El documental se presentará este domingo 29 como parte de la muestra de IN-EDIT CHILE en Valparaíso y que tendrá lugar en Insomnia Teatro Condell.
Durante la presentación de “Ennio: El Maestro” en su estreno en el 18º In-Edit Chile, durante diciembre, Marisol García recordó que tiempo atrás el director Steven Spielberg presentaba a John Williams como el mejor compositor del siglo XX, aludiendo que este documental nos haría tener dudas de esa declaración, como si las expectativas no fueran pocas con el documental sobre la vida del maestro italiano.
La historia parte con la grandilocuencia que de un artista de la talla de Ennio Morricone se podría esperar. Rostros de todos los espectros de la música y el cine se reúnen para tratar de definir a un personaje indefinible, secuencia intercalada con la entrada del compositor, quien se prepara para un nuevo día como no podríamos imaginar que un hombre de noventa años podría: ejercitando en su oficina. Un giro a su alrededor y somos testigos de su desorden, de los libros y partituras apiladas sin mucho cuidado y donde pese al caos, habita una indescriptible armonía. Se sienta frente a la cámara y sabemos que está dispuesto a contarnos toda su vida.
Con una memoria envidiable el compositor nonagenario recuerda detalladamente sus comienzos como un joven trompetista de conservatorio, trabajando en la televisión, su incursión en la composición popular (les sorprendería saber cuántos éxitos italianos veraniegos compuso y reconocerían) y su paso a las películas, de la mano de su eterno colaborador Sergio Leone. El resto es sólo música. ¿Cómo llegó al distintivo sonido de “El bueno, el malo y el feo” (1966)? ¿Cómo alcanzó a definir las emociones más puras en “La misión” (1986) o “Cinema Paradiso” (1988)? ¿Es verdad que estuvo a punto de componer para Stanley Kubrick?
Minutos dentro de la vida del artista y las primeras conclusiones son evidentes: no existe proyecto, obra o evento al que Morricone pueda negarse. Es un alumno de la escuela donde la ambición es simple pero definitiva, y esa ambición es crear. No importa de qué se trate la película -una comedia, una sátira, un western o pura fantasía- siempre está dispuesto a probar algo nuevo. Y para bien o para mal, los directores están al tanto de esta búsqueda y todos quieren exprimir el talento del virtuoso maestro.
Pero para quienes todavía no queda lo suficientemente claro -y hubo algunos a los que les costó entenderlo- el verdadero talento de Morricone no residía en su excelencia musical, sino que en su habilidad para escuchar. Algo que parece elemental en el oficio y que, sin embargo, parece ser una falta más común de lo habitual. Porque él realmente escuchaba las necesidades del director, incluso cuando no estaba de acuerdo con la solicitud que se le hacía. Entregaba exactamente el material que se le pedía, aunque fuera en desmedro de su gusto y propias ambiciones. No es extraño que haya forjado lazos tan estrechos en su carrera ¿quién querría alejarse de alguien quien dentro de toda su magnanimidad tuviera respeto por tu trabajo y tu visión?
Fusionando géneros, experimentando con instrumentos de otros siglos, improvisando con su conjunto de amigos y hasta sampleando obras anteriores, ya no se puede poner en duda que Ennio Morricone no solo fue el mejor compositor del siglo XX, también fue el verdadero artista pop de su era.