Es imposible otorgar el valor inconmensurable que tienen Los Planetas sin conocer un poco el contexto del que nacen. Después del término de los 36 años de la dictadura de Franco, España debía comenzar a rearmarse en todas sus esferas. Y fue a finales de la década del setenta que comienza la ebullición en términos artísticos con la Movida: Almodóvar en el cine, Luis Antonio de Villena en la literatura y una explosión de bandas como Nacha Pop y Alaska y Los Pegamoides, en la música.
Avanzaron los años y en el ’82, con la llegada del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) al poder, los aires de modernidad urgían y es por eso que la Movida cogió mayor visibilidad. Los grupos giraban con aportes estatales, los ayuntamientos destinaban dinero para financiar espectáculos y diferentes nombres se alzaban gracias a sus contratos con multinacionales. Existía un hambre que se retroalimentaba: por una parte las bandas querían ser reconocidas, famosas y vivir de la música, mientras que por otro lado, el gobierno necesitaba ese viento fresco de modernidad para acabar con el fantasma de la dictadura.
Si bien fue una época de desarrollo artístico, actualmente, se cuestiona su valor debido a su falta de crítica en contra del sistema. Algo que sí existió fuera de la Movida, como por ejemplo, en el rock radical vasco, evidentemente (Eskorbuto, Kortatu, Hertzainak, La Polla Records).
Siguen pasando los años y para muchos, los máximos exponentes de esta corriente no envejece bien, a excepción de los proyectos alrededor de Alaska (Pegamoides, Dinarama y Fangoria) y Radio Futura entre otros pocos, que siguen innovando. Existe un espiral de comodidad alimentado por el financiamiento público, la prensa –por supuesto- y los sellos multinacionales. Se dice que la Movida crece de forma explosiva y comienza su degradación desde el ’82. Hasta finales de los ochenta, las multinacionales fichan las propuestas más seguras y todo lo que en algún momento pudo ser brillante, va apagándose poco a poco.
Llegan los noventa y con ellos, una nueva generación. La Movida había dejado una industria que no satisfacía el hambre de libertad ni las ideas de los jóvenes de la época, además de un vacío en términos de industria, sobre todo la independiente. No habían circuitos desarrollados y es lo que se comienza a construir.
Se podría considerar que el kilómetro cero del indie español es la realización del Noise Pop Tour de 1992, una gira de cinco conciertos por cinco ciudades, con bandas que en ese momento ocupaban minutos en Radio 3, Rockdelux y diferentes fanzines: El Regalo de Silvia, Penélope Trip y Bach is Dead, entre otros.
Todas estas bandas se desmarcaban de la década anterior en diferentes aspectos: querían sonar como sus contemporáneos de habla inglesa, como Sonic Youth, Pixies, Husker Dü o Teenage Fanclub, obviando cualquier tipo de sonido local y cantaban en inglés.
Es en 1993 que aparecen Los Subterráneos, una banda de Granada, compuesta por Juan Rodríguez (Jota) y Florent Muñoz, junto con May Oliver en el bajo y Paco Rodríguez. Luego cambiarían su nombre para no ser confundidos con los acompañantes de Christina Rosenvinge. Comenzarían a llamarse Los Planetas.
Las bandas de la época rehuían a las influencias locales y también a relacionarse con sellos multinacionales. Excepto por Los Planetas. Cantaban en español y firmaron con RCA luego de un ofrecimiento, que también se le hizo a El Inquilino Comunista y se negaron. Y así es como los granaínos llevan más de veinte años, haciendo todo lo que no se espera de ellos en determinados contextos, una y otra vez.
Y una de las razones de por qué esta es una de las bandas más importantes de la música en español es exactamente esa: nunca han sido cómodos. Cantaron en español cuando la mayoría lo veía como un resabio de lo malo que dejó la Movida y firmaron con una multinacional, cuando en ese momento hacerlo significaba dilapidar tu alma y vendérsela al demonio. Una década más tarde incluso, comenzaron a introducir el flamenco poco a poco, mezclando estructuras y estudiando de la mano de un gigante como Enrique Morente.
Por otra parte, lograron mezclar todos los sonidos anglo de las décadas anteriores –de forma contemporánea- con un uso del lenguaje exquisito pero simple en sus letras. Es imposible no relacionarse como oyente con alguna de las composiciones, vivas donde vivas, si tan solo entiendes el idioma.
Algo que hace crecer aún más el fanatismo, es la facilidad y la gracia con que son capaces de hacer guiños a lugares físicos, momentos y estados reales que todos sus fanáticos se mueren de ganas de conocer. Si no te interesó el fútbol nunca, Los Planetas te hicieron buscar y saber quién era Mendieta. Te hicieron investigar cuál era el gol realmente increíble, después de escuchar ‘Un Buen Día’. Después de escuchar ‘Qué Puedo Hacer’, quieres ir a Granada a buscar el bar Amador y tomarte una caña, comer una tapa. Es tal el encanto que ninguna idea resulta vaporosa, ninguna resulta ensoñadora. Tú pudiste haberla escrito quizás, como una carta de amor que te rompieron en la cara, o tal vez luego de haber probado un ácido que terminó en un mal viaje. Todas realidades ajenas que puedes hacer tuyas a través de la música.
Muy pocas bandas logran sostener por tantos años esa extraña piedra preciosa que significa aportar con imaginarios con los que el público se puede identificar más que aspirar a ellos, que es una de las ideas principales de la música popular por estos días: querer llegar a cierto estado en el que jamás se envejece, en el que todos flotamos y deseamos revivir un pasado mejor que muchos ni siquiera hemos vivido. Los Planetas no nos hacen llorar por lo que queremos ser. Nos hacen llorar, saltar y gritar por lo que somos y por lo que se nos fue.