Si el viernes los más consentidos fueron los Generación X, este sábado estuvo dedicado a los nunca bien ponderados Millennial quienes finalmente pudieron colgar sus trajes de adultos funcionales para disfrutar las bondades de la mejor música producida durante los años 2000, y una que otra sorpresa bailable actual.
Por Valentina Tagle y Bárbara Carvacho.
Nation of Language
Cuando se es bueno, se es bueno no más. Hasta con apagón eléctrico en medio del set, el trío de Nueva York llegó al escenario Vans para demostrar por qué se han convertido en un favorito de los medios, sellos y movidas independientes estadounidenses. La segunda jornada convocaba bastante más a bailar que la primera, y la inspiración ochentera de sintes de esta banda —que logra homenajear a sus referencia de manera muy actual sin caer en el plagio— fue un lujo para empezar a soltar el cuerpo y dar bienvenida anglo a las horas que se venían. Repasando bien equilibradamente sus discos con data desde el 2020, hasta el aplaudido Strange Disciple del año pasado, Nation of Language concluyó una accidentada pero redonda primera visita, que esperamos se repita más pronto que tarde.
The Magic Numbers
Marcaron a una generación completa y su paso por Fauna Primavera lo dejó más que claro. De punta en negro, pulcros en sus instrumentos y con una audiencia más que dispuesta a corear, el paso de los dos pares de hermanos europeos por el Banco de Chile da cuenta de la fidelidad del chileno con las agrupaciones con las que se obsesiona, algo que horas más tarde quedaría más que confirmado en el mismo escenario con Franz Ferdinand. Un set preciso, conciso, que se sintió mucho más apabullante para seguidores que para curiosos, que prefirieron cargar fuerzas y escapar del sol para la larga lista de artistas que quedaban por ver. Quienes aguantaron, se llevaron en el corazón la posibilidad de volver a cantar en colectivo varios clásicos como ‘Forever lost’ o ‘Take A Chance’.
Sofía Kourtesis
Peruana y alemana, una mezcla que da con una propuesta musical exquisita por naturaleza, pero que la productora, compositora, intérprete y dj sabe aprovechar más que bien. Con la misma motivación de Nation of Language, la cosa era clara: hacernos bailar, mostrarnos un poco más de su particular identidad, y presentarnos en vivo porque su disco del 2023, Madres, la tiene el radar mundial, incluso acá, al final del mapa, tan cerca de su origen. Haciendo alusiones a las calles de su infancia, con una estampa sudamericana imborrable, Sofía logró montar una discoteca en llamas bajo el sol. ‘Si te portas bonito’ nos sigue dando vueltas en la cabeza y sabemos que hay varios con algún otro track en repeat en la cabeza, porque lo de Kourtesis es de un abanico que permitió mucho baile house mainstream y vocal, pero también mucha emoción de ser de por aquí, de este pequeño rinconcito llamado sudamérica.
Dinosaur Jr.
Difícil que una banda pueda representar mejor la esencia del rock noventero estadounidense que Dinosaur Jr. No por nada Kurt Cobain le pidió en repetidas ocasiones a J Mascis, guitarra y voz del trío de Massachusetts, que se uniera a Nirvana. Con esto en consideración, es de extrañar la falta de atención por parte de los medios nacionales hacia una banda de este nivel. Pero eso es lo de menos, porque los los reales dijeron ¡presente!
No importó el horario (pasadas las cinco de la tarde) ni el calor (elevado), Mascis subió al escenario junto a Lou Barlow (bajo, voz) y Murph (batería), sin parafernalias, cuál más distinto que el otro, en completo uso de sus facultades y habilidades musicales para mostrarle a la audiencia como se hacen las cosas. Es un rock honesto el de Dinosaur Jr., un folk con distorsiones como lo habría definido la banda en un momento, y por eso se entiende que siempre hayan quedado relegados a una escena más underground, un status que solo mantuvo su leyenda en pie y que este sábado dejó más que conforme al público que coreó y, sobre todo, gritó con cada nuevo tema de su setlist.
Dënver
Si el viernes tuvimos a un dúo que con elegancia europea redefinió la electrónica, el sábado fue otra dupla la que nos invitó a un viaje bastante distinto, pero igual de cómplice sobre y bajo escena. Uno mucho más autóctono, lúdico, soleado y dinámico. Podemos apostar que son pocos los asistentes de Fauna Primavera que no conocían, al menos, una canción del proyecto conformado por Mariana Montenegro y Milton Mahan, que hace algunos meses están viviendo un regreso que nos tiene impacientes por nueva música.
La falta de estrenos no fue problema. Dënver debe ser una de las ideas pop mejor logradas que ha pasado en Chile en las últimas décadas; el reposo y la maduración que dio el tiempo, los regresa en un formato mucho menos melancólico, dispuestos a convertir cualquier sitio en una fiesta. Ya lo hicieron en Coliseo, en Blondie, en varias ciudades del país, abriendo para Paul McCartney, y el sábado fue para nosotros, los hijos del pop, tal como saludó Milton al entrar en escena. Hit tras hit. Los de San Felipe siguen conservando esa particular estela del Valle del Aconcagua, como si aún fuesen jóvenes con un sueño claro por cumplir. Lo mejor: la confianza que tienen en escena, y entre ellos, nos recuerda que varios oros ya fueron ganados, que varias olas gigantes ya fueron surfeadas, que los adolescentes ya vienen de vuelta en eso de ser vampiros.
Cintas de gimnasia, coreos, un keytar, la reversión de ‘Con Suavidad’ original de Los Prisioneros, la majestuosa e inocente ‘Miedo a toparme contigo’ –que suena tanto más poderosa ahora que tenemos 15 años más que la primera vez que la cantamos–, visuales increíbles que no lograron perderse con el sol y hasta una invitada especial para el emblema del repertorio que es ‘Los Adolescentes’. Quizás uno de los puntos incómodos del concierto. No sabemos si se trató de una especie de cofradía indie por la situación de Anabella Cartolano y ex compañeros de Las Ligas Menores, o si sólo se trató de una colaboración que mucho-mucho no aportó. Más allá del detalle, la bajada fue sencilla: Mariana y Milton no necesitan mucho más que al otro para dar con un espectáculo entretenido, juguetón y versátil. A ver si en una versión 2025 tenemos el placer de verlos de noche, quizás celebrando los diez años del visionario Sangre Cita.
The Kooks
Si hay alguien que quiere harto, harto a The Kooks, es Chile. Tienen visitas de sobra, tocaron con playback en la tele, su baterista es chileno. Desde que suben a escena, se palpa la confianza que hay entre audiencia y artista. Buena fortuna que los rejistas que hacían hora para Franz Ferdinand seguro cruzaron canciones de los Kooks en su playlist alguna vez, porque la disposición estaba tirada para que este concierto también tuviese categoría de especial, al menos para el grueso de adelante.
Parecido a The Magic Numbers, la presentación terminó siendo mucho más para el fan empedernido. Para los que no, quedó un poco largo. Tal vez demasiado protagonista dentro del cartel. Como escuchamos por ahí “cualquiera podría ser ‘Do You Wanna'” o “siento que ya tocaron esta como tres veces”. Y sin querer ser injustos con la carrera que se han mandado los de Brighton, el orden del repertorio dejó la sensación de ir trabando clásicos en lugar de dispararlos. No les vamos a mentir, los coreamos todos. Clásicos modernos indie, clásicos modernos indie. La pregunta con la que nos quedamos es ¿cuántas visitas festivaleras más aguanta una banda que sigue sosteniendo su set en su primer disco –con data del 2006– y tocando sólo una canción del más reciente? Perfecto para una sala íntima en un 1 a 1 con los seguidores estoicos. Para darles una hora y treinta minutos de un día tan redondo, en la ansiedad pre-headliners, no estamos tan seguros.
Boy Harsher
Amamos los sets electrónicos bajo el manto nocturno, al aire libre, justito antes de algún clásico de guitarras. Le hace bien al alma y al corazón. Uno estira el cuerpo, despeja la mente, se pone a tono con el bar. En este caso: se delinea los ojos sin prolijidad, se chasconea y recibe un baño de darkwave. ¿La otra cara de la moneda de Nation of Language? No tanto, no por nada suben a Ian Richard Devaney a interpretar el ya calado cover de ‘Wicked Games’. Una nueva visita a Chile de la apuesta entre Jae Mathes y Augustus Muller que ya dejó de ser eso, apuesta. Es la electrónica que tiene ese sabor a varias épocas, que se viene cocinando hace tanto tiempo que se siente familiar para los de 50 como para los de 20. Set sólido, probado y aprobado. Es el tipo de bailable que Chile logra disfrutar de principio a fin sin flaquear; la versión americanizada de algún club alemán más industrial y ruidoso. Boy Harsher toma su vivo y logra ser enigmático, sensual y lyncheano, sin llegar a pujar tanto la frontera de la provocación. No es necesario. Semi-inquietante está bien, sobre todo cuando se venía el plato principal del día, y cuando ellos se iban a mandar otro buen fiestón en formato dj set post festival. Sin ser los chicos más duros del darkwave o el coldwave actual, sí terminaron haciéndonos sentir los más ravers de la jornada, listos y dispuestos para ir cerrando.
Franz Ferdinand
El cierre de la edición 2024 estuvo a cargo de los escoceses de Franz Ferdinand, banda que para sorpresa del público millenial (los regalones de la jornada) ya cumple 20 años desde su debut discográfico, edad que los califica finalmente para ser cabezas de cartel. El tiempo no pasa en vano: de los cuatro jóvenes de Glasgow hoy solo quedan dos, no andan uniformados a la Kraftwerk y a su tradicional indie rock no pudieron sino que meterle teclados, señal inequívoca que los dosmil son cosa del pasado. Todo esto para decir que no se ven igual, no suenan igual y… ¿por qué deberían si el espíritu sigue intacto?
El público estuvo de acuerdo, porque el arrastre fue mayor al de ocasiones anteriores y el vitoreo fue tan entusiasta como siempre. Y es que Alex Kapranos ya se asumió maestro de ceremonias de la agrupación y se agarró de su peculiar carisma para enfrentar a un público deseoso de escuchar sus éxitos, invitándolos a disfrutar de su nuevo trabajo sin quebrar el ambiente con cuoteo innecesario. Finalmente, algo de la banda que llegó de chiripa al Festival de Viña ese lejano pero mítico 2005 sigue quedando por ahí.