A continuación, comentamos los shows que más destacamos de la tercera jornada de Lollapalooza Chile. Acá puedes revisar los del primer día y segundo.
Princesa Alba viene haciendo las cosas bien desde hace mucho rato. Se podrá debatir cuál de los momentos en su carrera es el mejor hasta ahora, pero es innegable que esta presentación marca un punto de inflexión. Vimos un show muy pensado y trabajado, visuales excelentes y seis bailarines en escena, junto a una guitarrista y una baterista, un esquema que le entrega aún más cuerpo en el escenario al pop de Trinidad y algo que muchos artistas como Nicki Nicole o Doja Cat también hicieron.
Y se ve rock, incluso, en su último single, ‘Diario de vida’, que muy en el estilo de Machine Gun Kelly, trata de tomar la nostalgia de ese pasado emo. El problema es que, a lo largo del show, las canciones que menos funcionaron fueron precisamente las de su disco nuevo besitos, cuídate, que si bien tiene una producción de gran nivel, quizás no pega de la misma forma como lo hacen las canciones que se presentaron como singles anteriores.
En cualquier caso, nada de esta crítica mancha el gran trabajo de Princesa Alba, una artista que se ha construido en base a pura tenacidad y talento y quien tenía un público tan grande como el de Pablo Chill-E el día anterior, y que eventualmente se multiplicaría con el siguiente show: Marcianeke.
Entrar al Top 50 de Spotify o las tendencias de Youtube durante el 2018, 2019 —con estallido incluida—, e incluso 2020, era un recorrido por toda la clase A del mainstream global. Entre Dua Lipa, The Weekend, los fenómenos de Tik-Tok y urbanos como Bad Bunny o Karol G, que un chileno se colara en estas listas parecía un hito poco común, uno de esos golpes de suerte que se dan por estar en el meme correcto, en el arroba indicado.
En los últimos dos años, la saludable escena de trap, reguetón y guaracha cambió la historia. Si himnos como ‘My Blood’, a cargo de Pablo Chill-E y Polimá Westcoast, reventaron la última edición Lollapalooza Chile que pudimos vivir antes de la pandemia, el regreso del festival demuestra que aquellos shows de nicho, para los jóvenes activos que se encerraban en el antiguo Perry’s Stage, hoy son pilares para sostener un cartel.
A diferencia de aquel lejano 2012 o 2013 cuando las motivaciones del público solían ser los números internacionales que parecían imposibles de realizar en Chile sin una producción como Lollapalooza, hoy la historia se equilibra y un gran grueso de asistentes apuestan en su ticket la oportunidad de ver a todos esos locales que musicalizan sus días. Todos juntos y revueltos.
Y si hay un nombre que se repite entre los ya más clásicos, como Polimá, Harry Nach y Pablo Chill-E -todos parte del cartel 2022-, y los más recientes como Cris Mj o Standly -seguramente parte del cartel 2023-, es Marcianeke. El featuring de moda, el verso rápido e ingenioso, el carisma de un talquino de 20 años que esquiva la polémica policial y farandulera; el que todos quieren en sus videos, el que no se aburre de estar en el top 3 de todo lo que se le cruce, si es que de cifras digitales hablamos.
El jolgorio va más allá de ‘Dimelo Ma’ o ‘Qué Pasa’, los tracks responsables de la explosiva vitrina que ha recibido el artista. La euforia alcanza para todo: ‘Party en la Pobla’, ‘Las Naik’, ‘Farandulera’, ‘¿Por qué te enojai?’, ‘En las Malas y Buenas’. Un concierto al que no quiso faltar nadie. Ni los ShiShi Gang, ni los Flaites Mágicos, ni los Only Perk. El más popular de la escena 2021, el que fue capaz de atraer a /los reales/ y a los curiosos a un show que no dio tregua entre un fuertísimo sol, polvo levantado y aglomeraciones que tenían justamente preocupada a la producción.
Agradecido, despierto y feliz. Marcianeke corona un año excelente con una de las presentaciones más llenas y entretenidas de todo el cartel. Él, que sabe de corte, es perreo, es seducción, es romperla y pegarse, es amistad y códigos que, por mucho que se alejen de la clase del grueso de asistentes, se escucharon retumbantes de principio a fin. Una fiesta con todas sus letras, un fenómeno que dejó a Cerrillos con en-tusi-asmo de sobra y la demostración clara de la buena salud de esta escena que no pareciera querer terminar con la fiesta pronto. Los panas que le devolvieron a la juventud chilena el gusto masivo por lo local.
Machine Gun Kelly aún no terminaba su “nostálgica” presentación cuando Doja Cat salió al escenario más cercano a interrumpirlo (diez minutos antes de lo programado) a punta de twerks.
Cuando era 2020 y nuestras actividades musicales se redujeron a compartir listas, ver videos en Youtube y darnos cuenta masivamente de que había una aplicación que estaba marcando tendencias en lo que escuchaba la juventud anglo, no pensamos encontrarnos con lo que tuvimos la suerte de ver el domingo a horas del cierre de esta edición de Lollapalooza Chile. Como una extraterrestre que viene de punta en blanco con una maleta-metralleta llena de éxitos que nos salvaron del tedio.
Por supuesto que Doja Cat es más que Tik-Tok, que su carrera ha sido mucho más que ‘Say So’. Hija de un músico y productor sudafricano y una madre pintora, la exponente del neo R&B está dándole forma a su historia musical desde el 2012. Un trabajo de hormiga en el que la joven supo usar internet a su favor hasta que todo explotó en forma de coreografía. En medio de un encierro que nos tenía secos de aburrimiento, sus composiciones empezaron a salvarnos del hastío de la rutina. Algunos la pillaron en ‘Mooo!’ durante el 2018, otros tantos en ‘Tia Tamera’ junto a Rico Nasty en 2019, pero este domingo 20 de marzo quedó claro que muchos recién la cruzamos durante el 2020 cuando su álbum Hot Pink empezó a llamar la atención.
De ahí en adelante todo parece sinónimo de éxito para una interesante voz, poderosa mujer y letras que logran hacerle sentido a niñas, jóvenes, madres, disidencias, y un largo etcétera de humanos y humanas que saben de ghosting, deseos sexuales callados, consejos de sus besties y personalidades cuestionadas, tal como lo ha sabido la propia cantante. Desde que el cuerpo de baile anuncia la llegada, quitarle la vista a Doja Cat parece imposible. Más allá de lo hipnótico de sus movimientos, el soñado pelo rosado o la ropa blanca llena de brillantes, es la confianza con la que la estadounidense se para en medio de un enorme escenario sabiendo que es la dueña de estas canciones e historias que, por fin, cantamos en masa.
No fue un recorrido fácil para Doja, que como muchas otras estrellas pop han tenido que saber de ejercicios de prueba y error para lograr notoriedad. La cantidad de veces que los celulares se elevaron para capturar un pedacito-duración-reel de lo que tuvimos enfrente, fue incontable. Desde el inicio con ‘Rules’ o ‘Juicy’, hasta un primer tramo que fue cerrando con la animada ‘Woman’ o ese pegajoso featuring junto a SZA, ‘Kiss Me More’.
Cuando fue el turno del atardecer, la artista combinó con un cielo mientras nos pisó con ‘Streets’: punto cúspide de una densidad que la cantante sabe incorporar siempre sin sobrepasarse. El pop rosa y las intenciones bailables son protagonistas, pero en subcapas habita una asfixia sonora que concuerda muy bien con ser una mujer que está intentando hacer lo que le gusta. Un poco superada por todos los ‘no’, pero bastante compuesta por lo logrado.
De ahí en adelante es un resbalin de buenos momentos para que las bailarinas y la banda se luzcan. Hasta que inevitablemente llegamos a lo que parece queriendo ir despidiendo: ‘Say So’, remusicalizada -tal como lo vimos durante todas las premiaciones formato pandemia del 2020 y 2021-, y lista para dejar a todo el mundo feliz. Doja Cat llegó con un buenísimo disco titulado Planet Her en la cartera y ese es el sentimiento final: no sabemos muy bien en qué parte del mapa estaba su planeta pero nos alegra que se haya estrellado en el nuestro.
Es principios de abril del 2017 y la séptima edición de Lollapalooza Chile concluye con la presentación de The Strokes, que se presenta por primera vez en el festival. Nadie en el público está usando mascarillas ni mucho menos espera que en tres años en el futuro el evento sea cancelado por las razones que hoy todos conocemos. La banda sale al escenario, los problemas técnicos del micrófono del vocalista cruzan las tres primeras canciones, y una vez que el público reclama, la presentación se reinicia con todos los cables bien conectados.
Corte.
Estamos a mitad de marzo y The Strokes vuelve a estar a cargo del cierre de la edición que celebra los diez años de Lollapalooza. Esta vez, la banda encabezada por Julian Casablancas llega para presentar The New Abnormal, un álbum publicado durante los primeros meses de la pandemia, pero producido y grabado antes que el COVID-19 llegara para cambiar, de un día para otro, todos los ámbitos de nuestras vidas. Sin embargo, con canciones como ‘Brooklyn Bridge To Chorus’ y ‘Why Are Sundays So Depressing’, es un trabajo que logró posicionarse dentro del contexto gracias al entendimiento de “los tiempos en los que vivimos” de la banda.
Al momento de entrar al escenario, The Strokes lo hizo con 23 minutos de retraso y la misión de cerrar el fin de semana de un público local que asistió a su primer evento musical masivo en dos años. Pero para recibir a Fab, Julian, Nick, Albert y Nikolai, el entusiasmo no se agotó. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, sus miembros originales se mantienen y su catálogo de seis álbumes está presente en diversas generaciones, gracias a las experimentaciones y crecimiento musical del quinteto.
Si bien el palabreo infinito de Casablancas llegó a ser un poco agotador, fue difícil despegarse de un setlist bien elaborado. Son canciones que resaltan las cualidades de cada integrante, que te llevan a recordar los principios del nuevo siglo o momentos de la pandemia en los que lo único que querías era escuchar, aunque fuera, tres acordes de una guitarra en vivo y con gente alrededor.