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La importancia de llamarse Dave Matthews

La importancia de llamarse Dave Matthews


Todo comenzó en un bar. Sí, seguro has leído (u oído) esa frase cientos de veces -y quizás a estas alturas ya te hayas preguntado qué diablos tienen los bares, ¿no?-. Y hasta ahí llega lo normal en esta historia. Porque, ¿qué tiene de común o habitual que un barman convenza a un cliente (¡y abogado, más encima!) de grabar un demo junto a él? Es ridículo. Se supone que ese tipo de cosas no pasan. Que el único motivo para hablar de algo así reside en la imaginación de unos cuántos oníricos ociosos.

Pero ocurrió, y hay que darle crédito a aquel sudafricano que estaba detrás de la barra de Miller’s, en Charlottesville, Virginia. No sólo por el hecho per sé de haber persuadido a un leguleyo (duros de mollera por naturaleza, digámoslo), sino porque en esa apuesta argumentativa reside la base de la que se originó una de las agrupaciones más importantes de las últimas décadas.

Sí, es una afirmación fuerte, y muchos querrán discutirla. Y con razón, también. En nuestro mundo, el que nos rodea y con el que convivimos día a día, Dave Matthews Band no es una banda de la que veas poleras en la calle. Suena en las radios, pero no tanto. No es un nombre que sea sacado al baile en ninguna discusión de los mejores grupos de todos los tiempos, ésas que suelen darse entre melómanos y amigos. Sin embargo, en el mundo, es una situación completamente distinta.

Su último álbum, lanzado hace unos 16 meses, lleva por nombre “Big Whiskey and the GrooGrux King” y fue número uno en Estados Unidos. El quinto disco al hilo que tienen al tope de los charts norteamericanos. ¿Sabes cuál es el único otro grupo que ha hecho esa gracia? Metallica. Nadie más, hasta Junio del 2009.

Y si bien hay quienes no gustan de su música (y en todo su derecho están), hay ciertos hechos cuyo mérito no puede ser negado. Dos décadas de historia en el cuerpo y prácticamente la misma formación que comenzó aquel recorrido: Carter Beauford, Stefan Lessard y Boyd Tinsley, todos ellos están ahí desde el principio (después de haber oído el demo aquel, sí) y también lo estarán en el Movistar Arena. Todos, salvo LeRoi Moore, fallecido hace más de dos años a causa de un accidente de trabajo.

Si bien él ha sido el único deceso de alguno de sus integrantes, no fue la primera ni la última muerte que ha afectado al grupo, y en su momento eso se vio fuertemente plasmado en sus letras. Y es que, más allá de un innegable talento instrumental (algo que, en los discos, a veces pasa desapercibido), ése es el núcleo de esta banda. Desde un principio, cuando recién estaba juntando las distintas piezas de este engranaje sonoro, Dave Matthews delineó sus ambiciones. La premisa era hacer música del corazón, y vaya si lo ha logrado.

Meses atrás, se dijo en este sitio que hay bandas que poseen el don de hacer aquellas melodías que son la banda sonora de los recuerdos. Y tan cierto como lo fue entonces, lo es en este caso. Muchos de sus temas son evidencia empírica, y en este aspecto no existe mejor ejemplo que ‘Crash Into Me’, un asesinato a mansalv… digo, una balada con ya catorce años de impune efectividad.

Y es sólo una muestra. Una de tantas que se pueden sacar de una discografía extensa (9 elepés y una cantidad de registros en vivo sólo superada por los bootlegs oficiales de Pearl Jam), llena de aciertos y hecha con una honestidad total. ¿Es Dave Matthews Band el mejor grupo del mundo? No. Pero sí es uno muy bueno, que se ha ganado su lugar a punta de aquello que realmente importa: sus canciones.