Goran Bregović en Cartagua
Por Juan Pablo Etcheverry
Seguramente algunos no querrán (lata, y están en todo su derecho a tenerla) leer este articulo tan extenso y un poco “literatoso” para sólo interiorizarse de la opinión de un tipo que fue a ver un concierto en la playa (que me importa a mi, diría yo también en mis días amargos) en vez de leer una critica dura y precisa, objetiva, “verdadera”, que refleja lo que realmente ocurrió. Para ellos va esta breve reseña (hecha con todo respeto y rigor), que intenta ser objetiva y concisa en lo relativo al espectáculo presenciado.
Cuarenta músicos acompañaron al ilustre compositor bosnio Goran Bregović en el concierto que ofreció el viernes dieciocho de enero en el balneario de Cartagena, Chile. Un coro compuesto aproximadamente por unas veinte personas (chilenos), junto a una línea de instrumentos clásicos y la banda balcánica (“Wedding and Funeral Orchestra”) que lo secunda en sus constantes giras por el mundo, hicieron vibrar a las más de siete mil personas que escucharon respetuosamente todo el repertorio, el cual alternaba de manera precisa sonidos fúnebres y “extasiosas” canciones para bodas. La música de origen gitano no dejó indiferente a absolutamente nadie, el heterogéneo publico logró fundirse, todos bailaron y disfrutaron de la carnavalesca alegría que irradiaron a borbotones Bregović y compañía.
A los interesados; en algo quizá un poco más entretenido o que muestre un punto de vista un poco más subjetivo, ahí les va…
Antes que nada debo ser sincero, lo único que sé de este bosnio, es precisamente su nacionalidad, que es un notable músico (según he leído por ahí) y que toca junto a una gran orquesta de cuarenta músicos.
Tuve la tentación de meterme a youtube para escuchar algo de la música de Goran, pero por una extraña razón decidí no hacerlo, a raíz de esto no sé tampoco porque, se me ocurrió hacer un experimento, supongo que se ha hecho antes, pero personalmente no tengo recuerdo de haber leído algo con esta estructura (la estructura “narrativa” que expondré en este artículo). Bueno es bien simple, mañana viernes dieciocho (18) de enero (2008) voy a Cartagena (Chile) a ver y escuchar el concierto que ofrecerá de manera gratuita el notable (según he leído, como ya dije) músico bosnio, Goran Bregović. El experimento (suena como la gran cosa) consiste simplemente en: dar una opinión a priori y luego una a posteriori, es decir, primero voy a imaginarme sin prejuicio alguno la experiencia de ver y escuchar a este músico y acompañantes en la playa chica de Cartagena y luego intentaré traspasar mi experiencia carnal como opinión o relato a posteriori.
Parte 1, Opinión y/o Relato A Priori. Todo imaginado.
Me parece interesante el ejercicio de asistir casi totalmente “a ciegas” a un espectáculo que al parecer todos también llegarán “empelotas”. El resultado de la experiencia puede ser mucho más riesgoso para el oferente que para los demandantes (es un concierto gratuito), si no gusta seguramente la gente rápidamente se irá en busca de un mejor carrete, recordemos que es viernes en la noche, vacaciones, cacha (idealmente para muchos), choripán, playa, se pueden hacer muchas otras cosas, etc.
Posiblemente este tipo deba tocar música media gitana, intuyo un estilo musical parecido a Emir Kusturica (músico, cineasta, etc., lo conozco un poco más, quizá después hable algo sobre este tipo). Bueno, continúo, me imagino una muy agradable playa llena de gente, todos expectantes, curiosos por ver a este “huevón raro”, gente del pueblo, puesta de sol, los cerros de Cartagua iluminados con esa exquisita luz del ocaso (eso último bien siútico, pero no por eso deja de ser verdad), olor a choripán por doquier, envases de cerveza tirados, viento, el fortísimo olor a mar (mezclado con olor a choripán, y otros, habrá que experimentar la mezcla), gente alegre, con esa extraña sonrisa chilena nerviosa, inocente-vergonzosa-temerosa al reconocer la ignorancia (sólo para sus adentros), como la que se tiene antes de ver algo que supuestamente es muy bueno, novedoso, y que nadie, pero nadie (o bueno, muy poca gente) conoce. Seguramente mañana, antes de que empiece el show, le preguntaré a algunas personas que opinión tiene de este tal Bregović, ojo no es mi intención burlarme de la ignorancia “de la gente” (me da risa eso “de la gente”, referido al resto, siempre se usa para decir que los demás no saben nada, “la gente no me entiende” dicen muchos, incluido yo, pero cada vez menos ), al contrario (lo primero que hice fue reconocerme un ignorante, antes de empezar este artículo) ,me interesa demostrar un punto importante, el miedo al ridículo que representa el ser ignorante en cualquier materia, como si uno debiese ser una enciclopedia andante para ser respetado. Lo que me parece relevante (dentro de otras cosas) es hacer un poco más visible este comportamiento y que de a poco aparezcan más señales de que no tiene nada de malo reconocer que no se sabe de algo y que muy por el contrario el reconocimiento de esto mismo es lo que nos hará más libres, menos ignorantes (ya que al reconocerlo, tendremos luego la humildad de preguntar e informarnos) y finalmente menos temerosos y acomplejados. Bueno ya, la volá, es inevitable, me interesa mucho el comportamiento humano (en este caso sociológico). De vuelta a lo meramente atingente con el concierto y con lo que yo espero de él, debo mencionar que nunca he estado en una playa escuchando un recital masivo, de seguro no faltarán elementos como el olor a mar, harta trompeta, algunos otros instrumentos de sonidos extraños, personajes barbones, de pantalones anchos y camisas a rayas, todos como una gran familia, como esas familias numerosas que hacen show en sus casas, donde desde el cabro más chico hasta la abuela deben subir al escenario “a hacer su gracia”.
Por otra parte (un poco menos imaginativa), sólo tengo como referencia (la cual quizá sea muy lejana en estilo, después habrá que verlo) a Kusturica, me gustan sus películas, su onda y su música. Alegre, jaranero, “loco lindo” le dirían acá en Chile. Estuvo en Santiago hace algunos años, un amigo fue a verlo y me dijo que se la transpiró entera, que fue literalmente la raja (para los extranjeros; increíble) y delirante, no paró de bailar y saltar en ningún momento, toda la gente parecía entrar en la extravagante frecuencia gitana y pedía cada vez más y más. Si me dejo llevar por esto, lo de mañana debiera ser una gran fiesta, la gente se irá muy energizada; a seguir el carrete los más jóvenes, los niños con una experiencia inolvidable de alegría, de apertura cultural, libertad y juego (a los que costará mucho hacer dormir), los adultos (muchos de los cuales intentarán hacer dormir a sus hijos, y realmente dormirán la nada) y los un poco más viejos, con una nueva prueba de conciencia y un reconocimiento de que en Chile, quizás: ¿pueden “pegar” muchas cosas además del Reggaetón y la Farándula?, y ¿se debería exigir con mayor fuerza la entrega de cultura como un derecho de las personas?
Así me imagino el cuento, haber que tal resulta la vivencia, será curiosa la comparación entre la opinión prejuiciada, basada en muy pocos datos y la opinión de haber vivido la experiencia, subjetiva también por lo demás. Seguramente este intento posee una estructura similar a la de un ensayo (opinión a priori; opinión a posteriori; síntesis – versus – tesis; antítesis; síntesis), pero la síntesis seguro no la escribo, la dejaré para mí, no es necesario explicarse del todo, creo. En todo caso voy a llevar una camarita (ojalá ande bien el sonido, para que podamos hacer un link con el video) para que ustedes también puedan tener una opinión, quizá no vivencial, pero un poco más cercana a la “realidad”.
Parte 2, Opinión y/o Relato A Posteriori. Un poco imaginado, quizás.
Llegué a Cartagena a las 8:30 PM clavadas, una puesta de sol teñía de amarillo todo lo que se mirase, los primeros pasos fueron a siegas, me baje del bus y prendí inmediatamente la cámara, hice algunas tomas vistas de la ciudad, realmente muy linda, romántica diría yo, eso me inspiró casi de inmediato. Tanto en la costanera como en la playa había mucha gente, el escenario cortaba la avenida principal, todos los restaurants estaban llenos y se respiraba un aire particular. Al poco andar se me empezó a acercar la gente, fue extraño, realmente la gente es curiosa: ¿Qué hací aquí flaco?, ¿Eso eh una cámara?, ¿Pa que canal trabajaí?, y así…, por supuesto aproveche de preguntarles por el concierto que esa noche ofrecería Goran Bregović, como me lo imaginé, nadie sabia nada. Las respuestas más insólitas y divertidas iban dándome un humor especial, eran gente cálida, acogedora, con una gran nostalgia en los ojos, o al menos yo vislumbre eso; “ahh parece que este loco toca rocks”, o “estoy muy anhelante de escuchar a este músico de ascendencia árabe-oriental, más o menos por ahí una corriente”, o “¡un grupo musical poh!, una sinfonía armónica o algo así”…, esas eran las opiniones casi media hora antes de que empezara el espectáculo. Ese tiempo antes de el show, me preocupe de observar bien y de sentir un poco lo que estaba ocurriendo, extrañamente no percibí ni un solo olor, no sé si no puse la suficiente atención o realmente era que así estaba ocurriendo, tampoco sentí ni viento ni frío ni calor, ni sonidos estridentes o característicos de playa, era un ambiente, por lo menos para mi, casi aséptico, limpio, carente de sensaciones, con la mayoría de los sentidos truncos, excepto en lo visual e intuitivo: mucha gente, una luz increíble, formas y figuras atractivas, heterogeneidad social, familia, recepción amistosa, cofradía, amistad en serio, relajo, ojos expectantes.
Estuve en los alrededores del back-stage, mucha gente andaba por ahí, acentos extraños y sonrisas fáciles caracterizaban a la mayoría de los bregovianos (no digo con esto que no estaban nerviosos), no así a los coristas y músicos chilenos, los que en su mayoría demostraban lo tensos que estaban (era lógico, iban a tocar con un gran maestro). Subieron al escenario en una primera instancia un balcánico grandote y pelado con un clarinete en sus manos, el coro y los músicos chilenos, los cuales entregaron al público los primeros sonidos atmosféricos (“War”), los cuales se encargarían de envolver en un agradable letargo a los más de siete mil espectadores (según cifras que he escuchado por ahí). No aparecía Goran, pero como muy poca gente lo conocía, nadie se impacientó, parecía haber una suerte de respeto y conformismo por lo que se estaba escuchando, caras más bien atónitas observaban el espectáculo. Esperé la salida de Goran tras bambalinas, lo veía darse vueltas, parecía estar nervioso, muy concentrado miraba al suelo, zapatos amarillos y floreados y vestido entero de blanco (chaqueta, camisa y pantalones), se decide a avanzar, cruza la línea de guardias, lo sigo y estoy un par de minutos muy cerca de él, con su particular grito “dubiambre, dubiambre” (con un tono grave en un comienzo y agudo al final), se daba animo, también se alentaba con aplausos y botando un poco de aire, intentaba relajarse. Llegó el momento, subió al escenario y a nadie le cupo duda de quien era el tipo de blanco, con billetes en las manos les fue pagando a cada uno de los carismáticos integrantes de su banda, los cuales se habían incorporado un par de minutos antes.
Así empezó el carnaval, “Gas..Gas..Gas Gas Gas Gas”, no me he podido sacar ese sonsonete, jarana pura, buenísimo, la gente de inmediato empatizó y participo activamente de la impecable presentación de la banda. La música fúnebre evocaba una sensación parecida a la que se experimenta cuando uno se queda pegado viendo una película de guerra, donde las imágenes y la música son concluyentes, muerte, lo inevitable, todos en trance, desactivados, en otro lugar, era impresionante ese efecto, a veces más profundo que el de la energizánte música de las bodas. Por otro lado, el efecto desencadenado por la música de bodas, se resume en lo siguiente: “si un yugoeslavo, serbio, bosnio, croata, etc. me invita a algún matrimonio, voy sin pensarlo, con o sin acompañante, seguro que lo pasan increíble, sin pelambres y actitudes rígidas, sólo bailar y olvidar”. Así se fueron alternando “Cuentos y canciones para bodas y funerales” (“Tales and songs from weddings and funerals”), fiesta y letargo agradable, todo muy bien estudiado (supongo) para no aburrir a nadie y mantener a la gente con el ánimo fluctuante, agitados y descansados, nunca aburridos, ni una sola pifia, se disfrutaba canción por canción.
Tantas guerras, unificaciones y separaciones probablemente han hecho a esta gente sensibilizarse extremadamente hacía los sublimes sentimientos de pérdida irrecuperable (conformismo y melancolía) y del corto éxtasis vital (alegría, como superación desde la entrañas de la pérdida). Esta realidad de vida es traspasada magistralmente a la música (Música, ¿reflejo social?, cueca, ¿reflejo chileno?). Será acaso que la siguiente relación: ¿Frecuencia mental – Frecuencia musical – Comportamiento en la realidad, es igual a la percepción de la realidad en concordancia con la frecuencia del ambiente social en el que se desenvuelve cada individuo? (seguro un sociólogo sabrá esto mucho mejor que yo)
Se seguía alternando, funerales y bodas, tonos contrapuestos, y la gente no mostraba indicios de cansancio alguno, al contrario, se pedía más y más, empezaban a verse poleras al viento y gente subiéndose arriba de las rejas que separaban el sector donde estaban periodistas e invitados VIP, en los costados del escenario, restaurants y negocios abarrotados de clientes que parecían colgar sumidos en un éxtasis musical, la calle que bordea la playa chica aclamaba cada sensual gesto y canto que realizaban tanto Bregović como Alen Ademović (voz gitana y percusiones), así, sin darse casi ni cuenta se llegó a la etapa final del extenso repertorio, a la explosión final, donde quedó expuesto el nivel de penetración y sumisión que tiene en la mente humana la música. Con un “A la carga” general se daba inició a Kalashnikov (Underground, Kusturica), a esas alturas muchas personas habían sorteado las rejas y estaban saltando a metros del escenario, a nadie la importaba nada, sólo saltar, cantar y disfrutar, no había temores, nada malo iba a pasar, era un descontrol que no implicaba riesgos, era esa sensación que deberíamos aprender a retener, la felicidad, ese es el concepto final, imágenes felices, rostros, poleras revoleadas, transpiración compartida, hermandad, guatas (estómagos, regazos) que realizaban extraños y atrayentes movimientos sinusoidales, trompetas, trombón, otros vientos y “Hop, Hop, Hop, Bum.. Bum.. Bum.. Bum, Kalashnikov, Kalashnikov”. Ovación, aplausos, gritos femeninos demandantes de un saludo de Ademović, el que finalmente se robo la película de la, a esas alturas, casi medianoche cartaginense.
Un detalle importante que no debo dejar de mencionar tiene que ver con las dos cantantes búlgaras que acompañaban a la orquesta, de presencia un poco toscas, te dejaban totalmente callado y te hacían replantearte totalmente el respeto que infunde un trabajo bien realizado y como repercute en la mirada que tenemos hacía esas personas, cómo a raíz de esto se torna gente muy atractiva. Ese mismo respeto le tenían cada uno de los integrantes de la banda, para los cuales seguro ellas son su tesoro mejor cuidado, el más preciado.
Todo lo dicho prueba un punto, es imposible pensar que a la gente más humilde o con menos acceso a la cultura, sólo disfrute de el reggaetón y la TV basura, es una falacia, eso me hace replantearme un poco la pregunta, será entonces que lo que ocurre es: ¿hacer reggaetón o TV basura es más fácil y luego se usa como excusa de que es lo que vende?, ¿no será también que la gente que produce este tipo de música y TV será muy floja y no pretende por ningún motivo salir de su comodidad y buscar nuevas alternativas?. Hay que replanteárselo y de una vez por toda debemos ser más exigentes con lo que se nos vende a nivel cultural, también es culpa nuestra, tampoco indagamos y buscamos cosas nuevas ni incentivamos al resto a hacerlo (obviamente no todos), pero como en todo, cuando uno exige un poco más, las cosas tienden a mejorar, si ya esta bueno de andar idiotizados por la vida, seamos más consientes con lo que se nos entrega.
En media hora, la playa fue ordenadamente desalojada, ni un solo problema, nada, todos felices, unos para la casa otros a carretear, pero en paz, en armonía, sometidos a una buena frecuencia cerebral, una frecuencia que irradia alegría, la música de Bregović.
Me fui de Cartagena embaladísimo, sólo quería carretear y contarle a todo el mundo mi experiencia, traspasar mi felicidad (Bregović – Yo – El resto que se me cruzara). Llegué a Santiago y me fui de inmediato a la casa de un amigo que estaba de cumpleaños (Pablo, un gran amigo), pero me encontré con que la mayoría andaba en otra frecuencia, me vino un bajón súper grande, me dieron ganas de irme, sentía que no servía de nada toda mi felicidad si los demás no están dispuestos o sensibles a recibirla, no es culpa de nadie, es sólo que parece que tenemos que aumentar el ancho de banda en nuestras cabezas para poder comunicarnos mejor y sentirnos más a gusto unos con otros, como una gran banda que se caga de la risa y olvida las diferencias.
“Dim dam din dira da du ru ri ra ra”, varías veces y quedas con los ojos semi-abiertos, como flotando, volando y sonriendo.
Fotos por Miss_Kittin, chino_ese, emekubidu, Viernest.