Por Rodrigo Alarcón y Javiera Tapia
El martes 10 de mayo se entregaron por segundo año consecutivo los Premios Pulsar, creados por la Sociedad Chilena de Derecho de Autor (SCD) con el fin de reconocer lo más destacado de la escena musical local. Si el año pasado Ana Tijoux se impuso en las principales categorías, esta vez fue Camila Moreno -nominada en cinco categorías y ganadora en tres- quien dominó la noche, gracias a su disco Mala Madre.
Los Pulsar se dividen en 22 categorías a las que músicos, sellos, productores o investigadores pueden postular. El resultado lo decide un jurado convocado por la SCD, que incluye a músicos, especialistas, ingenieros, productores, promotores, periodistas y, en general, personas que giran en torno a la industria musical. Solo el premio a Artista del Año se escoge a través de votación popular y este año quedó en manos de La Combo Tortuga.
Con solo dos años de vida, a primera vista, todo parece ir bien. La ceremonia fue transmitida en vivo por TV abierta, radio y streaming. Desde la mañana siguiente, los principales medios dieron cuenta de sus hitos: los ganadores y las presentaciones en vivo de la misma Camila Moreno, Eduardo Gatti, Quilapayún, Álvaro Henríquez, Manuel García, Valentín Trujillo y (me llamo) Sebastián, entre otros músicos. Tal como el año pasado, hubo alfombra roja, cóctel, múltiples publicaciones en redes sociales y palabras de buena crianza para el cancionero local.
Sin embargo, el panorama no es realmente tan luminoso y muchos miran con escepticismo los premios. Incluso entre los propios participantes hay cuestionamientos: “Casi todos estamos de acuerdo en que en algún minuto tiene que haber un feedback de parte del jurado hacia la SCD, de manera que sepan las inquietudes y recojan los detalles que uno advirtió en relación a ciertos errores o cosas que se pueden hacer mejor, más que errores”, explica Tito Astete, productor que fue jurado en Mejor Artista de Balada e Instrumentista del Año.
Uno de los temas que inquietaron a los jurados fueron las nominaciones: “Por ejemplo, en Balada, cuando hay artistas que no están en la radio, que tienen una gestión muy underground, que han hecho un disco de covers, no tiene mucho sentido que participen de esas categorías. A mí no me parece que los artistas solo se postulen. Los jurados sabemos perfectamente lo que está pasando en el día a día en la música y si vemos que hay alguien que tenga que estar, más allá de que se postule, debiera nominarse”, opina Astete.
Del mismo modo, el periodista Darío Zambra, jurado en Mejor Artista Rock, considera que “se puede mejorar la preselección. Como se postulan las propias bandas, uno escucha muchas buenas, pero también otras a las que les falta harto. No sé qué mecanismo se puede implementar, pero hay que revisarlo”.
También hay dudas respecto de la forma en que se ordenan las categorías. Este año, por ejemplo, Camila Moreno se impuso en Mejor Artista Pop, en desmedro de Gepe, (me llamo) Sebastián, Niño Cohete y Dënver. ¿Son todos comparables realmente bajo la etiqueta del pop? ¿Es más pop Mala Madre que Nuevo Hogar, el disco con que Diego Peralta participaba en la categoría de cantautores, por ejemplo?
Algo similar ocurre con Matorral, que se adjudicó la categoría Mejor Artista Rock con Gabriel, seguramente el disco menos “rockero” que han editado en toda su carrera. “¿Qué es rock, qué es pop, qué es alternativo? Hay una categoría que se llama música urbana y es complejo definir algo así – dice Felipe Cadenasso, vocalista del cuarteto y quien también fue reconocido como Mejor Productor Musical. En lo personal me da lo mismo el apellido que nos pongan. En el caso de Matorral, obviamente es nuestro disco menos rockero, pero tampoco es pop. No sé cómo podría catalogarlo, porque no pienso la música desde una concepción estilística”.
Para Tito Astete, “hay artistas que pelean entre sí en categorías que no les corresponden. Había músicos, por ejemplo, a los que claramente les correspondía más un premio a la trayectoria que pelear con alguien más vigente. Hay que definir bien los caminos por los que transitan los artistas, para que puedan pelear un premio Gepe y Álex Anwandter, por ejemplo, y no Gepe con Mario Guerrero. No es por tener una actitud peyorativa, sino porque son conceptos diferentes”.
De este modo, es difícil entender los parámetros de una competencia que, por sí sola, ya es compleja: “Es imposible determinar al ‘mejor’ en una expresión artística. Se presta para confusión, ya que algunos pueden pensar que ahí está el foco o, peor aún, ¡que hay efectivamente mejores y peores! Eso en el arte no existe. ¿Quién es mejor? ¿Mistral o Lihn? ¿Huidobro o Neruda? No compiten entre sí, entregan distintas cosas -dice Felipe Cadenasso. En todo caso, es una idea de competencia y éxito que no sucede únicamente en la esfera de Pulsar, sino que está instalada en el sistema de vida y tanto músicos como prensa caemos en el juego”.
“Lo bonita y equitativa que se ve la SCD desde afuera”
Una de las críticas que surgieron en los primeros Pulsar fue la escasa participación de mujeres en el jurado, algo que cambió en esta versión. “Valoro que acogieran la crítica. Ahora hay al menos una por cada categoría, un número que sigue siendo insuficiente teniendo en cuenta que hay muchas otras buenas profesionales en el área, pero es un avance”, dice Darío Zambra.
Con ese fin, incluso, la SCD fue más flexible que el año anterior. Así lo cuenta la investigadora Eileen Karmy, jurado en la categoría de Música Tropical: “El año pasado me invitaron pero no se podía, porque era necesario que fuera presencial, especialmente para asistir a la reunión del jurado para dirimir. Este año me volvieron a invitar, sabiendo que sigo viviendo fuera del país, e hicieron la excepción conmigo para votar en línea. Mucho más allá de mi persona, para ellos era importante sumar mujeres, para responder a las críticas”, relata.
Aunque dice que “fue una buena experiencia” participar de los Pulsar, en su categoría el procedimiento no fue del todo riguroso, ya que la reunión que debían sostener los jurados simplemente no se realizó: “Más allá de las razones que se nos dieron sobre por qué no se hizo esa reunión, el hecho me dejó con una sensación amarga y de decepción”, se lamenta.
“La SCD habría propiciado una votación más transparente con el simple hecho de concretar la reunión que se nos dijo que habría para dirimir. No sé por cuántos votos ganó el grupo ganador, tampoco sé por cuántos votos no ganaron los demás nominados y, lo que me parece más grave, no sé cuáles fueron los criterios que pesaron para dirimir. Si hubiéramos tenido esa reunión, hubiéramos podido conversar y todos tendríamos más claridad sobre el proceso”, explica.
“Mandé dos o tres correos preguntando por qué se suspendió la reunión y solamente me respondió una persona, diciéndome ‘sí, una pena que no se hayan podido juntar’, como si hubiera sido culpa de nosotros. Ellos tenían la responsabilidad de generar la instancia y esto me hace pensar que en realidad les interesa poco el proceso de elección. Más les interesa lo bonita y equitativa que se ve la SCD desde afuera, con más mujeres en el jurado y con una votación popular, pero sin una instancia de diálogo entre el jurado ni un criterio claro sobre el premio”, añade.
“Se copió la forma pero no se copió el fondo”
Otro de los temas que quizás debiera mejorar (y que mencionamos el año pasado) tal vez no tenga pronta solución, ya que sus causas son más profundas: la evidente endogamia dentro de la música chilena.
Han habido casos de jurados que también han sido nominados, como el periodista Manuel Maira, que en 2015 postuló al premio a Mejor Publicación Musical. Este año, hay al menos dos claros ejemplos: René Calderón fue premiado como Instrumentista del Año y es consejero de la SCD, que organiza los premios; y José Manuel de la Barra, fundador de Charco, fue jurado en la categoría Mejor Artista Pop, en la que competía una de las artistas que promociona su agencia, Camila Moreno.
Se espera que si un jurado ve dentro de una categoría un disco o músico con el que está directamente relacionado, inmediatamente no pueda votar por aquel artista. Y estos topes no son una responsabilidad de Pulsar o la SCD, sino tienen que ver con lo cerrada y pequeña que es la escena. “Este es un premio en donde los actores de la industria se premian a sí mismos”, fue una frase que se repitió constantemente en la transmisión de televisión, pero ¿no podría ser más cuidadosa la selección de jurados y nominados?
“No hay que ser ingenuos -subraya Felipe Cadenasso. Sabemos de relaciones concretas entre músicos y gente de radios, diarios y prensa; programadores radiales que participan como productores de discos, periodistas que se involucran a nivel de gestión con bandas y que tienen los medios justamente para instalarlas en la escena local o productoras que hacen booking y sus bandas se repiten en los festivales que arman”.
“A estas alturas no sé si es normal, natural o antiético que se den estas cosas y no las juzgo, solamente espero que los auditores no sean tan ingenuos de pensar que la parrilla de un festival o lo que suena en las radios y medios está determinado únicamente por méritos musicales”, agrega.
Por su parte, Tito Astete asegura que “casi todos estarían de acuerdo en que la premiación debe estar a cargo de muchas personas y no de un jurado de cuatro, seis o diez personas. Casi todos los jurados son convocados porque destacan dentro de la industria, pero lamentablemente cada uno está vigente también porque participa del día a día de estos mismos artistas”, señala.
“Doy fe de la seriedad de los jurados, pero sería mejor que ellos nominaran a los artistas y la votación fuera al estilo de los Oscar, que es una comunidad la que vota. Tenemos una SCD con seis mil socios y es perfectamente posible que votaran. Por supuesto que no lo harán todos, pero aunque fuera el 15 por ciento, sería una buena muestra, porque toda la gente de la SCD está en la industria musical”, añade.
Quizás, así el premio se acercaría a uno de los anhelos que manifestó el presidente de la sociedad, Álvaro Scaramelli: “Buscamos que los Pulsar con el tiempo se conviertan en los Grammy chilenos y que para el próximo año más cantantes y creadores se animen a participar”, fue una de sus declaraciones en la noche del martes.
No obstante, hay quienes creen que falta mucho para eso. Gonzalo García es vocalista de Planeta No, banda que ganó Mejor Producción Audiovisual Vinculada a la Música, y puntualiza que “los Grammy están insertos en una sociedad con leyes culturales muy proteccionistas (sí, en el paraíso liberal), fuertes mecanismos de lobby político nacional e internacional para proteger su industria cultural, enseñanza artística firme y gremios súper rígidos, de los que emanaron academias y sistemas complejos de jurados no tan democráticos, pero sí bastante severos”.
“Es decir, se copió la forma y está Nacho Franzani de terno, pero no se copió el fondo: la sociedad que cobija a los Premios Pulsar no escucha música ni genera un marco para darle un premio a los buenos músicos del momento”, enfatiza.
Hay algo más que merece atención: los Pulsar pretenden ser una instancia en la que la industria se premia a sí misma, el lugar en que los músicos, productores y promotores destacan lo mejor del año. ¿Es necesario que el periodismo especializado figure también ahí? ¿Es tarea del periodismo promocionar o promover la música sólo por el hecho de ser un producto local? Por acá pensamos que el periodismo está para informar, documentar y sí, recomendar material cuando es interesante por algún motivo, bajo un contexto. Debe estar atento y ser espectador, no protagonista. El periodismo es parte de una cadena de comunicación, pero nunca debería cumplir con la función de puro y duro promotor. Para eso están las agencias de prensa y booking, no los medios de comunicación.
¿No sería más adecuado un premio propio de la prensa especializada? El Premio Ruido está a cargo de Periodistas Asociados de Música (PAM) y es un buen ejemplo de un gremio que destaca lo que ha cubierto todo el año.
Quizás, todo sería más claro si en los Pulsar votaran sólo los miembros de la SCD, pero eso marginaría a muchos profesionales, ya que los afiliados son músicos y editores. ¿Cómo se puede aspirar así a unos Grammy chilenos? Éstos son entregados por la Academia Nacional de Artes y Ciencias Discográficas, una entidad que representa a una industria y no una gestora de derechos, como es la SCD. Son dos cosas muy diferentes.