POTQ Magazine nació el junio del 2005. En esa fecha, yo tenía diecisiete años e internet era lo que me proveía de cultura. Era la herramienta con la que yo podía sentirme parte de un contexto mayor al de mi realidad más inmediata, fuera de la burbuja del colegio y de mi casa. Desde POTQ Magazine bajé discos cuando estaba alojado en Blogspot. También bajé conciertos. Esos que me imaginaba que algún día podría ver en vivo y en directo, pero que hasta ese momento, nunca imaginé poder escribir sobre ellos.
Con el paso del tiempo he podido poner palabras a sensaciones personales que en esos momentos no sabía cómo describir y también documentar fenómenos colectivos que he sentido como urgentes. En el camino, he tenido la dicha de no hacerlo sola, sino siendo parte de un equipo que se ha construido de manera orgánica, a través de las mismas prioridades: a todos nos urge la idea de crear un archivo, pero no uno atemporal. Por el contrario, muy enraizado en su contexto. En las pautas, siempre terminamos dando vueltas a la misma idea. “¿Con qué se va a encontrar alguien del 2145 que quiera saber qué es lo que estaba pasando con la música en Chile en el 2018?”.
Es desde esa pregunta que nace siempre nuestro trabajo y, por supuesto, este especial de fin de año. Nace desde esa urgencia y también desde la precariedad. La precariedad de los medios y —más aún— de los independientes y especializados en música. Nace desde esa exigencia autoimpuesta de querer hablar sobre música sin obviar que ella está inserta en un tubo de ensayo, revuelta con miles de variables que le hacen ser lo que es.
No queríamos comenzar de lleno el año sin entregar el especial del 2018. Pero uno más cerca de lo que siempre quisimos hacer, de lo que nos hemos imaginado. Es por eso también que sacrificamos la inmediatez que exige internet, para preparar algo que nos hiciera sentir que abrazamos esa idea que nos mueve: que la música es el registro de nuestras vidas y, como tal, es amplia, diversa, llena de preguntas y de respuestas que llegan a tiempo, otras veces tarde o que incluso cambian con el tiempo. Pero lo importante, lo que queda, es que se hicieron y se registró.
En este especial, entonces, se develan muchas ideas y preguntas. También sentimientos. Quedan expuestas nuestras urgencias, rabias, ansiedades y encandilamientos. Pero también queda patente nuestro entusiasmo a la hora de introducirnos en espacios que no conocíamos. Un ejemplo de eso es la felicidad con la que recibimos los artículos de kpop de Gerty Oyarce, que nos dejaron a todos los que los leímos con ganas de querer aprender (y escuchar más).
También está la decepción de sentir que casi todo se sigue haciendo de la misma forma, que el pueblo chico es un infierno grande y que está coartando muchas veces la creatividad. Que en el 2018 hubo buenos discos locales, pero que no se articuló ningún relato colectivo, por el contrario, brillaron como esfuerzos individuales. Y ese sentimiento se nos mezcla al mismo tiempo con un poco de esperanza al ver nuevos códigos alzándose, como la propuesta de Gianluca, la explosión de Paloma Mami y Princesa Alba tapándole la boca a todos los que pensaron que era solo un viral de internet.
Son casi doscientas páginas que contienen mucho de nosotros. Pero ese nosotros no se completa sin ustedes y es por eso que esperamos que disfruten de este especial. Que sigamos conversando, discutiendo y debatiendo sobre lo que pasa en la música. Ojalá, también, que nos sigamos encontrando —y desencontrando— por muchos años más.
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