“Tuvimos una primera noche redonda. Nos reencontramos con el público fiel y entusiasta, siempre es una emoción poder compartir La Yein Fonda con todos”, dijo Alvaro Henríquez como balance de la jornada inicial de La Yein Fonda del 2024. Una especial, porque Los Tres, la banda organizadora del espacio, aparecía en este escenario, después de muchos, años con su formación original, después de la serie de conciertos que realizaron a partir de octubre del 2023. Su Revuelta.
Pero también especial porque La Yein Fonda volvió a Ñuñoa, comuna que la recibió por primera vez en 1996 en la plaza del mismo nombre y que nació, como idea, años antes, en la época en que Álvaro Henríquez era parte del elenco de La Negra Ester, donde comenzó una relación de amistad y mucho aprendizaje junto a Roberto Parra. “Conocerlo, estar con él, ser su amigo fue el más grande golpe de suerte de mi vida. Cantaba de una manera completamente excepcional, como nunca hubo ni habrá en el planeta, y tenía todo lo que yo admiraba en los grandes: la simplicidad y la urgencia, era un tipo alegre y subidor, bueno para la talla, pero sus canciones eran cantos de dolor y desgarro”, se lee, en la voz de Henríquez sobre Roberto en el libro La última canción.
Y en Los Tres. Historia en imágenes de Títae Lindl, es Álvaro quien cuenta la historia del origen de esta fonda. “Él [Roberto Parra] siempre me decía e insistía en hacer una: Alvarito, tenemos que hacer una ramada en cualquier lonjita de terreno que nos den y nos vamos mitimota”. Y se hizo realidad. El 17 de septiembre de 1996 se inauguró la primera Yein Fonda, que pasó de tres a cinco días de duración por pedido del público y se conformó un equipo de trabajo (y amistoso también) de lujo, fusionando a este grupo de jóvenes que en ese momento eran Los Tres, junto a Ángel Parra padre y músicos más grandes que habían contribuido a la cueca urbana por décadas: Pepe Fuentes, Lalo Parra, Rabanito Berríos, Pollito González e Iván Cabezón.
Estoy segura de que desde que Chile existe, mucha de la gente que ha vivido en este país hemos tenido más o menos problemas con lo que significa ser de aquí (Te pienso Nicolas Jaar). Para algunas personas que crecieron en dictadura e incluso en democracia, con los resabios de los años de Pinochet pegándose como un lodo en todos los ámbitos, incluso en los que tienen que ver con la identidad o lo performático de esta, la exaltación de lo patriótico, sea cual sea esa demostración, resulta problemático, ya no solo confuso. Es por eso que entiendo muy bien la importancia, la separación de aguas que produjo que en 1996, Los Tres llevara a cabo esta idea en un momento en que lo que buscaba la Transición era la modernidad, conectarse con lo de afuera casi como si esa hubiese sido la forma de recuperar el tiempo perdido. Los Tres hicieron el proceso inverso, afortunadamente. Establecieron lazos emocionales, intelectuales y creativos con músicos que podían ser sus padres y abuelos para decir un poco: los de acá sonamos así.
Ayer fue mi primera vez en La Yein Fonda, el pasado 18 de septiembre y creo que pude entender todo un poco más. En el libro de Titae, Álvaro Henríquez dice sobre la primera edición que “era muy sorprendente ver a gente con atuendos de huaso bailando sin parar todas las cuecas que tocamos esa noche, que fueron muchísimas. Nosotros esperábamos que fueran nuestros fans y amigos, pero no nos imaginamos que llegaría gente de Rancagua, Talca, Chillán, Curicó, huasos auténticos”.
Ahora es 2024 y ayer vi a familias enteras bailar cuecas y cumbias, pero también a una pareja de varones adolescentes vestidos con sus mejores pintas de estrellas del trap bailando una cueca juntos. Uno de ellos, con chupalla. O a un grupo de señoras en sus sesenta y tantos años moviéndose al ritmo de ‘Know your enemy’ de Rage Against the machine que sonó entre medio de las actuaciones en vivo por elección del DJ.
María Esther Zamora recibía, en medio de su actuación, un reconocimiento por ser una de las compañeras activas en La Yein Fonda por muchos años mientras la gente aplaudía y revoloteaba sus pañuelos en lo alto. Torito Alfaro y sus impresionantes compañeros de banda con todo su entusiasmo me hicieron pensar por un segundo, que si hay muchas formas de ser chilena, esta es la que más sentido me hace, la que más quiero abrazar. Que si septiembre es un mes emocionalmente muy difícil para pensar en la identidad, para pensar en qué significa ser de aquí, creo que todas estas personas (anoche también se presentaron, por supuesto, Los Tres y más tarde la maravillosa banda Viking 5) son capaces de crear un bálsamo que permite pensar en todo eso sin que duela tanto.
Y creo que, ahora que existen muchas fondas a lo largo de Chile que hacen parte de su programación a la cueca y la música popular en todas sus variantes (vemos parrillas en que los artistas de trap y reguetón son tan aplaudidos como Los Jaivas o la Sonora Palacios), quizás aún no tengamos una respuesta clara a la pregunta de quiénes somos, pero al menos sí hay una idea más clara, una aproximación: podemos ser mucho al mismo tiempo. Podemos ser incluso lo que la dictadura quiso borrar, pero que persistió en todos los músicos, en todos los artistas que nos precedieron.
Fotos: Corporación Cultural de Ñuñoa