El Festival de Viña del Mar a través de su historia, se ha perfilado como el escenario más relevante de la música popular en nuestro país, aunque hace bastantes años ha perdido terreno en la propuesta y foco, mirando hacia el futuro.
Usado a destajo políticamente y explotado por la farándula y la televisión abierta, este evento musical ha ido reaccionando a los cambios de la industria, en vez de liderarlos e impulsar tendencias. Es por eso que en este espacio hemos querido compartir algunas ideas sobre este festival que, a pesar de la incorporación de algunos números en su parrilla, como Gepe o Javiera Mena, sigue sin ser un lugar en donde nuevas generaciones o ideas puedan encontrar un espacio.
Lo malo
Quizás, el formato televisivo ha sido el principal cáncer de este festival, esa importancia del rating y del éxito televisivo, incluso mayor que la que se le da al público asistente. Por otro lado, también el uso político y de la farándula local han determinado ciertas decisiones que aportan más a los beneficios de las actividades satélite, más que al evento en sí.
A pesar de que febrero sigue transformándose en el mes de Viña, gracias a los medios de comunicación tradicionales, está muy lejos de generar el rating que conseguía en los años noventa. Aún así, millones corren para ganar una licitación con la idea de explotar algo de manera comercial. Los canales ofrecen posicionamiento de la ciudad, exponiéndola hasta el hartazgo, haciéndola ver como perfecta, pero pasada la fiebre festivalera es olvidada por las autoridades.
De manera paralela al evento, existe este uso político chabacano, en el que alcaldes y concejales se turnan para salir en televisión comunicando pormenores, intentando ser protagonistas de un show, cuando lo importante son los artistas y esto termina, lamentablemente, transformándose en un circo pobre.
Otra crítica que cada año se lee en las redes sociales, es sobre la parrilla de músicos. Salvo algunas excepciones, el festival no tiene sorpresas y año a año son los mismos números. No existe una propuesta clara en la contratación de artistas que estén sonando en la temporada. Chayanne se ha presentado siete veces, Emanuel y Ricardo Montaner cinco, Luis Jara seis (con la de este año, siete) y Miguel Bosé nueve al igual que Myriam Hernández.
Además, la forma en la que se maneja la publicación del cartel es la gota que derrama el vaso, en términos del circo pobre del que hablábamos con anterioridad. No es posible que su alcaldesa vaya filtrando nombres en conferencias de prensa o, directamente, en Twitter (con toda la zalamería de parte de los rostros de televisión que estos actos incluyen). Es tan simple como que esto debiera estar a cargo de la producción y sus medios oficiales (tal vez, ocupando el ingenio, como los organizadores de Primavera Sound)
Otra deuda que tiene Viña del Mar es una que comparte con casi todos los festivales alrededor del mundo: la parrilla de hombres. Sin ir más lejos, esta edición 2016 sólo contempla las presentaciones de Ana Torroja y Javiera Mena. El resto, hombres. Dato rosa: no hay bandas tampoco, este certamen será de solistas.
Lo bueno
Si quisiéramos destacar algo positivo, sin dudas, tenemos que referirnos a la producción del evento. El sonido y la técnica es superior, además de trabajar con un equipo profesional para llevar a cabo todas las noches.
Asimismo, también está ese pequeño esfuerzo -no sabemos quién es el responsable pero lo agradecemos- de incluir a artistas chilenos en su parrilla como Gepe o Javiera Mena. Para quienes están acostumbrados a escuchar música chilena, saben que estos dos músicos tienen diez años de carrera y que no son nuevos, aún así, considerando todas las capas que envuelven al evento (ya las mencionamos antes), para quienes los conocen, representan un aire fresco dentro de lo que se puede ver y, quienes no, quizás una grata sorpresa.
Lo que tiene que estar
Los animadores, la competencia internacional y folclórica, los humoristas, y los premios son parte de la identidad del festival. Sacarlos implicaría también renegar de su historia y tradición. ¿Nos molestan esos espacios? Claro que no, también significan una oportunidad de conocer más música, eso siempre estará bien. Sin embargo, esto no significa evitar repensarlos.
Algunas ideas
Quizás, una buena solución para las competencias, sería que el proceso de selección de los representantes de cada país fuera más abierta al público, que se conocieran las etapas de la competencia desde las primeras rondas. Casi como el sistema de Eurovisión, que gracias a internet, también ha recuperado un protagonismo que hace años no tenía.
¿El festival de Viña del Mar debe seguir existiendo? Por acá pensamos que sí. Tiene todo para ser un escenario de calidad. ¿Cómo no utilizar de mejor forma todos esos millones invertidos? ¿Cómo no distribuirlos de acuerdo a los tiempos que corren? Limitarse a la transmisión televisiva es un despropósito y un desperdicio de inversión. Imagínense utilizar ese escenario desde el mediodía, con transmisión por streaming, programando artistas nuevos de Chile y Latinoamérica. Esto no sólo ayudaría a posicionar el evento como lo transversal que alguna vez quizás fue, sino también, a atraer a ese público estival que se encuentra en la ciudad y, por supuesto, le daría la posibilidad a músicos noveles de trabajar y tocar con la técnica de última generación que otorga el certamen.
Muchos festivales alrededor del mundo y de distinta índole utilizan internet a su favor. El streaming, las redes sociales y la viralización de su parrilla y actividades ¿por qué Viña del Mar aún lo pasa por alto?
Esta noche comienza el festival y, por supuesto, nunca todos estarán conformes. Nuestra conclusión es que la falta de actualización frente a la música a nivel mundial es cuestionable, así como también la forma de planificar y comunicar el evento. Hay muchos más artistas que los que se encuentran en la lista de los organizadores, así como también, algunos métodos que llamarían a una nueva generación a implicarse y sentir este evento como algo suyo también.