La verdad es que creí que esto ya no era chistoso. Que los tiempos habían cambiado. Que Chile despertó. Pero obviamente no: porque yo me rodee de personas que vibren con las mismas cosas que yo, no significa que algo haya cambiado. Pensé que el fin de Morandé con Compañía podía significar algo, pero ayer me enteré de la existencia de este programa de Mega llamado “Mi Barrio”, que busca “entretener a las familias”.
Lo que pasó creo que podemos resumirlo en que en esta intención de “entretener a las familias” un grupo de humoristas participó en un sketch donde imitaron al grupo surcoreano BTS. Buscaron “hacer reír a las familias” con el recurso más confiable: referirse a todos los integrantes como “Kim Jong-un” solo diferenciándolos por números, asegurar que estaban vacunados del COVID-19 y, por supuesto, balbucear sílabas incoherentes cuando hablaban en “su idioma”.
La fanaticada de BTS, llamada ARMY, inmediatamente salió a condenar esta parodia. En un cuidadoso trabajo, explicaron con peras y manzanas (admirada de la enorme paciencia de estas personas) en qué consistió esta sección y por qué era una evidente ofensa no solo hacia BTS o a lo que conocemos como K-Pop, sino también hacia la población asiática.
Que este llamado a condenar y denunciar el hecho se haya masificado tiene muchas explicaciones. La primera (y la que cualquier persona está pensando en este preciso instante) es la capacidad de ARMY para mover masas. La base chilena tiene más de 150 mil seguidores en Twitter y redes de contacto con más círculos de fans alrededor de todo el mundo. Pero esto le resta evidente crédito al mensaje y nos hace quedarnos únicamente en las formas: ¿realmente esta parodia se masificó solo porque BTS tiene tantas fans que estamos frente a un enemigo poderoso e implacable?
Es por eso que hoy, en un ánimo pedagógico, quise también hacer algunos alcances:
En mis años escribiendo sobre K-Pop, una de las cosas más ignorantes y básicas que he tenido que aguantar, incluso a colegas, es la asociación del K-Pop al líder norcoreano Kim Jong-un. Ya, tu chiste fue muy bueno el 2009, pero está Corea del Norte y Corea del Sur, BTS es de Corea del Sur, y no sé qué tiene de chistoso Kim Jong-un ¿Es como un Chávez asiático para ustedes? De verdad explíquenme porque sigo sin entender.
Por otro lado, estamos en un momento muy delicado de la historia, donde una pandemia está matando gente. Sí, el COVID-19 se originó en Asia, específicamente en China. No se originó en Corea del Sur, les aprovecho de dar el dato: tuvo una de las reacciones más rápidas del mundo para impedir el avance del virus, a diferencia de nuestro brillante gobierno. A raíz de la pandemia, el odio a los asiáticos ya existente encontró una aparente justificación, lo que llevó a campañas mundiales para detener la discriminación. En este país ya superamos los 10 mil contagiados por día, el sistema de salud está colapsando. Nos estamos básicamente muriendo. Pero al parecer es el momento perfecto para burlarnos de los asiáticos y de una situación grave, de hacer parodias absurdas, crear platos de comida coreanos en plena pandemia con referencias literales a murciélagos.
¿Le estamos dando color? No. El racismo contra los asiáticos es real, así como la discriminación que sufrimos latinoamericanos, que viven africanos, etc. Hace unos meses se viralizó a la streamer GiannieLee que fue discriminada en vivo durante sus viajes a Europa. Me pregunto si rasgarse los ojos para burlarse de alguien que está al lado tuyo es darle color:
Quiero aclarar que con esto no le estoy quitando créditos ni a ARMY ni a la fanaticada coreana en general. Quiero decir que este es un problema mundial y que haya personas y medios conscientes de ello (El New York Times, ponte tú) no es simplemente un fenómeno viral. Es algo contra lo que hay que luchar, algo que debe condenarse. Cabe aclarar que el fetiche por imitar y ver la cultura asiática como lo máximo también es discriminación, porque todas las sociedades tienen sus fallas.
Otra cosa que me llama la atención es la cobertura de los medios chilenos respecto al tema. Claudio Vergara en Culto se refiere a ARMY como una feligresía que “ve precisamente a BTS como los grandes jefes de un culto juvenil”. Nicolás Copano en Twitter asegura que no le tiene miedo a nada en la vida “salvo, salvo al army de BTS” (sic).
¿Qué significa esto? ¿Acaso ARMY -y la fanaticada del K-Pop en general- es una secta, un culto donde están los líderes supremos, los Kim Jong-un musicales? ¿ARMY sería una especie de comunidad que a través del matonaje, la brujería y el miedo hacen valer sus puntos de vista? ¿Son también unas madres histéricas cuidando a sus pobres polluelos? ¿Entonces volvemos a la lógica de las formas por sobre lo importante que es evidenciar las malas prácticas en torno al racismo y la xenofobia? ¿Los comunicadores siguen viendo a las y los oyentes de K-Pop desde el pedestal de la soberbia, la infantilización y la misoginia? ¿Seguirán informando de la misma forma que han hecho por años sobre un fenómeno musical mundial? ¿Esta es su manera de subirse al carro de la victoria?
En mi opinión, estamos olvidando lo más importante: la fanaticada del K-Pop (que por algún motivo se asume que son solo mujeres) no son niñas haciendo pataletas y desmayándose en un concierto, son personas que escuchan música, y que puedo dar firmado que ya se aburrieron del ninguneo y del payaseo, de reducir al fanatismo irracional a una comunidad que no solo disfruta de la música porque haya gente bonita involucrada: coleccionan discos con grandes propuestas visuales, ven programas de televisión que generan contenido enfocado en el entretenimiento e interactúan con fans de otros países en torno a un gusto en común.
Sobran prejuicios, noticias sobre estadísticas, notas escuetas sobre grupos rompiendo récords y análisis burdos de estas audiencias. Falta crítica musical, la que desmenuza las capas de una canción, la intención de un disco, el proceso y las personas detrás de este trabajo. Esto no solo se trata de melodías pegajosas con idols bailando en un videoclip colorido.
Tampoco pienso que ya no se puede hacer humor con nada. Pero creo que cuando hay comunidades que reciben odio y discriminación constante, el humor deja de ser humor y se vuelve un disfraz hostil e insoportable para quienes viven este problema. El K-Pop es parte del escenario musical actual de un país que está exportando su cultura intencionalmente, y como tal merece ser mirada de acuerdo a su real impacto, tanto como reflejo de una sociedad y de sus seguidores alrededor del mundo. Se seguirá hablando de K-Pop, y por qué no hablar de él con una mirada más amplia y tolerante, pero que también repare en sus falencias y en su profunda relación con el capitalismo más brutal y con numerosas prácticas patriarcales.
Sobre Mega y el señor de los sánguches, no tuvieron otra que pedir disculpas. Como dicen por ahí, es mejor pedir perdón que pedir permiso. Espero de corazón que las cosas puedan apuntar a bien: somos muchas personas haciendo ruido, pero con justas razones.