En la carátula de Papel, el primer EP de Pujem, se advierte el rostro de Javier Poduje, el responsable de la composición, grabación y producción de estas seis canciones, que apenas sobrepasan los 25 minutos. Se advierte en una figura construida con líneas negras y bien definidas, muchas rectas, en contraste con un fondo absolutamente blanco. Es un retrato extraño, en el que se enredan y confunden aquellas líneas que figuran el centro del rostro, mientras se advierten con claridad las del contorno. De lejos parece sencillo, pero de cerca se aprecian detalles antes escondidos.
De cierta manera, así también se escuchan las canciones que el también baterista de Patio Solar canta con una voz a veces aguda, a veces nasal, a veces algo raspada y siempre poco convencional. El sonido es brillante, sobre todo el de la guitarra, que parece prescindir de las cuerdas más graves y se dedica arpegios levemente distorsionados o precisos rasgueos. También es así el sonido de la batería: claro, limpio, muchas veces definido por patrones perfectamente regulares. Esa austeridad, sin embargo, es matizada por ciertos detalles. Por aquí y por allá, por ejemplo, aparecen melodías de teclado que construyen armonías sorprendentes. Ahí está “Lalallala” para comprobarlo, con una segunda parte completamente distinta, que paulatinamente vuelve al punto de partida.
Hay también cierta templanza en la música de Pujem. No hay en estas canciones ni enormes ambiciones, ni la urgencia habitual en los primeros discos. De hecho, las últimas líneas podrían hablarle a otra persona, pero también podrían ser perfectamente autorreferentes y describir ese carácter: “Alguien te verá vivir / te cuidará y te querrá / y se enterará de ti / y llegará tu día bueno”.