El icónico dúo francés se reúne este viernes 8 de noviembre en el Festival Fauna Primavera para presentar el aniversario 25 de su disco debut. Aquí aprovechamos de repasar un poco el contexto en el que despegó Moon Safari y el mundo que dejó atrás.
El año 1998 parece otra vida. El siglo ya casi llegaba a su fin, pero el mundo aún no se recuperaba de los golpes que en él había dejado la Crisis Asiática, a la vez que presenciaba en vivo y en directo hechos que marcarían una nueva era: la Guerra de los Balcanes, Estados Unidos invadiendo Irak, por mencionar algunos horrores; Bill Clinton y el escándalo con Monica Lewinsky, el Mundial de Fútbol en Francia y Pinochet detenido en Londres. “¿Con cuál actitud comenzaremos este nuevo milenio?” parecía ser la pregunta que resonaba entre los habitantes de esta tierra cuyo acceso acelerado a la tecnología presentaba más dudas que certezas. Teniendo en cuenta todas estas atenuantes otros pocos se preguntarían algo no menor: ¿Cuál será el sonido del nuevo milenio?
En el intertanto, dos jóvenes de Versalles estaban tributando los sonidos de su infancia: el pop yeyé de Françoise Hardy, las composiciones de Serge Gainsbourg, a la vez que experimentaban con nuevas formas de música electrónica. Sabían que tenían algo grande entre manos pero por supuesto es difícil dimensionar el efecto que tendrá tu trabajo en el futuro. Antecedidos por el disco debut de Daft Punk, sabían que la escena electrónica francesa estaba teniendo un momento. Así fue como nació Moon Safari, el primer LP de Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin, más conocidos como Air.
Dunckel, quien había estudiado astrofísica, estaba muy metido con las estrellas, los planetas y las teorías a su alrededor. En ese entonces consumía toda la literatura que podía al respecto, incluyendo la ciencia ficción. Es en Crónicas Marcianas de Ray Bradbury encontraría finalmente su visión: en un relato sobre la colonización donde ofrecen un safari en la luna.
Desde el primer tema, con ‘La femme d’argent’, pareciera que la banda está rescatando musica que proviene del espacio, una especie de constelación comprimida en un disco. Solo después del bajo de ‘Sexy Boy’, cuando escuchamos una voz humana, es que podemos recién empezar a aterrizar este sonido alienígena. Después tenemos canciones como la sensual ‘Kelly Watch the Stars’, un homenaje al primer amor platónico, quien en ocasiones parece inalcanzable, de otro planeta, y que en este caso se refiere al personaje del mismo nombre interpretado por Jaclyn Smith en la serie Los Ángeles de Charlie.
Con Moon Safari, Air consolidó un sonido electrónico que se despega de la casilla de “bailable”. Al contrario, como lo señala Dunckel, la idea era que fuera música para escuchar un domingo por la mañana después de haber estado de fiesta la noche anterior. Es también sofisticado y sensual, como el buen pop francés. Al escucharlo algunos se acordarán del downtempo, ese subgénero a veces confundido con el ambient pero que era harto más gozador, algo inocente, algo perverso ¿y no es ese el juego al que entramos de lleno en los 2000?
Ahora que han pasado casi tres décadas, finalmente podemos ponerle nombre a esta era de cinismo donde, irónicamente, todos parecen estar sedientos por contacto humano, algo que Air supo musicalizar tan magistralmente. Porque a finales de siglo es casi como si la sociedad hubiera abandonado la tierra en un cohete espacial hacia otros lugares que conquistar, abandonando su ingenuidad en pos de un desarrollo tecnológico que traería las respuestas a nuestros problemas más mundanos, a cambio de la módica suma de alienarnos de nuestra propia naturaleza. Moon Safari no es tanto vaticinio como si lo es despedida y ese desencanto se haría latente en el siguiente proyecto del dúo, la banda sonora de Las vírgenes suicidas de Sofia Coppola.
“Creo que fue más bien la nostalgia de la infancia, de una época inocente”, dijo Godin a TimeOut hace unos meses a propósito del aniversario de su debut. “Pero es una paradoja porque, al hacer Moon Safari, sabíamos que estábamos acabando con nuestra inocencia. Moon Safari fue la muerte de nuestra inocencia y, sin embargo, es un testimonio de ella. Terminó destruyéndola, lo cual fue muy cruel”.