alguna manera, esa pequeña estructura que empezó, creo que la daba Quemasucabeza, como con la experiencia que ya tenían con Congelador. Me acuerdo que ensayábamos en la sala de los Congelador con Gepe, y creo que todas esas cosas fueron haciendo que también, en el caso de que yo conocía un poco más al Gepe, igual me tocó tocar alguna vez con el Gepe y la Javiera, pero creo que lo fueron estructurando esto para que fuese un poco más serio, más consciente, darle como un sentido quizá más de industria. Creo que fue lo que hizo este cambio. Y las canciones, evidentemente.

Gepe: En 2004 saqué 5×5 en Jacobino Discos, y ahí yo ahí ya quería dejar Taller Dejao, y la única persona que se me ocurrió, digamos, fue el Rodrigo Santis, que tenía un sello o cierta infraestructura, y tenía, qué sé yo, máquinas para grabar, que yo no sabía ni tenía, y no se me ocurría nadie más po, ya que el Walter no me dio ni bola. Entonces, le empecé a hinchar las pelotas al Santis por mail. “Oye, anda a la tocata” y no sé qué, y justo toqué en el Club Bizarre como Gepe, en ese momento, sólo la guitarra y después venía, no sé po, Saray y otra gente así, y ahí, yo creo que después de una dos tocatas, se convenció de que tenía sentido grabar, y ahí grabamos todo en el 2005. Entre su casa, mi casa.

Rodrigo Santis: Creo que todo ese currículum y ese background sirvió. Hubiera sido otra realidad a la actual si no hubiera pasado todo eso del comienzo, o sea si no hubiéramos aprendido a editar discos, a crear una empresa, hacer todo ese tipo de burocracia o todo lo que aprendimos de distribución. No siento que el legado de esos primeros años haya sido como inspirador para otra gente, onda “ay yo en realidad creé mi sello gracias a Quemasucabeza”. O sea, los logros hasta esa época eran básicamente dejar discos en disquerías, pero no era algo que tuviera tanta repercusión.

Honestamente, siento que de lo que hemos hecho hasta esa época, cuando empieza a salir lo de Gepe y de ahí en adelante, sí es parte fundamental de la escena independiente actual. O sea, no exclusivamente. Pero sí, si no hubiera salido Gepinto, si no hubiera salido el Esquemas Juveniles como salió, el Panorama Neutral, o cosas así, hubiera sido otra cosa diferente. Yo creo que sí repercutió en lo que ha pasado después. Lo de Gepe, en especial, yo creo que es un antes y un después. Como que si tú mirabas en Las Últimas Noticias el titular que era como que Gepe estaba dejando la escoba aquí en la escena musical. Y hacían galerías de fotos de Gepe, salía como el nuevo Víctor Jara. Es una las primeras bandas que empieza a llegarle al público más popular, más transversal, entonces empezó a pasar también lo de Javiera Mena, y yo creo que ahí ya se marca un cambio.

Walter Roblero: En lo personal, creo que yo me fuera de ahí fue bueno porque yo, necesito para involucrarme con algo, que me guste harto y no sé si me gusta tanto el desarrollo del catálogo como se ha dado hasta ahora. Hay música de ahí que no me interesa nada, pero me gusta que les vaya bien igual, me gusta que exista y que todo el trabajo que le han puesto haya resultado. Ahora trabaja mucha más gente ahí, pero me da la impresión (no es que yo pase metido allá) que la gente que trabaja ahí es feliz, entonces no sé. Uno dice “chucha, en los noventa esto no existía, ahora se puede hacer”.

*Puedes encontrar el libro acá.