Aunque la pregunta pueda parecer una obviedad, la respuesta tiene varias aristas desde ángulos diversos que conviene tener en cuenta a la hora de analizar la reciente noticia del cierre de CHV Música. Esta apareció con las aspiraciones de ocupar, en cierto modo, el vacío dejado por Feria Music, y el espacio que ha quedado vacante y que nadie ha conseguido llenar, desde el estrepitoso fracaso de las multinacionales del disco en Chile desde principios de siglo.
Chilevisión Música nace apenas hace dos años. Un tiempo muy escaso para haber decidido que no tenía futuro. Si en cualquier negocio dos años parece poco plazo para tomar una decisión de tal calibre, en el mundo musical es apenas un suspiro. Los grandes festivales se marcan plazos de unos cinco años para recuperar la inversión y llegar al break-even, o sea a alcanzar unos ingresos que compensen la inversión y comenzar a ganar a partir de ese momento. Por eso sorprende la rapidez en dar por terminado este proyecto.
Echando una mirada rápida por el catálogo de CHV, queda claro que su apuesta no era por el desarrollo de nuevos artistas, sino que actuaron con una política muy agresiva de fichajes con carreras bastante consolidadas: Nano Stern, Chico Trujillo, Manuel García o, últimamente Alex Anwandter. El último nombre que se hizo público en firmar por la disquera fueron los renacidos Chancho en Piedra, que habían firmado apenas hacía una semana, con lo que la sorpresa por las últimas noticias es aún mayor. Como se puede observar, no es que buscaran entre jóvenes promesas con la idea de apoyarles en el crecimiento de su carrera sino que, a golpe de talonario, pensaron en crear algo parecido a una pequeña multinacional agrupando artistas de probada eficacia.
Pero claro, eso nunca es barato. Las exigencias de inversión de nombres tan importantes en la industria local, no son las mismas que las de un grupo que graba para Piloto, por poner un ejemplo. Aunque claro, el retorno esperado, tampoco. También CHV se especializó en recuperar algunos discos del acervo musical local como La Voz de los 80 de Los Prisioneros o Violeta Parra.
Como no hay explicaciones concretas (la nota de La Tercera sobre este cierre, explicita que no han querido hacer ninguna declaración sobre el asunto), las hipótesis a manejar son varias. La más obvia, la apuntada antes. No salían las cuentas, esperaban que en un par de años fuera ya un negocio rentable y no pasó. No sabemos los gastos operativos, quiénes trabajaban en este departamento, los manejos del mismo y las cifras para tan abrupto final.
Lo que sí sabemos es que en 2015 hubo un cambio relevante en el canal perteneciente a Time Warner. Desde 2002 el director ejecutivo del canal había sido Jaime de Aguirre. Se había mantenido en su puesto a pesar de los cambios de propietarios y accionariado pero, el pasado año fue sustituido por Francisco Mandiola Allamand. El proyecto de CHV Música nace bajo el mandato de De Aguirre, músico él mismo. Durante años, la productora musical creada por él, Filmocentro, fue el estudio dedicado a grabar la mayoría del catálogo de sello Alerce en los años ochenta, y la creación de esta nueva etiqueta era una iniciativa propia que, con su salida en mayo de 2015, quedaba en una posición complicada.
CHV Música está (o estaba) dirigida por Carlos Salazar, hombre eminentemente de la industria musical. Durante todos los años noventa trabajó en EMI. Esta década fue la edad de oro de la industria musical chilena, pero a la vez, fue la etapa de despilfarro, visión cortoplacista, decisiones estratégicas incorrectas y, en algún momento se contará, las historias más turbias y regadas de dinero que ha dado el mundo musical criollo. Consecuencia de esto, fue la incapacidad de dejar una herencia de aquellos años y la huida de las empresas multinacionales de territorio chileno, no volviendo a invertir en producto local. Una mezcla entre éxito, despilfarro e inoperancia de los responsables que, aunque algunos lo añoren (son los años en los que llegan al éxito los Tres, Lucybell, Los Bunker y fracasan docenas de proyectos a la vez), jamás volverán.
Salazar, tras salir de EMI, pasó a ser Gerente de Producción de Sello Azul y Sello Oveja Negra, los proyectos de la SCD a nivel discográfico. Y, en 2014, aterriza en el recién creado CHV Música, trayendo consigo varios de los nombres con los que trabajaba en esas etiquetas. Como se ve en su currículum, siempre ha estado en puestos de responsabilidad dentro de la industria y en las que los presupuestos no parecían el mayor de los problemas.
Una anécdota sobre CHV Música retrata la debilidad a la que nos referimos cuando hablamos de industria musical chilena. En diciembre de 2014, con apenas unos meses de vida, el sello recibe el Premio Nacional de Música Presidente de la República, en la categoría Producción Fonográfica. Reconocer institucionalmente a una empresa que apenas estaba dando sus primeros pasos, que no había demostrado más que una declaración de intenciones, frente a otras con trabajos continuados y de probado esfuerzo y éxito, muestra a las claras cómo no se deben hacer las cosas, por muy buenas intenciones que se tuviera al tomar esa decisión, como la de fortalecer y alentar la ambición industrial.
Pero, antecedentes aparte, ¿por qué no es una buena noticia el cierre de CHV Música para la industria en su conjunto? Chilevisión, como hemos explicado, representaba esa visión industrial, de gran sello, que desde hace más de 10 años no existe en Chile. Es habitual (a veces cargados de razones, a veces desde el puro desconocimiento) el atacar esa visión de la música. Para algunos la música debe ser algo así como un acto de caridad hacia los músicos, en los que la música (más allá de lo que el propio músico opine) debe ser gratis y, a poder ser, sus directos también (las infinitas listas de invitados a cualquier concierto así lo indican) sean “accesibles” y un bien social. También el odio a lo que triunfa es algo bastante instalado en nuestro inconsciente (dar un paseo por los comentarios a la noticia publicada en La Tercera es descorazonador por el nivel de rabia que exhiben).
Pero, también es una visión utópica y poco práctica. La existencia de grandes empresas musicales no atacan la existencia del resto, de los netlabel o de las pequeñas discográficas, en una especie de falsa dicotomía. O ellos o nosotros. La realidad no es así. Y no lo es en ningún lugar. Sin irse tan lejos como a las dos grandes potencias musicales mundiales, Reino Unido y Estados Unidos. Si miramos las listas de ventas de países como Argentina y España, si miramos sus esquemas como un todo, vemos que la convivencia entre multinacionales e independientes no sólo no es excluyente, sino que es bastante natural. Y, en ambos casos, hablamos de mercados mucho más maduros, ambiciosos y sustentables que el chileno. No es raro el caso de bandas que comienzan en sellos independientes y van creciendo en otros de mayor tamaño como ocurre con los futbolistas. No se ven mal las ambiciones de una banda por profesionalizarse, crecer, tener presupuestos holgados para que, en vez de grabar el disco en su casa, lo haga en un estudio profesional. En vez de pagarse hasta el pasaje del Metro para ir a una tocata, haya un equipo de apoyo y trabajar con personas que hagan todo el proceso no musical más sencillo.
En Chile vivimos de anormalidades, de excepciones, de unicidades. Javiera Mena es una excelente compositora y productora que no ha necesitado de una industria para llegar a donde ha llegado (aunque sí tiene tratos con sus derechos editoriales con Warner Chapell), pero Javier Mena es una. Gepe es uno. No se puede sustentar una estructura musical en un país de excepciones. Ellos no son la demostración de lo que funciona, sino el ejemplo de buscarse la vida a pesar de lo que no funciona, aunque sus carreras sean ejemplares y, en el caso de Gepe, el trabajo de Quemasucabeza sea excepcional.
Ahora, con la desaparición de CHV Música, volvemos al lugar de antes. Su caída suena a la de las multinacionales a primeros de siglo y el período de desconcierto que esto trajo consigo. Su gran catálogo de nombres, varios de los más destacados del panorama chileno actual, tendrán que volver a decidir qué pasos seguir. Volver a la autoedición, reajustar su equipo de trabajo, buscar alternativas (¿las hay?), firmar por sellos foráneos.
Mientras tanto, como pasó con la desaparición de Feria Music, seguimos sin encontrar un modelo sustentable más allá de las voluntades individuales. Y, aunque suene muy romántico, no parece lo deseable para que el trabajo de músico no venga definido por factores como la casualidad, porque eso dejará en el camino a varios de los proyectos más talentosos que vayan a surgir en los próximos años, víctimas de la falta de profesionalidad o del esfuerzo demandado en concentrarse lo extramusical.
Foto de portada * Lanzamiento CHV Música