Nos encantaría estar escribiendo en estos momentos todas las impresiones que dejó el show de Doom en Chile: cómo sonó el concierto, la recepción por parte del público y lo que en general significaría la primera visita de la insigne banda de crust a nuestro país. Tristemente, son otros los hechos que se roban la atención. La muerte de tres personas y más de 10 heridos fue lo que acaparó las miradas de los medios nacionales e internacionales, golpeando a todos de igual manera por la brutalidad de lo acontecido. Pero los portales buscaban encontrar también su propio golpe.
Minutos después de haberse producido el fatal desenlace, la cobertura por parte de diferentes cadenas de información no se hizo esperar. Los rumores iban en aumento, buscando algún tipo de explicación a lo ocurrido. Varias páginas web no dudaron un segundo de colgarse de aquellos dichos sin fuente confirmada para armar su nota, siempre tratando de ganarle el quién vive a su competencia.
La irresponsabilidad por parte de periodistas y editores se hacía cada vez más evidente, con notas que mutaban a cada segundo. El periodismo de especulación comenzaba a operar nuevamente en torno al desafío por acarrear más clicks, sin importar que hubiera fallecidos en el acto y familiares que nada sabían aún de sus más cercanos. Sobreventa del recinto e incluso la caída de parte de la estructura del local fueron las teorías que más se repitieron entre ayer y hoy, alejándose y desvirtuando totalmente la realidad.
Con los primeros reportes de las autoridades, sumado a las declaraciones de algunos testigos directos, el panorama comenzaba a aclararse poco a poco. Pero sólo para abrir otro frente de desinformación. Publicaciones tendenciosas que destacaban el carácter de “crust punk” en sus titulares, haciendo parecer este como un agravante de lo sucedido. Pareciera que el tipo de música es determinante al momento de cubrir una tragedia. ¿Pasaría lo mismo si el concierto fuera de pop, electrónica o folclore?
Sin ir más lejos, La Nación publicó -lo que es a su juicio- un “curriculum” de la banda. Se destaca el pasado del recinto como discoteca gay, donde además se habrían alojado espectáculos de transformismo. ¿Esta información guarda directa relación con la agrupación británica?, ¿pudo haber afectado de alguna manera las instalaciones? Acotación que bien podríamos señalar como homofóbica y fuera de lugar.
El periodista también hace una descripción parcial de la banda. Se acopla a Wikipedia para referirse al crust como “una forma de hardcore de expresión terrorífica”, pasando por la etimología del nombre Doom, que con diccionario en mano, define como “muerte, fatalidad, maldición, destino aciago o destrucción”. Finalmente, y cosa que se repitió en otros medios, se enfatiza en el carácter anarquista de sus letras y el mensaje antisistémico. Por si fuera poco, el video de promoción del evento es presentado como un llamado a la desobediencia civil. Todo lo citado anteriormente sirve para ejemplificar el desenfoque de los medios masivos de comunicación, con un un movimiento que se aleja totalmente de los estereotipos planteados.
La ética periodística se debe basar en precisión, humanidad y sobre todo, responsabilidad. Todos estos valores suprimidos por, quisiera pensarlo así, la ignorancia de quién escribe. Pareciera que la reciente catástrofe en la región de Atacama no ayudó a sacar nada en limpio con respecto a esta materia. La autocrítica es necesaria no sólo en los aspectos técnicos y de seguridad que envuelven cada espectáculo musical, sino que también a la hora de escribir sobre cada uno de ellos. Más aún cuando tienen finales tan tristes como el de ayer. Es nuestro deber como periodistas, y más aún como individuos, denunciar este tipo de actos que enturbian el ejercicio.
De parte de todo el equipo de POTQ queremos hacer llegar nuestras más sinceras condolencias a las familias de los afectados y esperamos que todo lo ocurrido se resuelva lo más pronto posible. Nada devolverá la vida de esos tres hijos, hermanos, amigos, pero de nosotros depende mantener la dignidad del caso y acabar con el circo mediático. Al parecer, en Chile siempre se respetará más la muertes de los jóvenes con mejor apellido.
Foto* Agencia Uno