Quizás la primera duda a la que uno se enfrenta antes de ver Mirageman es si la película, al tratarse de un súper héroe, va a sortear con calidad los problemas técnicos y de efectos especiales con los que inevitablemente tendrá que verse la cara. Sin embargo Díaz soluciona ese problema de una manera simple e inteligente, enteramente consecuente con las condiciones técnicas y presupuestarias del equipo. En otras palabras, las grandes explosiones o persecuciones en auto son suplantadas por agilísimas secuencias de acción, en las que Zaror, y un nutrido y eficiente número de extras, se trenzan en peleas de artes marciales llenas de verosimilitud y destreza. Todo ese trabajo coreográfico, en mi humilde opinión, no tiene nada que envidiarle a superproducciones del género, y su importancia es aun mayor en cuanto facilita la labor fotográfica de la película, permitiéndole desempeñarse con bastante eficacia. Además el excelente trabajo de sonido no sólo fortaleció las secuencias de pelea de Mirageman, sino que también le permitió solucionar problemas de efectos especiales que quizás materializados no hubiesen tenido el mismo resultado.
En cuanto al argumento, la película se divide entre un lado más cómico brindado por todo el espectro de la chilenidad, y un lado melodramático desprendido del hermano violado y con problemas psiquiátricos de Maco (Zaror/Mirageman) así como también de la red de pedofilia a la cual el súper héroe debe enfrentar. Esta escisión, empero, no provoca saltos en la unidad de la película. Así el carácter denso del film no alcanza a volverse demasiado importante ni pesado para llegar a molestar, porque nunca se toma tan en serio como para querer transmitir un mensaje moral. Su logro es darle la densidad necesaria al film para que el desenlace tenga un mayor peso. En el otro lado, el carácter humorístico está siempre brindándole entretenimiento y agilidad al relato, de hecho el personaje de Pseudo Robin (un hombre obsesionado con ser ayudante de Mirageman) revitaliza constantemente la historia, quitándole gravedad cuando es necesario.
Ernesto Díaz construye un súper héroe que por lo bajo nunca deja de ser Maco (el ser humano de carne y hueso que se disfraza de superhéroe para combatir la delincuencia). El espectador sabe que detrás de esa máscara siempre está el personaje silencioso y demasiado bondadoso que entrena todos los días en un dormitorio con claros guiños al de Travis Bickle (Robert De Niro) en Taxi Driver, y que aunque se ponga la máscara o no, siempre va ser el mismo; porque sus poderes no cambian con el traje. La máscara funciona sólo como resguardo de la identidad.
Finalmente creo que el gran valor de Mirageman es que es una película sincera consigo misma, que conoce sus falencias y sus aciertos, y que por tanto es pretenciosa en la medida de lo correcto. Es verdad, Mirageman no es una película perfecta ni mucho menos, pero tiene la gracia, la gran gracia de desmarcarse de las de su género, de no ser una más del montón; y en eso ayudan sobre todo la humanidad del héroe y el chilenismo que corre por lo bajo. Y es que Mirageman también es un fiel muestrario de lo que es nuestro país.