Muchas veces la belleza paraliza. Paraliza tanto como el miedo, el amor o la falta de este. La belleza también deja otras huellas, sobre todo en el tiempo y en la memoria. Esto, llevado a las obras de arte probablemente crece de manera exponencial. El hecho de ser tocado por un elemento intangible que nace de una emoción, transformándose en una propia es uno de las más imperecederos. No se borra. No desaparece.
La música es el arte que quizás tiene el poder más directo de generar memoria en la vida humana. Se mete como un gusano en lo cotidiano, revuelve entrañas, evoca olores, recuerdos, texturas. Es quizás, también, lo único que nos vuelve inmortales, no sólo a los creadores sino también a quien la escucha. La radio que tu mamá o tu abuela escuchaba en la cocina, con sus canciones, es capaz de devolverte olores, sabores, abrazos y caricias en el pelo. Y con todo eso, quizás también las primeras nociones que tuviste en tu vida sobre la belleza. Gracias a la música, esas personas que ya no están se vuelven inmortales. Probablemente tú, que estás leyendo esto, serás inmortal para alguien más. Tus canciones favoritas se meterán en el corazón de otra persona, y serán el elemento que evocará tu olor, tus ojos y tus cariños en otro ser. Aunque ya no estés. Esto es quizás con lo que más juega el pop: regalar fantasías que se componen de pequeñas realidades y se transforman en bandas sonoras de personas, familias, amigos, países y épocas completas.
En el caso de los compositores, la relación con la inmortalidad es más evidente pero no por eso menos poética. Y en el caso de Juan Gabriel, que dejó el plano físico hace sólo un par de horas, esta premisa es indiscutible en más de un nivel.
Fue el maricón pobre que reinó en la industria musical más descarnada de habla hispana, en una de las sociedades más machistas, en una época política y social muy dura para el continente. Y lo hizo con toda la libertad que sólo el talento irrefutable puede otorgar. Fue la canción desgarrada sonando en todas las radios de mujeres trabajadoras por décadas, construyendo la historia familiar de millones de personas en Latinoamérica, un invitado personal en cada cumpleaños, bautizo, fiesta de matrimonio e incluso funeral, a la par de los álbumes de fotos. Uno sin el otro está incompleto.
Tomó el género protagonizado por el macho revolucionario, duro e indolente y lo tiñó de completa sensibilidad, con los mismos tópicos pero resignificados, pudiendo sintonizar con los maricones, las mariconas y las mujeres en sus dolores y fantasías sobre el amor. Le cantó a todos, pero representó la belleza que existe en el dolor para esta mayoría que, socialmente y en términos de derechos civiles, nuestro continente sigue tratando como minoría.
La belleza paraliza, pero como queda en la memoria, pasado el momento también moviliza y, por lo tanto, se hereda. Y es por eso, que en el 2016, podemos ver a músicos jóvenes latinoamericanos homenajear un legado enorme, ese que construyó su historia familiar y es una parte fundamental de su identidad. En Chile, artistas como Alex Anwandter, Planeta No, Dënver, Mariel Mariel y Mon Laferte, sólo por nombrar a algunos, con naturalidad en momentos de su carrera se han acercado al legado de Juan Gabriel, como quien muestra una fotografía de un álbum familiar. En ese cumpleaños sonó ‘El Noa Noa’. En esta fiesta de navidad, más tarde, se escuchó ‘No tengo dinero’ y aprendiste cómo hacer cazuela de pollo con ‘Yo no nací para amar’ de fondo.
(Me gustaría compartir dos de mis reversiones favoritas):
Días antes de la muerte de Juan Gabriel, el 23 de agosto, aparecía un compilado de homenaje: Querido: Tributo indie a Juan Gabriel, celebrando los 45 años de carrera de uno de los personajes más grandes de nuestra historia musical. Artistas cuya vida, en algún nivel, se vio atravesada por la música del músico mexicano, construyendo su identidad y también su memoria. Una memoria que planearon mantener viva y rendirle honores -en vida- a través de más de cincuenta canciones que se reconfiguran en diferentes estilos, ritmos e intenciones. Interpretaciones que funcionan como la confirmación más directa de que la belleza en primera instancia moviliza y luego se vuelve inmortal. Un lugar al que siempre es posible volver.