Primera imagen: una fila dispareja que se apretuja por el pasillo del cine Condell en espera del concierto de Javiera Mena. Gente entre dos relojerías haciendo la hora. Con la Sun llegamos temprano y estamos cerca de la reja de entrada, detrás de nosotros hay tres amigos de contextura, voz, estilo y conversación similar. Son ellos los que siguen hablando de alguna última conquista cuando empieza la performance llamaba “Transformación”.
Una drag queen atraviesa, radio en mano, la fila, interrumpiéndola, molestando, y se posa junto a una de las relojerías. Con la Sun estamos junto a ella. Baila, recorre el espacio, saluda y luego se desprende de su ropa, de todo lo que sostenía su figura. Luego es ayudada por sus amigas quienes la transforman en un Drag King al desmaquillarla, al maquillarla otra vez, al introducirse en su anatomía. Es la “retransformación” pasada por el proceso doloroso del cambio. Todo es visible para todos.
Y en la fila esto pasa como un acto invisible, los tres amigos siguen hablando estando justo frente a la “transformación”, y la Sun les dice que se callen, que vean, que interpreten y ellos con miradas de “no me digas qué hacer” siguen su parloteo. Son pocos los que ven, la mayor parte de la fila se dedica a mirar sus celulares, hablar entre sí sobre las expectativas del show y comprar algún recuerdo.
Segunda imagen: el escenario del cine Condell lleno de los instrumentos de Javiera Mena. El espacio que es usado para proyectar películas ahora será usado para la música en vivo. Se nota que nadie va a estar sentado, que cuando se apaguen las luces, cuando salgan a escena las músicas, todos se levantarán y ocuparán el reducido espacio entre butacas y escenario.
Oscuridad y el movimiento animal para quedar cerca y encender el celular y grabar y quedarse quietos, cuando la música va prendida. La Sun quiere estar ahí, pero le digo que tenemos cosas que cuidar, que ya no hay espacio: excusas.
El show se ve sencillo pues hay poco espacio, pero es utilizado con delicadeza, con energía y aunque uno nunca olvida lo apretujado que se está en una sala de cine, la música recorre los espacios y las luces nos llenan de pétalos de sonido. Javiera Mena usa ropa con brillos y es parte del show de luces, su cuerpo como un estrella más.
Tercera imagen: Mena entre sus instrumentos, sobre todas las cabezas, mirando sus manos, mirando los botones y controles, y las bailarinas frente a ella moviendo sus cuerpos plásticos como ninguno de los presenten podría.
Luego la protagonista sale de entre sus cables y micrófono en mano se une a la coreografía, siguiendo a pasos generales los que las chicas hacen con soltura. La Sun dice que se identifica con ella por ser igual de tiesas, por tener más ganas que movimiento, por ser ambas contralto.
Antes, la Sun me advirtió que en el comienzo de cada canción ella emitiría un sonido de sorpresa, porque le encanta la música, la música de Javiera Mena y que aunque fuera un tema que no le gustara como ‘Espada’ lo disfrutaría y lo intentaría bailar como le saliera.
Cuarta imagen: las luces que se prenden cuando surge un espacio entre canción y canción y la voz de alguna mujer entre el público que grita: “¡Mijita rica!”. Yo pienso que al igual que si fuera un hombre, esa voz femenina puede tomarse como violenta, pero en el contexto, pasa, se siente como parte del sonido de un concierto, y no se le ven limitantes. Quizá le pongo color al asunto, pero me llama la atención que siendo este concierto en el contexto de un ciclo organizado por el CENTEX, que busca abordar temáticas de género e inclusión, se sigan perpetuando estas maneras de tratar a un artista.
Quinta imagen: el fin de la última canción, ‘Luz de piedra de luna’, y empieza a sonar en el ambiente ‘Maquillaje’ de Mecano y la Sun la canta. Se abren las puertas del cine y podemos ver la noche de Valparaíso, no se ve la luna pero sí a los fanáticos agolpados en las puertas esperanzados en que Javiera Mena salga y los abrace, les de calor.
Fotos: CENTEX