La vida breve e intensa de Los Jockers continúa siendo fascinante porque está poblada por relatos que demuestran el impacto que significó el arribo del rocanrol al Chile (aun más) provinciano y conservador de los ’60. Antes que en asuntos musicales, su atractivo estaba en elementos aparentemente complementarios.
La historia dice que el cantante Alan Ferreira, los guitarristas Sergio del Río y Mario Pregnant, el bajista Gustavo Serrano y el baterista Peter Buksdorf son la alineación esencial de Los Jockers, la que grabó unos cuantos singles y editó los LP En la onda de Los Jockers y Nueva Sociedad, ambos en 1967. Un tercer disco, Los Jockers y una buena pichanga, ya registraba cambios en la formación, con los futuros Aguaturbia Carlos Corales (guitarra) y Willy Cavada (batería) y el ex bajista de los casi inadvertidos Gaffas, Jimmy Cerda. Para la estadística quedan el más reciente Vuelve la leyenda (1997) y el recopilatorio La leyenda de Los Jockers (2000).
Las mejores historias, sin embargo, son las que rodean a aquellos discos o sucedieron antes. Obsesionados con ser la réplica local de unos Rolling Stones entonces poco conocidos en Chile, Los Jockers no solo se apropiaron de hits como ‘Satisfaction’, ‘Route 66’ y ‘Time is on my side’, sino que adoptaron sus ropas y peinados e hicieron una cruzada de aquello. Sergio del Río ha contado en más de una entrevista que cuando quiso hacerse una camisa ajustada y floreada en una tienda de calle Tenderini, el dependiente le pidió amablemente que saliera porque allí no atendían maricones. Y es conocida también la anécdota de las fotografía que ilustra la carátula de su primer disco: en plena Alameda, frente a la Biblioteca Nacional y ataviados con su ropa coloreada, los cinco Jockers se retratan como si no existiera el tráfico, sentados en un par de mecedoras, desoyendo bocinazos y carabineros por igual. Así, terminan adjudicándose una invitación a la comisaría y el escándalo que buscaban desde un principio.
Hay más: antes que fueran famosos, el productor Ricardo García encuentra a Los Jockers en un concierto y los invita al Festival de Viña del Mar 1967, donde acompañan al humorista Jorge Romero “Firulete” y luego tocan canciones de los Who, los Kinks, los Yardbirds y los consabidos Rolling Stones. “Mientras tocaba, lo único que yo veía era a los tipos de la asistencia pública que sacaban a las chicas desmayadas porque gritaban tanto. La noche final tocamos cinco veces seguidas ‘Satisfaction’”, asegura Sergio del Río en el libro Se Oyen Los Pasos de Gonzalo Planet, retratando su propia jockermanía. Tal era el escándalo que provocaban, que alguna vez un grupo de indignados encapuchados los sorprendió de noche en La Serena e irrumpió en su habitación para raparlos. En otras ocasiones, mientras tocaban arriba de un camión junto al Coppelia de Providencia, cadetes de la Escuela Militar los agredieron.
La historia más ilustrativa, sin embargo, es aquella del récord mundial. A instancias de Hugo Beiza, director artístico de su sello RCA, Los Jockers aceptaron superar la marca de los holandeses The Astronauts, reportada por la revista Billboard: 52 horas seguidas tocando sin pausa. Lo hicieron a duras penas en el subterráneo de la vieja Feria del Disco de calle Ahumada, acapararon las portadas de los diarios, colegas y hasta futbolistas los saludaron e incluso el Presidente Eduardo Frei Montalva los invitó a La Moneda. Es decir, era un logro digno de héroes nacionales.
Evidentemente, ninguna de estas historias tiene que ver con habilidades estrictamente musicales. Para los mismos Jockers, la impresión era tanto o más importante que el mismo material sonoro. Por eso, saltaban, gritaban y hacían cuanto fuera necesario para impactar sobre un escenario, aun cuando eso implicara sacrificar el sonido mismo. “Cuando eres muy energético te despreocupas un poco de la parte musical, así que entre gritar y tirarnos al suelo, se nos desafinaba la guitarra”, confiesa el mismo Sergio del Río en Se Oyen Los Pasos. Prueba de lo anterior es que el cambio de formación trajo mejores músicos, pero arruinó todo: “Sonaba diez veces mejor, pero no pasaba nada”, dice Sergio del Río en Prueba de Sonido, el libro de David Ponce.
¿Cómo escuchar hoy a Los Jockers? Valorando el espíritu rebelde e ingenuo de una canción como ‘Nueva sociedad’, que en realidad es el ‘Party line’ de los Kinks, con una nueva letra que originalmente hablaba de la “nueva suciedad”, un “atrevimiento” que no fue tolerado por el sello. Percibiendo la electricidad del rock garage que subyace en canciones como ‘La verdad’, ‘La corbata de mi abuelo’ y ‘Yo te quiero’. Y, sobre todo, entendiendo que si alguna vez el rock fue un género cautivador no fue solo por cualidades estrictamente musicales, sino por una vibrante mezcla de canciones, moda, revuelta, atrevimiento, sexo y unas cuantas cosas más. Algo así como la sensación de vivir algo irrepetible.
Para graficarlo, una imagen insólita y que dejó estupefactos a quienes la presenciamos: en mayo de 2004, cuando Gonzalo Planet presentó Se Oyen Los Pasos en la Sala Master de Radio Universidad de Chile, tocó junto a Matorral y varios ex miembros de bandas chilenas de los ’60. Todas las apariciones fueron emocionantes y muy bien planificadas, salvo la de Sergio del Río. Armado con una guitarra eléctrica y un look igual de extravagante que el de las fotos, irrumpió por la puerta principal de la sala y no desde el camarín, se enchufó a un amplificador, tocó la canción de Los Jockers que correspondía con alta distorsión y salió por el mismo lugar por donde entró. Fue apenas un instante, pero fue un golpe al mentón. Así también fueron Los Jockers.