Hace algunos días, Jorge Ramírez, gerente general de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura (AGEPEC), decía en La Tercera que, de no poder concretar la realización del festival Lollapalooza en el Parque O’Higgins, Chile retrocedería veinte años en “el tema de conciertos. Podemos pasar a ser una plaza problemática”, declaraba.
Durante esas mismas jornadas Beto Cuevas, Quilapayún, Stefan Kramer, Los Jaivas, Javiera Parra y Pedropiedra, aparecieron consignados en el mismo medio, en una nota titulada “Gravísimo”, “lamentable”, “falta de información”: la defensa de los músicos a Lollapalooza ante reparos del municipio.
Como personas que trabajamos en la cultura desde la vereda del periodismo, en POTQ Magazine, sabemos perfectamente que no solo artistas, sino también toda la cadena de trabajadores de esta área (nos incluímos) ha vivido ya dos años de una crisis gravísima, en la que han perdido sus trabajos y medios de subsistencia -desde siempre precarizados- sin una política clara de ayuda de parte del Estado, que es quien debe ser el sostén de la ciudadanía más aún en momentos de crisis.
Sorprende la celeridad con la que algunas personas del gremio musical se organizaron para hacer campañas virtuales a favor de la realización de Lollapalooza en el parque, argumentando que es necesaria su realización por las oportunidades laborales que conlleva, después de estos tiempos catastróficos. Una urgencia. Aquí caben varias preguntas que pueden ser carne de otro texto, pero recojo de esa lista una importante: ¿por qué un problema puntual de un festival de iniciativa privada provoca estas reacciones tan rápidamente difundidas, algo que no generó ni siquiera la terrible crisis que el medio musical ha vivido -y sigue viviendo- hace ya dos años? ¿Una respuesta que tampoco hemos visto durante años y años en los que les músiques y trabajadores de la música en Chile malviven?
Eso me hace pensar en otra pregunta, más contingente: ¿dónde está esa misma celeridad para actuar en bloque a partir de los resultados electorales que conocimos este domingo 21 pasado? Y refuerzo en bloque, porque sí hemos visto a diferentes artistas utilizar sus redes personales para manifestar su opinión. En bloque: llegar fuera de sus públicos con cartas en los diarios, declaraciones en las radios, convocatorias en la calle, en plazas. Pero en bloque. No esfuerzos individuales.
La urgencia está acá. Un eventual triunfo de José Antonio Kast es el real retroceso, ya no solo en materia de oportunidades laborales, sino en las múltiples formas que existen de vivir nuestras vidas.
Algunos puntos en su programa sobre cultura son, por ejemplo, cuestionar la ley 21.045 que dio origen al Ministerio de Cultura por exhibir “una preocupante adhesión a los conceptos culturales definidos por la ONU”. También habla de una urgencia por la reivindicación de la “verdad histórica en museos, instituciones, bibliografía especializada y textos de enseñanza”. Esa “verdad histórica” es la que por décadas -y en resistencia- artistas de todas las ramas han cuestionado con su obra (y malviviendo, que no se nos olvide).
El programa también habla de “reivindicar el idioma castellano, eliminando el lenguaje de género e incitación a la lucha de clases, étnicas o cualquier doctrina tendiente a la división nacional”. Un gobierno de Kast, de carácter lisa y llanamente pinochetista, no traerá mejoras a la economía. Los eventos como Lollapalooza no se multiplicarán por nuestras ciudades, si es que alguien puede llegar a imaginar eso, lo aclaro.
Un gobierno de Kast atenta directamente contra todos los derechos de las personas que habitan este país, especialmente, contra mujeres, disidencias sexuales, pueblos originarios, pobres y cualquier persona que desee salir tan solo un poco de la norma. Cualquier persona que desee vivir en lo que imaginábamos sería el siglo XXI.
Un gobierno de Kast atenta directamente contra las culturas, atenta contra el pensamiento, la creación, la sensibilidad y la memoria. Todos estos, tesoros que la música -y les músiques- durante décadas han preservado. Todas esas joyas que han sido lo que nos ha permitido resistir en tiempos en que esa palabra es la única que nos decimos para seguir andando.
Hace dos años atrás, por esta misma fecha, muches músiques se volcaron a las calles a protestar contra el fascismo de Sebastián Piñera y todas las injusticias que arrastra nuestra historia. Yo no me olvido. Acá no nos olvidamos. No olvidamos el Largo Tour, no olvidamos los compilados, las nuevas canciones, las convocatorias en las plazas de todo Chile, la foto del sábado 19 de octubre de 2019 de Claudio Valenzuela dándole cara a un milico en el centro de Santiago.
Si la organización del gremio nunca ha brillado por su diligencia, ya vimos que sí es posible, que algo existió. Tenemos tres semanas para levantarnos todes: artistas, managers, gestorxs, productorxs, técniques y prensa. Si habíamos recibido golpes una y otra vez, dejándonos en una situación crítica, del golpe que podemos recibir el 19 de diciembre quizás no nos recuperemos.
Hombres trabajadores de la música en la diversidad de oficios que la componen: háganlo por ustedes, pero también por sus compañeras, por sus compañeres. En los dos primeros días posteriores a las elecciones, hemos sido mujeres y disidencias las que hemos recibido discursos de odio y sabemos perfectamente que la palabra lleva a la acción. Hasta nuestro derecho a voto se ha cuestionado. Lo sabemos porque es la realidad que vivimos todos los días, pero que con el pinochetismo en el gobierno, se vuelve aún más escalofriante. No queremos dejar de escribir, no queremos dejar de componer canciones. No queremos dejar de existir.
En POTQ Magazine somos un grupo de comunicadoras y comunicadores, sí, precarizados, pero a los que siempre les gana el entusiasmo. Estamos acá dispuestes a no entregarle ni un centímetro más de cancha al fascismo. Estamos acá dispuestes a escribir y registrar la historia que todes construyamos juntes: sus convocatorias, sus salidas a la calle, sus llamados a buscar otra realidad para este país, lejos, muy lejos, del pinochetismo. Porque el pinochetismo es muerte y el arte es vida.