Con cautela viene Lady Gaga. Aún está fresco el recuerdo de los primeros hits de la artista, canciones con las que empezamos el romance con ella, que antes de demostrarnos todo el talento que tenía dentro, prefirió plantarse como una obra de arte andante. Peculiar como ella sola nos regaló The Fame en 2008, nos tuvo cantando su ‘Just Dance’ y se dio cuenta de que los ojos ya estaban puestos sobre ella.
Ídola gay, nuevo ícono de diseñadores innovadores y convencionales, comparada con Madonna y elevada a la categoría de visionaria por bastantes publicaciones. Cuando Born This Way llegó hasta nosotros, Gaga ya era LA lady con un Billboard a mejor disco dance del 2012, y de ahí el estar sobreexpuesta le ha traído más caídas que los brillos que vio por aquellos años.
Lanzó ARTPOP, disco anunciado con tanta campaña publicitaria que cuando lo tuvimos en nuestras manos nos ahogamos con todo el humo que veníamos aguantando previo al lanzamiento. Un quiebre en el pop, Gaga se codea con Tony Bennet y nos entrega Cheek to Cheek, un abrazo lleno de jazz que dejaba atrás los pedazos de carne colgando y los aros de rayos. Más observadora, menos impulsiva. Desde aquel 2014 que ya podíamos oler que la estadounidense parecía decidida a bajar un cambio entre tanta presión de tener que sorprender en cada aparición que hacía y ponerse a pensar en ella y en su obra.
Es en esta nueva etapa en la que hemos visto a Gaga brillar en presentaciones en los Óscar o cantando el himno de su país en el Superbowl, y ya con estos adelantos tangibles de la mutación a “nueva Lady Gaga”, menos hiperventilada y más preocupada por su credibilidad artística, fue inevitable no emocionarse cuando sale a la luz la metralleta de productores que trae la cantante en el nuevo peldaño de su carrera.
Mark Ronson, responsable de los grandes hits de Amy Winehouse y Bruno Mars, el colaborador de Justin Timberlake y Madonna, BloodPop, y hasta Kevin Parker de Tame Impala, se leen en los créditos de ‘Perfect Illusion’, el estreno de la artista que se tomó muy en serio su papel de co-productora. La pieza, que tiene a Josh Homme de Queens of the Stone Age en la guitarra, grita Lady Gaga en cada segundo que pasa, pero lamentablemente es una Lady Gaga confundida: perdida entre el personaje creado y lo que realmente pareciera querer demostrar.
Todo lo contrario a ARTPOP, este nuevo disco de la música viene con cautela, sin mucha publicidad, y sólo con escuálidas menciones del hecho en alguna que otra red social, como aquel tuit que anunciaba que hoy tendríamos novedades. Llegaron y no cumplieron con las ganas que teníamos de escuchar a la siempre dramática rubia que supo hacer llamativa la sobriedad de traje.
En los menos de tres minutos de duración, el sencillo muestra tímidamente la presencia del australiano Parker y del genio pop de Ronson, y después de la primera parte ya se hace repetitiva, con palabras forzadas que hacen de estos dos minutos y tanto eternos.
¿De qué va la canción? Sobre todas las cosas falsas que parece auténticas, y lamentablemente la novedad suena como eso. Un intento muy forzado por hacer algo que Gaga tiene entre manos sin siquiera parecer darse cuenta. Su capacidad vocal no está al debe, sus colaboradores menos, pero quizás se confundió en sus mismas respuestas.
“Es sobre tratar de averiguar lo que es honesto y lo que no”, dijo cuando le preguntaron sobre el tópico que trata ‘Future Illusion’, la que no parece muy honesta, si no más bien un mal primer intento. Eso sí, no podemos dar el veredicto final sobre lo que vendrá para Lady Gaga, pero vamos a esperar pacientes a que este estreno no sea más que un mal primer tiro y que los acompañantes de la artista puedan brillar un poco más en lo que está por venir. Tal vez, todo sea parte de la cautela de la nueva Gaga, esa misma que ya nos prometió un dueto con Florence Welch.