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La bala más pop jamás disparada: The Soft Bulletin cumple 20 años

La bala más pop jamás disparada: The Soft Bulletin cumple 20 años

“Ella las llamaba anti semillas, cada vez que plantas una, vez algo morir”, así describe uno de los personajes de Mad Max: Fury Road las balas, con tristeza de lo que podían lograr. ¿Qué pensará sobre la bala más suave alguna vez disparada? Una bala que no mata nada, sino que lo llena de melancolía, de preguntas y hasta algunos, la mayoría, dicen que de tristeza.  Ni idea cuál sería su respuesta, ese personaje muere a mitad de la película (alerta de spoiler ¿o no vale si no dije el nombre?) y tal como este disco, deja un vacío grande lleno de preguntas sin respuestas simples.

¿Es Soft Buleltin un disco triste? Para el manager de los Flaming Lips, Scott Booker (sí, el manager se llama Booker) no lo es. Es solo un disco que habla de la vida, y la vida conlleva muerte y la muerte normalmente da tristeza, pero no es inherentemente sobre esa tristeza. Si estás de acuerdo con Booker o no es otra cosa, pero opiniones como esta son las que van creando la mitología de un clásico como este. Un clásico que, dicho sea de paso, el 17 de mayo pasado cumplió 20 años.

Mucha gente dice que el gran problema de los Lips es que se fijan demasiado en el “cómo” y no suficiente en el “qué”. Eso es muy debatible, pero algo queda claro: Este fue el momento en que Wayne Coyne, Michael Ivins y Stephen Drozd más se fijaron en el “qué”.

Como toda buena historia, el solo hecho de ya estar grabando ese disco parecía un objetivo demasiado complejo como para lograrlo. A comienzos de la década del noventa, los Flaming Lips fueron firmados por Warner gracias a la creciente popularidad de las bandas de guitarras, que estuvieran bajo el amplio paragua de la escena indie gringa. Así es que terminaron sacando Hit to Death in the Future Head (1992), Transmissions from the Satellite Heart (1993) y Clouds Taste Metallic (1995), tres discos que continuaron la senda guitarrera que los llevó a firmar con la multinacional. Del segundo de esos discos, Transmissions…, salió el single ‘She Don’t Use Jelly’, una canción que les sirvió como seguro ante su disquera a la hora de sacar el siguiente disco.

Después de Clouds Taste Metallic el guitarrista Ronald Jones decidió irse. Eso, según dice el mismo Coyne, abrió la puerta para que la banda se volviera aún más experimental, tanto así, que se decidieron a usar la menor cantidad de guitarra que pudieran. El viejo y querido Coyne, ante esta nueva etapa, llegó con una idea bastante loca (era que no) y decidió hacer un álbum subdividido en cien discos que debían escucharse a la vez. En su momento, estaba fuertemente convencido de que ese era el futuro de la música. Habían hecho experimentos con “shows experimentales” donde muchos autos tocaban música distinta en sus parlantes y a Coyne le parecía muy viable de hacer. Scott Booker le terminó poniendo los pies en la tierra, acotando todo a cuatro discos y consiguiendo dinero de Warner, pero de la siguiente manera: Los Lips hacen este álbum increíblemente extraño, tú lo sacas al mercado, y el siguiente lo hacen con el mismo dinero. Simple, dos discos por el precio de uno. Warner aceptó.

El primero de esos trabajos muy alabados por la crítica pero difícilmente escuchado por alguien: Zaireeka (1997) que como era de esperar, no tuvo el éxito esperado. El siguiente fue un disco con más forma, canciones más concisas y grabadas durante el mismo tiempo en que se grabó este.

El título de ese siguiente álbum fue idea de Coyne, quien creó un mixtape con muchas canciones de arreglos de cuerdas y cambios de ritmos. La idea era que este mixtape fuera una suerte de guía para la banda sobre qué tipo de sonido se buscaba en esta grabación. ¿El nombre del mixtape? The Soft Bullet In. Estaba escrita a mano, y muchos leyeron “Bulletin” en vez de “Bullet In” y ese feliz accidente le dio mucho más sentido al nombre.

Desde la batería que abre el disco y hace que los doctores comiencen a correr por el premio (¿Es la fama? ¿Es la cura?) , hasta el quedarse dormido en el techo. Todo lo que hay al medio habla de la vida y la muerte, con analogías extrañas sobre el peso de vivir en un mundo como este. Levantar el sol, esperar por Superman, miedo a que un amigo muera por una picadura de araña, una aguja infectada o incluso en un accidente de auto. Durante este tiempo, a lo que le pusiera el ojo Coyne lo convertía en una pregunta reflexiva sobre si realmente somos felices (no) y cómo podríamos llegar a serlo (la verdad es que nadie sabe la verdad).

Ahí, en esas preguntas que tienen tantas respuestas como personas escuchen el disco, es donde está la respuesta al éxito de Bulletin. Steven Drozd fue uno de los grandes sorprendidos al darse cuenta que el vocalista de su banda estaba creando una letra como la de ‘Waitin for a Superman’ (“Tell everybody / Waitin’ for Superman / That they should try to / Hold on / Best they can / He hasn’t dropped them / Forgot them / Or anything / It’s just too heavy for Superman to lift”) en vez de más canciones como la ya popular ‘She Don’t Use Jelly’. “Estaba tan feliz”, dice Drozd “de que no escribiera sobre un astronauta atrapado en una telaraña en el espacio o algo así, y si esta letra que realmente significaba algo para el que la escucha”.

Este tipo de letras fue la que llevó a la gente a pensar que el disco era básicamente una oda a la tristeza del mundo. Si al final, ni Superman puede salvarnos ¿quién chucha queda? Pero esa no es la emoción final del álbum, si no que es la desesperanza, la falta de fe a la que agarrarse y aún así saber que hay que seguir, como sea, pero hay que seguir (un tópico que repetirían y explorarían más en The Terror del2013 que habla sobre el terror de la vida sin amor, después de vivir el amor a concho).

La respuesta al porqué de estas letras está en la muerte del padre de Coyne a causa del cáncer (esa cura por la que corren los doctores en ‘Race for the Prize, quizás ¿va por ahí?). El mismo Wayne habla de como casi todos los conciertos, hasta el día de hoy, llega gente a hablarle como el peso del sol en ‘A Spoonful Weighs a Ton’, el sentimiento de muerte de ‘Feeling Yourself Disintegrate’ o el inesperado cambio de ‘Suddenly Everything Has Changed’ le llegan tan profundo. Claro, todos comparten alguna muerte en la familia, alguna desgracia, algo que no quieren volver a mirar.

Coyne decidió no cantar sobre la “falta de esperanza”, si no que ser ellos los sujetos “desesperanzados” que, por fortuna, también cantan y hacen canciones. Como la gente que se despierta, ve el día de mierda que viene y se deprime, pero está intentando forzarse a ver el lado lindo de las cosas. Es algo tan humano intentar convertir el dolor en algo más calmo, que la tristeza que nos queda no es la nuestra. Es la de ver cómo alguien lo intentó y aún así Superman no llegó.

En una entrevista que Coyne le dio al Guardian para la promoción de The Flaming Lips and Heady Fwends en 2012, el vocalista se manda una cuña que explica mejor de lo que yo podría este disco:

“Lo que yo hago es cantar sobre una forma de ser y, una vez que la música existe, siento que puedo llegar a ser eso de lo que estoy cantando. Con The Soft Bulletin estaba cantando sobre ser más abierto, más atento, más dispuesto a aceptar. Después de que mi padre murió me di cuenta de que no sabía si quería seguir sabiendo qué tan brutal podía ser el mundo. The Soft Bulletin es una búsqueda. Es decir ‘Creo que la vida es más hermosa que horrible’, pero no pensar realmente eso. Yo creo que el mundo es mucho más horrible de lo que es hermoso. Pero nosotros tenemos que hacerlo hermoso”.

Feliz cumpleaños The Soft Bulletin. Los Lips podrán irse en la volada que quieran en las siguientes décadas, pero siempre tendremos este clásico, que a años de haberse publicado, sigue haciendo preguntas que terminan dando vuelta la cabeza por más del tiempo que nos gustaría. Igual que sus canciones.