“Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo, porque psicológicamente lo necesitan, porque tienen culpa y no quieren tener sexo libremente. Quieren jugar a eso”, fueron algunas de las terribles palabras que Gustavo Cordera dijo hace algunos días en una actividad universitaria, en una escuela de periodismo, en Argentina.
La apología a la violación y pedofilia que se mandó el ex líder de la Bersuit, escudada en que él no cree en “las leyes del hombre pero sí en las de la naturaleza”, nos dejaron a todos indignados, confirmando lo que muchos ya habían advertido: Cordera no es lo más cuerdo que hayamos conocido. Pero una cosa es que tus dichos y tu jueguito de rockstar pueda sostenerse sin agresiones y otra cosa muy distinta es caer en este tipo de declaraciones, sobre todo en una nación que a diario enfrenta cifras de violaciones a menores alarmantes. Pero él es muy desfachatado e irreverente, entonces qué importa decir tal aberración. Digno de artista intocable. Pero lo sentimos, ya no tenemos tiempo ni tolerancia para gente como tú, aunque vengas a pedirnos perdón.
“Mujeres, poniéndome en sus zapatos vuelvo a pedir perdón desde mi auténtico ser varón”, se lee en el largo comunicado que el músico tiro en su Facebook. ¿Disculpas desde tu cómodo sillón de hombre que puede tomar la atribución de “jugar” a la violación, porque te parece que tu pareja sexual es desequilibrada y así lo quiere aunque no lo pida? La verdad es que las disculpas no parecen tan sinceras ni tan profundas. Qué podemos esperar de alguien que habla de niñas de 16 años “con la concha en llamas”.
Ya trataste de zafar diciendo que tu paso por la entrevista con estudiantes era una especie de “psicodrama”, y hasta nos contaste que te tomaste el tiempo de leer y escuchar lo que se dijo sobre el episodio, y aún así no logras ver la magnitud de tu error. “Me di cuenta que no me estaban atacando a mí, si no a lo que dije”, dice el comunicado. La verdad es que sí te atacamos a ti, es de ti de donde provinieron las palabras.
“Me hago responsable de ser un artista que no pudo mirar dónde estaba. Este delicado tema merecía ser tratado en un ámbito académico y lo hice en un ejercicio con estudiantes de periodismo de espectáculos”. ¿En serio esta es la mejor forma de arrepentirte? Culpando a los receptores del mensaje y justificando las aberraciones con aquello de “ser tratado académicamente” ¿Acaso los ilustrados mayores de 25 te van a encontrar la razón, a diferencia de ese grupo de niños jugando a ser periodistas? Lo que dijiste no tiene cabida en ningún contexto, ningunear a los jóvenes que dieron cuenta de esto, tampoco.
“A veces los artistas muestran cosas que la sociedad no quiere ver por eso los castiga”. No, Gustavo. No estamos condenándote por mostrarnos un problema del que tenemos antecedentes y crudeza de sobra, estamos condenándote por ese pensamiento brutal, por ese poco tino, por esa “salida de libreto” que nos mostró que estás más cerca de ser un enfermo que un salvador musical que viene a tomar luchas a su forma. “No me sirve condenar, ni victimizarme, ni explicar, ni justificar”, dice, y es verdad. Nada de eso te va a liberar del daño que tuvieron que soportar quizás cuántas mujeres que revivieron una violación con la liviandad de tus palabras, esas frases que trataron de hacernos quedar como las responsables de las asquerosidades que tú o tus cercanos han hecho, presenciado o escuchado.
“Mujeres, perdón”, dice el texto. Perdón se obtiene cuando se da cara al error, no cuando nos escondemos en justificaciones como “psicodrama”, “grupo de estudiantes de periodismo de espectáculos”, “sacarme de contexto” o un básico “no entendieron a lo que me refería”.
Al menos, y por un buen tiempo, no habrá alguna mente débil recibiendo esta clase de muestras de “ídolos”, porque Gustavo Cordera acaba de anunciar que su carrera entra en una pausa indefinida que lo llevó a cancelar todos sus conciertos cercanos, incluso aquellos agendados en el Gran Rex. Al menos, todas tus compatriotas violadas no tendrán que ver tu cara empapelando la ciudad, ni notas en la tele con esa sonrisa que trata de escudar la cantidad de dolorosas palabras que salieron de tu boca.
“A una semana de la gran explosión siento que fui el escenario de una guerra que no me pertenece”, dice el padre de una niña en un país lleno de violaciones a menores. “Ya no creo en la lucha ni en el castigo, creo en el perdón y en la aceptación”, ¿la que buscas en nosotros con este comunicado o la que tendríamos que darle a los violadores?
“Con este episodio aprendí que las palabras son más condenadas que los hechos, al ver que sin haber violado a nadie, ni abusado de nadie, tuve una condena social más dura que un violador o un abusado”. Vamos a condenar las palabras y los hechos, porque una lleva a la otra, porque tienes vitrina y gente escuchándote, y trataste de normalizar un acto aberrante. Tal como vamos a condenar a quienes pongan en práctica las cosas que pasan por tu mente. Prediques, practiques, o ambas, te vamos a condenar.
No abusaste de nadie. ¿Te felicitamos? porque eso parece tu declaración: una carta que trata de volver a tapar con un dedo tu “estupidez, equivocación y grosería”, esa misma que dices que activó algo que estaba guardado en muchísima gente, esperando a salir y que tu declaración fue sólo el detonante.
Eso de lo que hablas, eso que estaba guardado en muchísima gente, suelen ser amigas, familiares, hermanas, y pololas violadas. ¿No esperabas esta explosión tras tus declaraciones? Pues explotó, y lo seguirá haciendo, y seguiremos quemando en la plaza central a nuestros ídolos mientras no estén a la altura del espacio que se les entrega, del amor que se les regala incondicionalmente, y que tú devolviste reviviendo los peores fantasmas de familias enteras. Esos que no sólo reviviste, sino que trataste de hacer pasar como normales y hasta correctos, y aún no vemos que pidas perdón por aquello.
Para Gustavo lo que nos queda es “detener la marcha y tomar distancia por un largo tiempo, suspender conciertos y no contribuir más sufrimiento”. Lo mínimo que puedes hacer.