El primer libro gordo del cual tengo memoria de haber leído es Robinson Crusoe, la clásica historia de Daniel Defoe. No voy a mentir acá: el recuerdo del libro es vago y del detalle no me acuerdo, pero obviamente la figura del hombre abandonado a su destino en una isla lejana es un concepto que jamás se va. Pasando de los libros a las películas, la idea se refrescó con Tom Hanks y Wilson un tiempo atrás. Soledad en condiciones precarias en un gran y único pedazo de tierra.
Si estuvieras en una isla desierta, ¿con quién te irías?, ¿qué libro te llevarías?, ¿qué música acarrearías? Preguntas que aparecen de vez en cuando en torno a una mesa con amigos, quizás por Crusoe, quizás por Hanks, más probablemente porque todos alguna vez hemos pensado en tomar las pilchas y partir.
En el episodio 2 de Chef’s Table, un excelente documental de Netflix que entra en la vida de los mejores chefs y restaurantes del mundo, Dan Barber, promotor de una comida conectada con la naturaleza y sus ciclos, hablando a propósito de la muerte temprana de su madre y la conexión de ello con su restaurante se pregunta: ¿Acaso nuestras vidas no son un intento de llenar un vacío tras otro? Martín Adán, poeta peruano de vanguardia, en sus poemas Underwood, por su parte, dice: “Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los hombres. / Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo. Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a cada instante y no viven nada. / He aquí mis prójimos.”
A veces más que una sola isla, como la grande de Chiloé, pareciera que cada vida es como un archipiélago: un conjunto de pequeñas masas de tierra que intentamos llenar de sentido, a lo Barber; los miles de yos que amamos y nacen y mueren a cada instante, a lo Adán. Así, parece más razonable preguntar por plurales que singulares: ¿qué discos o canciones acarrearías al archipiélago?, ¿cuál sería la música que te acompañaría en la isla de la pena, la del pasado, la de la enfermedad, la de la caminata o la de la amistad?, ¿qué discos ocuparías de transbordador?
La música para islas la imagino como canciones o discos en loop. Bandas sonoras en constante repetición para pedazos de tierra con sentido. Para la pena, conocer a Carrie & Lowell contado por Sufjan Stevens. Para el pasado, acompañarse de …And Justice for All de Metallica. Para la enfermedad, música capaz de sanar todo a punta de ruido como Metal Machine Music de Lou Reed. En caminatas, seguir los pasos de Take Care, Take Care, Take Care de Explosions in the Sky. Finalmente, para la amistad, Pennybridge Pioneers de Millencolin.
Cada uno tiene sus islas. Cada uno construye el ferri que le place.