Cada vez que me enfrento a este ejercicio, pienso muy bien la forma de explicarlo, porque odio sonar majadera. El problema es que siempre llego al mismo punto ¿cómo evitarlo si nada cambia? Aunque durante el último tiempo la agenda feminista involucrada hace por lo menos treinta años de manera contracultural en la música ha llegado al mainstream -al menos en términos de exposición y discurso- estructuralmente aún no se ven avances.
Como cualquier industria, la musical está supeditada al capitalismo, que no es más que la extensión económica del patriarcado. Ese gusano podrido que muta y se inmiscuye en todas las áreas posibles, traspasando roles, discriminaciones, invisibilizaciones y, por supuesto, generando barreras.
A veces en conversaciones pregunto ¿cuáles son tus productoras musicales chilenas favoritas? Y sólo se oye un silencio. Cuando reviso carteles de festivales y veo proyectos de mujeres seleccionados, los cuento con una sola mano y me sobran dedos. Tampoco es raro establecer conversaciones con mujeres músicas y ver cómo en sus historias aparecen situaciones de sexismo y discriminación.
Nombres invisibles
Si pensamos en un panorama global, sólo el 5% de las productoras e ingenieras son mujeres. Eso sí, hay nombres importantes para la historia de la música popular, pero no aparecen. La mayoría sabe quién es Rick Rubin, George Martin, Quincy Jones, Max Martin o Dr. Luke, pero no conoce a Cordell Jackson, pionera del rockabilly y fundadora de Moon Records en la década del cincuenta. O a Sylvia Robinson, señalada como la madrina del hip hop por haber llevado el hip hop al mainstream gracias a la producción de ‘Rapper’s Delight’ de Sugar Hill Gang. O a Sylvia Massey, quien produjo Undertow y Opiate de Tool, el disco homónimo de System of a Down y trabajó como ingeniera con Red Hot Chili Peppers en ‘Love Rollercoaster’ y Unchained de Johnny Cash.
Si sondeamos a productoras que se producen a sí mismas, la lista aumenta. Björk y Grimes son excelentes ejemplos foráneos actuales y dentro del panorama local, tenemos a Javiera Mena, Camila Moreno, Lia Nadja, Valesuchi, Natisú y Victoria Cordero. ¿Por qué son tan pocas y las que existen tienen una mínima visibilidad? Por una parte, el productor representa una figura de poder dentro de la industria y, tal como en diferentes áreas, esos escalafones están reservados estructuralmente para hombres. Una consecuencia de la poca visibilidad de las que sí están, genera además un círculo vicioso: las nuevas generaciones de mujeres interesadas en dedicarse a la producción ven difícil encontrar referentes y sienten que están sumergidas en clubes de hombres. KK Proffitt, propietaria e ingeniera jefa de JamSync un estudio de Nashville, explica que este desequilibrio de género puede ser intimidante para las mujeres, sobre todo cuando esto otorga a los hombres una carta blanca para actuar de maneras poco profesionales.
En una entrevista a Emily Lazar, productora en más de dos mil discos, que van desde Haim, Foo Fighters y Sia hasta David Bowie y Lou Reed, le comentan que el 94% de las personas que compran equipos de audio de alta fidelidad son hombres. “Creo que eso es cien por ciento verdad. Lamentablemente, la mayoría de las mujeres no crecen en un ambiente que las conduzca a explorar este tipo de cosas”. Una razón más para que todas aquellas productoras dejen de ser invisibilizadas: la próxima generación de mujeres las necesita.
Con una o dos basta
En los últimos años, también hemos visto como son mujeres las estrellas de la música que más discos venden, son más escuchadas en servicios de streaming y que más influencia en cuanto a discurso están teniendo, a nivel masivo. A pesar de esto, los carteles de festivales mantienen sus nombres en una minoría dentro de sus carteles.
Si miramos la lista de artistas de Lollapalooza Chile 2016, podremos encontrar que once de los shows incluyen a bandas con mujeres en sus filas o solistas, de un total de 58. Esto no es extraño, es una tendencia, basta mirar algunos de los line up de festivales del año pasado:
¿Por qué sucede esto? Bueno, hay varias ideas. Por una parte, la industria en general -ya lo sabemos- está dominada por hombres. Si a esto agregamos que los carteles de festivales se encuentran sujetos a las negociaciones de sólo unas pocas agencias (adivinen quiénes están a cargo), la artimética asegurará que aquella cita musical será igual de diversa que los artistas manejados por aquellas empresas.
Pensar “oye, pero si se eligen los mejores, esto no tiene que ver con los géneros” es caer en un error argumentativo, si ponemos los pies sobre la tierra. El sexismo que inunda la industria siempre cargará la balanza a proyectos musicales de hombres, son los que más prosperan ¿por qué? Porque tienen menos dificultades: desde el inicio de sus carreras no están presionados para verse de cierta forma, para llenar una etiqueta de cómo debe sonar una música mujer, tienen redes de apoyo mucho más concretas y no sufren acosos sexuales por parte de compañeros de banda, trabajadores de sellos o productores. La cancha es más lisa para ellos y eso, queramos o no, ayuda a que el ranchito se llene de proyectos masculinos, pues son los que llegan de manera más fácil, mientras ellas tienen más probabilidades de abandonar su carrera en el camino.
La colita
En la edición anterior del festival Ruidosa hubo un panel de mujeres músicas. En él estuvieron Francisca Valenzuela, Denise Rosenthal, Camila Moreno y Javiera Mena. En esa conversación aparecieron diferentes testimonios de sexismo que ellas han tenido que sobrellevar para desarrollar sus carreras bajo sus perspectivas. Algunos en los que más coincidían tenían que ver con la adjudicación de créditos de su trabajo. Al parecer, seguimos viviendo en un mundo que cree que las mujeres no componen y siguen relegadas sólo a ser intérpretes (algo que no tiene menor valor, pero no es un lugar exclusivo de ellas). Si algo cuenta con una mayor producción o destaca por sobre las demás canciones de un disco, inevitablemente nace la pregunta ¿quién lo produjo?
Otra forma de sexismo tiene que ver con la prensa. Denise Rosenthal mueve la colita en Instagram, publicado por El Dínamo, en abril del 2014. “Mientras interpreta una canción, baila y menea su trasero de tal manera que hizo a muchos suspirar” (las letras en negrita provienen del texto original). El infartante meneo de la colita de Denise Rosenthal, publicado el 21 de marzo del 2014 por The Clinic Online. El sexy regalo que le entregó Denise Rosenthal a todos sus seguidores, publicado por El Dínamo el 26 de diciembre del 2015. “Más delgada y mina que cuando apenas cruzaba la veintena”, decía Marcelo Contreras sobre Javiera Mena, el 11 de octubre del 2015. Analizar todas estas frases sería dar vueltas en círculos, pues se entienden de inmediato por sí mismas.
¿Existen diferencias para que hombres y mujeres se desarrollen en la música? Sí. Muchas. Pero lo bueno es que cada día existen más músicas que reflexionan en público sobre lo que significa desarrollarse en este ámbito y a su vez, motivan a otras más jóvenes a querer perseguir el mismo camino.
El hecho de enumerar algunas de las barreras a las que se enfrentan músicas de todo el mundo, en un día como hoy, no tiene que ver con victimizarlas. Es todo lo contrario. Es un homenaje. Un homenaje a aquellas que siguen haciendo lo que quieren a pesar de todas las dificultades que existen, a todas las compositoras que trabajan en su arte sin dejarse amedrentar por la violencia y la discriminación. Una manera de reconocimiento a todas ellas, las que además de entregar testimonios a través de sus canciones, instan a otras para que las acompañen. Este 8 de marzo es también de ellas. Es de todas.