Un año que exaltó las dificultades que conlleva el aventurarse a crear, grabar y difundir un disco, que nos dejó con una serie de ofrendas en formato epé en manos diversas músicas locales.
Corto el tiempo para salir de casa el fin de semana, corto el esparcimiento, el presupuesto, el ánimo, el año. El 2020 fue una bomba que dinamitó muchos rincones de nuestras vidas y sistemas, periodo particular en la historia de la humanidad donde una serie de fallas quedaron expuestas mientras nos inventamos atajos para mantenernos a flote, con salud, con ingresos y estabilidad emocional. Un año que se sintió corto y potente.
Ya ni siquiera es un secreto a voces: vivir de la música en Chile parece un imposible; llegó una pandemia -y las decisiones políticas que la acompañan- y uno a uno fueron cerrando salas de ensayo, bares, clubes de baile, teatros. Las repercusiones anímicas y estructurales de una revolución social se encontraron con un confinamiento y un toque de queda que no deja de murmurarnos al oído cómo vivimos en un loop que dificulta sueños y labores.
La precariedad no es novedad pero este periodo sacó a relucir complejidades nunca asumidas por el Estado, atenuando los obstáculos a los que se enfrentan las y los artistas para concretar creaciones. Desde la incertidumbre económica capaz de atrofiar creatividades hasta las inviabilidades logísticas de un show en vivo. 2020, un año en el que costó generar ingresos y sacar canciones.
Tal como conversó Fakuta hace unos meses, “le gané a la pandemia, hice una canción”. Si bien para ella, que en octubre estrenó el single ‘La Montaña’, la pandemia hizo bien en el sentido de poder abstraerse y seguir componiendo, no ignora que tuvo suerte en comparación a colegas “que sufren la angustia de no tener para sobrevivir el día a día, que te come todo, hasta la creatividad”.
Hacer un disco en Chile es difícil desde siempre, no es culpa de una revuelta ni de una pandemia. La modalidad del single adquiere protagonismo por la reducción de costos y, acompañado por harto esfuerzo y cabeza, el cortaduración se ha transformado en un formato que logra expandir imaginarios y conceptos sin que artistas se endeuden hasta los pies.
La pandemia, casi por sincronicidad, nos dejó con una serie variopintos epés a cargo de mujeres, las mismas que vieron cómo el 2020 las cifras de desempleo femenino subieron de forma preocupante; las mismas que han tenido que sortear, a lo largo de la historia, desafíos culturales y financieros para posicionar su obra. En el año en el que supuestamente tuvimos más tiempo y espacio personal, seguimos sin tener tiempo para el arte porque hay que ganarse los pesos, porque estamos agotadas y agotados, porque el miedo al sistema de salud chileno es real.
¿Es el epé una decisión meditada o una consecuencia del funcionamiento contextual?
Hay historias e historias. Chini Ayarza debutó su proyecto Chini.png con Ctrl+Z, cuatro canciones que terminaron en formato duración extendida por varias razones. “Me gusta el epé porque considera una economía de recursos, tanto de tiempo de realización como de anhelos humanos posibles con la realidad financiera de la artista en cuestión -yo en este caso-”, explica sumando el gusto que tiene por permitir que las canciones se escuchen en un tiempo cercano a cuando se planteó, “a ver si aún conserva algo de la instantánea que estaba intentando capturar en su letra en cierto momento específico”.
También está la carga creativa. Dice que cuesta mucho saber cuándo cortar un proceso tan largo como un disco. “Se vuelve un poco tortuoso. Eso no lo digo por las fabulosas personas con las que he producido y grabado discos, sino más bien por la cantidad de dudas que se me abren respecto a las posibilidades que cada canción podría tener, sumado a mi baja capacidad de concentración”.
El 15 de septiembre del 2020, Inad dio el salto y liberó Medium, una potente triada tan densa como luminosa en la que las frecuencias bajas musicalizaron dolores colectivos. Poemas, experimentaciones nacidas del duelo y un homenaje a Anna Cook en un trabajo que viene preparando desde el 2016.
“En realidad es un disco. Por temas de presupuesto y tiempo por mi trabajo en otras cosas, no he podido grabarlo y producirlo como yo quiero. No tengo tiempo para dedicarme completamente a la música como me gustaría, así que lo he ido trabajando por etapas para abarcar todo lo que quiero. Decidí hacer el epé para poder ir soltando de a poco esta creación hasta que pueda editarlo en largo. Hacerlo en vinilo es la idea”, cuenta.
“Siempre lo pensé como un largo. Desde que empecé a hacer música pensé en un disco. Tengo el nombre, la esencia, el concepto, la composición. Todo súper claro. Es una pieza que me costó mucho separar y ahora veo como un puzzle. Hacer un largo es un problema por presupuesto porque hacerlo en Chile, bajo las expectativas que una tiene, es caro”.
La disyuntiva a la que hoy se enfrenta Chini.png. “Me gusta el epé porque asegura que más gente escucha el cuerpo de trabajo hasta el final, cosa que ya no se estila mucho. Ahora sí, estoy empezando a grabar algo nuevo y estoy en la duda: ¿debo hacer dos epés o un disco?, ¿un disco conceptual dividido por lados?”. Una salida cada vez más común para lograr costear el todo.
Hay cortos que nacen como tal. Ese es el caso de Dulce y Agraz, que en junio estrenó La Piel, cinco pasajes conceptuales que se agruparon en “un pequeño álbum que se fue gestando a medida que apareció la pandemia. Siempre fue un corto acompañado de un poemario, un gesto al momento emocional que estaba viviendo, que se explicó en estas canciones”, asegura sobre esta idea que venía cocinando desde comienzos del 2020.
Lo mismo pasa con la obra de Sofía Correa, que en septiembre estrenó su ensoñación soul pop en Mi Razón, cinco canciones que siempre pensó como corto en lugar de una obra más larga. “Este trabajo es parte de un proceso musical con el que buscaba definirme como artista. Ahora tengo mucho más claro hacia dónde quiero ir con mi música, y eso me deja con todas las ganas de grabar un disco largo. Tenía claro que quería hacer un epé y estuvo listo antes de la pandemia así que la extensión no tiene relación con aquello”.
Sin embargo, no significa que todo lo que trajo el covid-19 nos deje sin repercusiones en estas muestras sonoras. “Todo el trabajo audiovisual que se hizo para promocionar Mi Razón sí fue influenciado por la pandemia, todo lo hice desde casa”, dice Correa sobre este cambio que vivimos en el cómo hacer y deshacer en nuestra nueva realidad.
“Lo más difícil fue ajustar el lanzamiento de mi epé a una modalidad online, al mismo tiempo fue eso una de las cosas que me entregó mucha gratitud. Un desafío para mí misma hacer videos, fotos, grabaciones desde casa. Pude explorar mi creatividad y me siento muy feliz con el resultado de las distintas cosas que hice junto a mi papá, amigxs y el sello Mescalina”, asegura.
Chini también logró encontrar ilusión en esta peculiar etapa para liberar música. “Fue una buena experiencia lanzar un epé en cuarentena. Creo que dado todo lo que está pasando a nivel global hace que sacar música nueva nos lleve a la esencia de lo que debería ser esto: compartir un sentir con otres y ojalá ayudarlos a canalizar alguna emoción. A mí, y a harta gente con la que he hablado, la velocidad precipitada a la que se movía el mundo nos generaba un pánico ante la perspectiva de mostrar canciones. Lo mismo que hace que el internet democratice el acceso al arte, también genera niveles insospechados de ansiedad en las mentes creativas porque la comparación está a dos clicks”.
La pandemia, de cierta forma, funcionó para que se sacara ciertas mochilas de la espalda y volver a la base de compartir. “No hay mejor momento que este para hacerlo, y ya hace varios años que no siento que un hito particular haga al artista, si no una serie de decisiones e intuiciones que a uno le aportan al crecimiento personal”.
A Daniela González le dio la posibilidad de tener la cabeza ocupada, “fuera de la incertidumbre. Pude aferrarme a la música como si no hubiese mañana porque, realmente, no sabía si iba a ver un mañana. Fue una experiencia positiva de manera personal aunque aún hay que lidiar con las dificultades de hacer un lanzamiento en vivo o hacer copias físicas. Esos rituales que necesitas para iniciar o cerrar el proceso que significa hacer un disco”.
Pero a la par de la obstaculización de la logística, aparecen otras sutilezas fundamentales para la creatividad y la formación. Inad vio en la pandemia una oportunidad para “romper las expectativas que yo misma tenía respecto a que otra persona trabajara mi material. Creo que publicar un epé en pandemia fue una decisión que me llevó a la oportunidad de mostrar un trabajo sin pensar tanto en el comentario de expertos, sin que mis canciones tuvieran que pasar por la mano de alguien para nacer”, dice indagando en el desafío que adquirió haciéndose cargo de la producción de Medium.
“Una experiencia hermosa porque nació todo desde mi casa y me atreví a hacerlo con mis propias manos y medios”, agrega como una vuelta inesperada de una obra que, por circunstancias económicas y laborales, tuvo que verse partida en dos. Una realidad latente y constante de lo que significa grabar un disco, que muchas veces depura hasta ser uno, dos, tres epés.
Pequeñas ofrendas, hijas de sus contextos, que durante el 2020 llegaron a musicalizar aquellos días que, a ratos, parecían semanas; tiempos y duraciones relativas llenas de incertidumbres y miedos, también llenas de ingenio para reconfortarnos en esos logros personales que, aunque sean en formato corto, significan una victoria inmensa en un país como este, en un periodo como este.