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El entusiasmo de Roberto Denegri te hizo muy feliz (y quizás no lo sabes)

El entusiasmo de Roberto Denegri te hizo muy feliz (y quizás no lo sabes)

No se puede contar la historia de los shows en vivo desde la vuelta a la democracia ni tampoco el desarrollo de una escena independiente, sin mencionar a Roberto Denegri. Llegó muy joven a Santiago desde Arica para estudiar periodismo y con nada más que su entusiasmo, comenzó a construir algo muy necesario en los años noventa: la posibilidad. El entusiasmo lo llevó al fanzine Neutral con Rodrigo Santis y Walter Roblero, el entusiasmo lo llevó a Revista Extravaganza! y el entusiasmo (y una gran visión) lo llevó también a formar ALT Producciones, nombre con el que hizo en Chile algunos de los conciertos más recordados por una generación (Fugazi, Stereolab, Peaches, Tortoise, Yo La Tengo, Lemonheads, Mogwai, Jon Spencer Blues Explosion y más, cuando todo esto era campo) y que se han mitificado con el paso del tiempo también, con historias que hemos escuchado quienes venimos de otras generaciones, después. ¿Es verdad que durante la visita de Fugazi a Chile, en el paseo que hicieron a Farellones, agasajaron a la banda con un asado que solo tenía carne? No lo sé, pero no importa. Elijo creer.

Luego de varios años contribuyendo a la escena capitalina volvió a Arica, donde también dinamizó la cultura de la ciudad con, por ejemplo, las ferias de vinilos que organizaba (la última fue el fin de semana recién pasado en el Parque Bicentenario de la Ciudad, con Titae Lindl y Álvaro España como invitados), el Arica Sun Rock Festival y el ciclo Rock en el Poblado, entre otras iniciativas.

Este lunes 22 de julio de 2024 nos golpearon a muchas y muchos con la tristísima noticia de la muerte de Roberto, a los 54 años de edad, por un paro cardíaco. Una muerte repentina. Una noticia dolorosa. 

A continuación, te compartimos la entrevista completa que nos concedió Roberto en 2017 para el libro Es Difícil Hacer Cosas Fáciles: Los diez años que cambiaron la música en Chile (1995-2005). Leerlo es recordarlo y honrar todo el entusiasmo y la generosidad que tuvo siempre. Una generosidad que solo tienen las personas que aman mucho algo y que desean compartirlo con todos los demás. Que todos tengamos la posibilidad de vivir esa alegría.


Amor a primera vista

Mis primeros recuerdos son de Queen, el disco del robot [News of the world]. Lo tenía un amigo, un vecino que tenía como diez o quince años más que yo, tenía un baúl lleno de vinilos. Yo me hice fanático de Queen y me lo compré en casete.  AC/DC, también Devo, me dieron vuelta la cabeza. Yo tenía una hermana mayor y lo que escuchaba ella, lo escuchaba yo. Ella me mostró a Devo. Yo tendría 12 años. En esa época, aquí en Arica había harta plata y en los colegios se hacían fiestas con un tipo que luego acabó haciendo radio aquí. Él llegaba con su auto y ponía todo en vinilo, era el 84, 85. Yo flasheaba como ponía Devo, Police… en esa época había que tener mucha guita para tener todo eso. Tenía una van y pasaba con un carrito, esas mulitas, llena de cajas de vinilos. El tipo ganaba en esa época 10 lucas. Teníamos que juntar las diez lucas de la época para pagarle al Marco, o nos íbamos a la mierda con la fiesta ¡10 lucas! Y luego, lo que me mostró, es que había otras cosas, que algo está pasando: la Velvet Underground. Ese era un mundo que yo no conocía. Y ahí entré a todo lo que más me gustaba a mí, que tuve una etapa noise, post-punk. 

En la tele recuerdo a Pink Floyd, que en los primeros ochenta estaba en todas las publicidades. Yo no sé si TVN pagaba derechos de autor en esa época. Estaba en todos lados. Era el soundtrack de uno. Y ahora estoy pegado con Los Sonny’s, el primer grupo que tuvo Florcita Motuda, que hacían surf, muy desconocidos y él tocaba la guitarra espectacular. 

Yo soy de Arica y me fui a estudiar periodismo a Santiago, en 1991. Mi primer acercamiento a la música es que partí haciendo la revista Extravaganza! con los hermanos Mujica. La empezamos a hacer para sacarla formalmente en los kioskos. Ellos no son periodistas y necesitaban uno para darle un enfoque más profesional, más serio. Se habían hecho otros intentos de publicaciones musicales, pero no estaban bien escritas. De hecho Iván Valenzuela, que luego fue jefe mío en el canal de tele y radio Rock and Pop, como que deslizó la frase de que no leía la Extravaganza cuando era fanzine, sino en los kioskos, porque la primera estaba mal escrita. Provocó algo de escozor eso. Con Fernando Mujica vivíamos juntos, arrendábamos ahí en el ex palacio Larraín. Yo tenía mi pieza, eran puros talleres de fotografía, había pintores. Los únicos que vivíamos allí eran los Mujica, Fernando y Pancho, con su revista y yo, que estudiaba periodismo. Ahí empezamos a preparar la revista y en el 92 se formalizó. 

“Toda esa gente que iba antes diciendo, ‘mira ven a firmar un contrato para nosotros’, esa gente cagó”

Con la apertura a la democracia, específicamente en Santiago había muchas bandas que no tenían mucha cabida, no había espacios. Y se empieza a gestar este impulso del Nuevo Rock Nacional, así se etiquetó. Obviamente, tras eso, las multinacionales empezaron a cachar, sacar compilados y hacer producciones de artistas que ya llevaban tiempo, pero es ahí cuando empezaron a hacer catálogo, pensando en que esto les iba a dar de comer en el futuro. De veinte bandas que grabaran, con una o dos que dieran el palo al gato, valdría la pena. Empezaron a tirar muchas lucas para producir y no todas no tenían gran proyección. Fue un periodo prolífico e interesante, aunque confuso. Era como partir de cero tras la dictadura. Había mucho estancamiento y mucha gente necesitaba decir cosas. En esa época había que crear espacios, autoproducirse, autogestionarse y era una movida independiente de verdad, porque ahora hay fondos para postular para grabar un disco, pero ahí, olvídate. Había que tener lucas para pagar un estudio, y esos precios estaban a niveles estratosféricos ligados a grandes corporaciones que pudieran pagarlas, o productores de nombre. 

Luego la industria quebró y no supo cómo rehacerse. El paradigma cambió porque había mucha gente que venía del mundo independiente. Toda esa gente que iba antes diciendo, ‘mira ven a firmar un contrato para nosotros’, esa gente cagó. Y la gente que no supo autogestionarse, no surgió. 

La movida independiente viene de un concepto de los primeros noventa, el underground nacional, que hacía sus publicaciones y fanzines a nivel melómano y gente que autoproducía sus casetes.  También otros siguieron con el acetato, con el vinilo, venían de esa cultura. Toda esa gente es la que inspiró o se mantuvo viva al cambiar el paradigma. Y para otra gente, piensa en la Javiera [Mena], que hacía covers de Violeta Parra con su guitarra pero a la vez le gustaba Tortoise, este escenario era un aliciente. A veces yo quería traer bandas y no había de aquí para que telonearan. Eso fue un punch para que la gente adquiriera otra cultura musical, para que empezara a animarse a tocar, a tener un grupo, primero como un hobby pero después se proyectaron. La gente que construye este nuevo paradigma es la que viene de la cultura más underground y más autoproducida y no la que dependía de las corporaciones, o que partía con un manager. En los noventa había jefe de prensa de bandas, tenías que hablar con ellos primero. Ahora en realidad es más importante tener un Community Manager. Eso indica cómo todo se va profesionalizando en esta nueva industria. 

“Yo pasaba como un Alta Fidelidad, de tienda en tienda”

En los noventa, para mí, hay hitos. El primer show en el que vi una banda nacional que me llamó la atención, fue en el 92. Tenía un amigo, Claudio Torres, que hacía un fanzine metalero. Ya sabes que las tribus como la de los metaleros son fieles. Te compran el disco, la revista, la polera, la chapita, todo. En esa escena nunca les va a ir mal, a menos que la cosa esté muy mal escrita o que el grupo sea una mierda. Y él tenía esa revista que era muy respetada. Me vino a buscar y me dijo que íbamos a ver una banda que era súper buena, que me iba a gustar. Se llamaba Matt Monroe Cantó en Español, que era la formación previa a lo que sería Supersordo. Fue en la Plaza Manuel Rodríguez y tocaban con los Fiskales Ad Hok. La plaza estaba llena de punkis. En los primeros temas de Los Fiskales apuñalaron a un muñeco y llegó la policía. Pero, además de la sorpresa en lo musical de los Matt Monroe, me llamó mucho la puesta en escena, muy brígida. Después en el 94 me llamó mucho la atención Jusolis, que fue la banda previa a Yajaira. En Santiago era todo muy contrastado. Era todo metal o punk, y costaba encontrar algo más alternativo. Se ve reflejado en Jusolis y luego en Supersordo un postpunk diferente. Y eso era así porque se trataba de gente que escuchaba mucha música y revistas, porque tenían posibilidades. Alguien decía “mi mamá me trajo la última Alternative Press, la última Spin, la última Q” y todas las revistas que eran muy caras. Era como comprarse tres CDs. Y el que conseguía alguna se la prestaba a todos. Costaban como 35 lucas de la época. Yo era universitario y con la plata que me mandaban mis padres yo fotocopiaba y así me compraba discos. 

Yo partí comprando en Fusión. También en Triangle, que quedaba en el Paseo Las Palmas abajo, donde está Sonar. Bueno, en Fusión atendía Fernando Mujica. Allí atendieron Jorge González y Álvaro España también. Me gustaba que la persona que te atendía en un estilo era experto. El que estaba ahí sabía perfectamente de lo que estaba hablando. Había credibilidad, pero igual era súper cara la música, llegaba una copia de cada disco y para algunas músicas no era un gran negocio. También había mucho casete, que era casi tan caro como un CD. Más adelante llegó la Background. Para mí fue mucho más potente Fusión, porque tenía mucha más diversidad, no como Background más centrada en unos estilos. Luego estaba Cemento, un clásico del Portal Lyon, de puro punk. Yo pasaba como un Alta Fidelidad, de tienda en tienda. Cachaba qué había en cada una y la gente ya me preguntaba a mí qué había o venía llegando. La Background llegó con eso más novedoso, pero era más como por Hugo Chavez el personaje, más que la tienda, como que se la comía el personaje. Después estuvo Rolando Ramos con una tienda, Rolo Records, interesante pero más oscura. Y los Mujica con la tienda Extravaganza!, que ahí tenían un espectro más amplio, que era lo mismo que caracterizaba a la revista, pero nueva música. 

Las primeras producciones de conciertos

Yo escribía en Neutral con Rodrigo Santis y Walter Roblero, en el fanzine Neutral. En ese entonces uno se carteaba con las bandas, sobre todo en la escena hardcore y punk. Con las bandas que eran dueñas de los sellos, el carteo era lo normal, muy cercano [así quedaron contactados con Dischord y, por tanto, Fugazi]. Conocí a Rodrigo y Walter y escribí en el último número. Después armaron la banda, Congelador. Y me gustó tanto que les armé el primer show con Adrián Cayetano Paoletti en la Background. Siempre se hacían fiestas electrónicas ahí, pero Hugo Chávez me dijo que ese día se había batido el récord de venta de entradas. Habíamos vendido 83 entradas. Y cupían 50 personas. Estaban todos enlatados. Esa fue la punta de lanza para empezar a meterme en la cosa de las producciones, porque fue lo primero que armé. 

Como observaba a la gente y deambulaba por muchas escenas, cachaba lo que podía interesar, a diferencia de lo que se hacía en esa época. Por ejemplo, alguien decía, cómo vas a traer a Tortoise si no vende ni una copia. Y no tenía nada que ver lo que se vendía con lo que la gente quería, porque tenían todos los discos pirateados y pagarían una entrada para ver a la banda. Había que pensar en que era una cosa mucho más social, no en el hijo de papito que iba a Europa y te decía “he visto tres veces a Smashing Pumpkins y dos a Helmet”. Era traer lo que estaba en la conversación y se podía. Había un número de gente que yo pensaba que podía venir, pero era un riesgo, claro.

La historia del primer show grande que hago es súper loca. Yo vivía en un departamento del barrio Brasil con Marcelo Umaña, que era vendedor de Background y que estaba muy vinculado a la revista Música Marginal, capo en la escena electrónica. El otro que vivía conmigo, Pancho Mujica, metido en la Extravaganza!, era más de la onda funk, música negra, y yo en la otra habitación. Voy saliendo de la ducha y me dice un día Pancho Mujica, “te llama Ian McKaye”. Y yo con la toalla en la cintura, “ya, me estai hueveando”. Y me vuelve a tocar al rato la puerta y me dice “hueón, de verdad me dice que es Ian McKaye”. Agarro el teléfono y efectivamente era Ian. Le habían dicho [Roblero y Santis] que yo podía ser la persona indicada para hacer el show de Fugazi en Santiago. Y como era tan caro el teléfono, empezamos a comunicarnos por fax, porque era más rápido y barato. Empezaron a mandarme el rider y todo lo que necesitaban. Me gustó el asunto. No había pensado nunca que eso podía ser parte importante de mi vida y al final estuve como diez años haciendo shows. Cuando me devolví a Arica en 2005, hice como tres más, a la distancia, pero eso fue una locura.

Para mí Fugazi siempre va a ser el más importante porque fue el primero, y me atrevería a decir que fue el primer show de nivel internacional alternativo en Chile. Nadie pensó que esto podría abrir un camino. Estaba el Crazy Rock, que lo auspiciaba Savory. Podía estar Nick Cave junto a Cypress Hill en un mismo escenario, porque había mucha plata, pero no había una curatoría. Muy Parque Arauco. Es el más importante por eso. E Ian corrió la voz de que había una llave de oro para poder hacer cosas en Sudamérica. Hubo otros más exitosos, pero ese siempre será el más especial. 


“En estos días de reflexión me puse sentimental y recordé este lindo momento que vivimos con Fugazi en Farellones-Santiago de Chile. Crédito de la foto Francisco Antonio Mujica Maureira (28 de Agosto 1997)”, escribió Roberto (de rojo en la foto), en su cuenta de Facebook, el 30 de octubre de 2019.

En otros casos hubo imprevistos. Recuerdo cuando hice Peaches, que era algo súper novedoso, hubo un corte general de luz en Santiago. Partió como a la una de la tarde y terminó como a las diez de la noche. Me cagó el soundcheck, fue un apagón cototo. No se llenó, fueron unas 300 personas, en vez de las 500 ó 600 que esperaba. Económicamente yo perdí plata pero estuvo nominado en unos Premios Ballantines que había entonces, que ganó Carl Cox, porque eran tirados a los electrónicos. Eso sirvió para posicionarme, porque luego trabajé con algunas marcas, como en el último ciclo que hice y que traje a Lemonheads.

El indie que hay ahora es como de comercial de Ripley y Almacenes París, no es como el que se vivía en esos años. Está súper homogeneizado, hay cero riesgos en la música. El problema con estos grandes festivales de ahora es que trabajan con un booking que maneja una cartera de músicos, se compran los paquetes. Y como viene algo bueno, también viene su ripio. Es como cuando vas a la feria y está a buen precio, pero no te dejan elegir, no podís tocar la fruta.

Las razones de irme fueron súper personales. Me costó mi matrimonio trabajar independiente diez años y en la noche. Perdona que te diga, pero yo le hice toda la pega a Roberto Parra [productor de Fauna]. El carro de la victoria ya anda. En lo personal, tuvo un costo fuerte, pero gracias a eso conseguí hartas cosas, porque se jugaba mi credibilidad. Iba a las radios a conseguir las frases y los apoyos artísticos. Los sellos al principio no me creían que traía las bandas. Me acuerdo que con Stereolab, el label manager me preguntó desafiante “¿con qué manager estás hablando tú?” Él estaba con un computador de entonces, y le respondo, “con el único que tienen, Martin Pike”. Y lo vio en el computador y ya se lo creyó. Y le decía: “si quieres aparecer como sello en la papelería oficial me tienes que dar cincuenta discos para promoción, regalar y hacer concursos. Y luego en el Teatro Providencia lleno, que ahora es el Nescafé de las Artes, veo que llega el label manager anglo con una carpeta de prensa y unas flores. Una prensa que nunca hicieron ¡la había hecho yo! En esa época he de agradecer que la prensa pescaba los shows. Ahora la prensa es súper complicada. Para sacar un artículo es súper peluo. Hay mucha oferta y tanto show que se pierde. Tengo un portafolio de entrevistas a página entera, phoners, de todo lo que pegó en la época. 

Los sellos entonces y ahora

Mi opinión sobre los sellos independientes que nacen entonces y el panorama de entonces, es que aún está en desarrollo. Porque si bien se parte en los primeros 2000, tenemos que pensar que un sello trabaja un repertorio. Un sello no puede decir “oh, nos ha ido súper bien si tienen dos o tres lanzamientos”. Después de treinta, de cincuenta, pueden evaluar si los números han dado positivos, si se han posicionado en el mercado, en la prensa. Yo creo que ahí es cuando se puede sopesar el trabajo. Se partió en un momento en que la gente prefería lo de afuera, incluso por la manufactura. A medida que se fue mejorando eso, se reforzó la industria. Ahora vuelve el vinilo, están las plataformas digitales. Piensa que Congelador no ha sacado todo, varias cosas han sido digitales. Si fuera una escena consolidada, ellos podrían apelar a su público objetivo. En Brasil el grupo que no vende cuatro mil copias es un fracaso porque es un mercado gigante. Eran las 500 copias que se hablaba en los 90, que era el mínimo. Ahora puedes fabricar 100 copias. Pero todo está medio voluble, en constante desarrollo. Pero ojo, yo creo que la moda de vinilos tiene su tiempo contado. Yo siempre he comprado el formato pero las reediciones están carísimas o una [tornamesa] Technics que vale 600 lucas, antes valía 200. También hay reediciones pésimas de las multinacionales, que no son másters originales y se escuchan pésimo. Me compré el Rid of Me de PJ Harvey en vinilo sabiendo que es pirata. Es una copia trucha, porque es una rareza, pero se escucha horrible. Pero aún no todo está dicho. Creo que va a haber un resurgimiento del CD. No sé cuándo, pero creo que sí. No como el casete, con eso no pasa nada. Pero en el CD el sonido es bueno. En un mes puedes arruinar un vinilo si no lo sabes cuidar. Pero en cambio, con el CD tenís que mandarte un condoro para que cague. 

La prensa

El espíritu revolucionario de que un artista está golpeando la mesa y demás, hoy no aparece. Está todo muy pauteado. La música ha adoptado cada vez menos riesgos, suenan todos cada vez más iguales, y todos con el fin de salir en publicidad. La prensa se ha perdido la cultura musical, la de saber, de conocer a los nuevos artistas o repertorios. Uno nuevo puede haber tenido antes tres proyectos más y eso muchos editores no lo saben porque no lo olfatean. Nadie nace aprendido, pero se ha perdido el rigor.