The Ramones tocaban rápido sus canciones porque debajo del cuero negro y los lentes para el sol, eran tímidos, quería bajarse pronto del escenario, que las canciones pasaran. “Motel Ciudad Negra” (Hebra, 2014), la novela que ganó el premio Municipal de Santiago en la categoría novela es como un concierto de The Ramones, pero como Los Ramones. Es una canción que se repite mil veces, con historias que cambian en los detalles, pero que cuentan lo mismo, y vuelven al principio. O al final.
https://www.youtube.com/watch?v=ZLlLtSG7xe4
En Valparaíso, en donde se ambienta la novela, la avenida Argentina se llena de gente que vende lo que tiene y lo que no para seguir en esa vida de vender y vender. Quien recorre los puesto puede encontrar entre las cosas el testimonio de la vida de la ciudad, de la vida puertas adentro de esa gente que mira como estatuas a quienes tasan sus productos, y luego refunfuñan: “oidia vino la pura familia Miranda oh”.
El casete, manchado con jugo en polvo, te dice muchas cosas pero olvida contarte quién lo escuchó tantas veces, en qué momento sonaron esas canciones que en un cinta tienen ese eco de lugar cerrado, como tocata en galpón. ¿Qué cosas pudo ver ese el casete de Se remata el siglo de Los Tres?, que ahí una señora vende a tres gambas porque ya no sabe lo que puede cobrar por algo a lo que nadie pesca.
El libro abre con una canción, ‘Spy’ de The Doors –Los Doors-. La frase “soy el espía en la casa del amor” le da el tono general a la historia que deambula, pues es el caminar circular, sin salida, de un narrador (observador en la novela) que se persigue y que busca, y no sabe que busca. La canción suena como sonaría lejos, desde la radio de un auto o desde un local de electrónica cuando el turno lo ocupa el estudiante en práctica que afirma su espacio en el mundo poniendo rock clásico en el local que todo el día pone bachata.
El espacio en donde se mueve el relato es uno de esos edificios que se queman, como quien se prende fuego a sí mismo, como una casa que ya no quiere existir. Como se quemó el lugar para tocatas La Cantera, dejando a los músicos con lo puesto, sin sonido. El espacio es similar a lo que se ve en el video de Massive Attack para ‘Karmacoma’, imágenes, imágenes dentro de un espacio que se derrumba. También puede hablarse del video de ‘Holograma’ de Adelaida, o ‘Sábado’ de Sonora de Llegar, o ‘The bank snatchers’ de Álvaro Peña, el punk chileno, junto a la banda Fatiga de Material. Todos en el ámbito de la ciudad encerrada, o abierta al encierro.
Estoy tratando de juntar el libro, o la experiencia del libro, con un sonido, con un playlist fantasma, con las pequeñas luces que el autor da. Y en ese playlist entra The Doors, que le da la cadencia a la voz general. La letra que se repite, el sonido que se repite, la historia que se repite.
Entra el pank, como sonido cavernícola, como la voz que dice pank, porque así se entiende, aquí somos los que hablan y el punk es del otro, el ajeno que trajo su cultura y la dejó como un vinilo del London Calling que tiene una raya de plumón rojo y que una señora vende a tres lucas.
También entran los Guns N’ Roses, como un rayado en la calle, como un rallado en un baño, como el nombre del casete donde están los grandes éxitos re grabados.
La música de un cine rotativo que pone westerns para que los asistentes escapen de la ciudad y se relajen, y mientras se toquetean, escuchan el sonido de un lugar sin vida, sin ley, sin suerte, el sonido de un vientecito salino a las espaldas.
El guitarrista de blues, que toca su guitarra en tono ácido, personaje que se cortó los parpados para verlo todo, y sigue tocando y lo escuchan y se vuelan con él.
Charlie Parker como la voz, como el camino a las nuevas sensaciones.
Esta, la zoología musical del puerto en su esplendorosa pudrición.
El libro es como un grito en medio de la noche, pero con tonos lentos, que se disfrutan y gozan, pero que ya no existen cuando los oídos logran advertir que hace frío, que van a seguir gritando toda la noche, “O cantando como, esta canción, circularmente” como cierra todo.
Valparaíso como una feria llena de vinilos, casetes y cds usados. Rayados, con manchas y descoloridos.