“Play…random track”. Así comienza el libro de cuentos, microcuentos, textos, o novela, de ficción o de no-ficción. Random de Daniel Rojas Pachas (Narrativa Punto Aparte, 2014). Hablo desde esta confusión de poder clasificar pues el texto es así, una variedad de historias a las que uno visita de salto en salto, como si la vida fuera dirigida por el botón random de una radio enloquecida.
Con esa confusión en mente uno lee este libro -a secas, para no seguir perdiéndose- y se va tarareando junto al autor. Pues, aquí otra gracia, cada texto está titulado con un nombre de canción. Así es como uno pasa de 59. Pixies | Where is my mind | 3:35 a 21. Smashing Pumpkins | Today | 3:41.
Pero vamos por partes. El número de la canción hace pensar en una lista definida de la que solo conocemos una parte, pues el texto avanza y nunca escuchamos/leemos todas las canciones. Es un rato de ruido y luego silencio y la historia acaba.
La canción, como nombre, influencia al texto, ya sea porque en él se hable de una anécdota como en 63. Los Blops | Los momentos | 3:15, en donde una voz rememora un recuerdo de infancia, una clase de música con un profesor que le agradece por haber puesto, en una radio cassette, aquel tema. La otra forma de influjo es que el tono de lo leído va acorde al ritmo de la canción como en 2.John Fogerty | The oldman down the road | 3:50, donde una voz vieja recuerda y se cuestiona.
Otro de los aspectos, que vincula todo el texto -novela, cuento, hojas pegadas con corchetes- es precisamente su título, Random. Y ya no hablo del salto de canción en canción, sino del cambio en la voz que nos cuenta lo que le sucede, pues en unas canciones el narrador es un niño, en otras un joven perdido o un hombre solitario. Todo esto, claro, en desorden.
Recuerdo las tardes de buscar música, con el peligro de los virus que ingresaban al computador familiar, descargar hasta que la memoria de temas se te iba y luego comenzar a elegir las canciones que pudiera soportar el mp3, que usaba para llevar los trabajos que debía imprimir en el liceo. Comencé con uno de 2gb al que le cabían no más de cien canciones que yo me sabía de memoria, porque con botón random y todo, la repetición terminó cansando.
En ese juego de elegir las canciones que cupieran en el dispositivo se me iba la tarde, se me olvidaba estudiar para el día siguiente y todo para tener el trofeo, honorífico, de escuchar las piezas de bandas que ya no estaban activas y que yo recién descubría: el karma de la generación que era muy pequeña en los noventa y que cuando abrieron los oídos escucharon desde todos lados que el rock estaba muerto, que no había nada original.
Al botón random le agradezco el llegar a pensar como decía pensar Raúl Ruiz, eso de “irse por las ramas derecho a lo esencial”, porque el botoncito elegía, sin pensar, pues estaba programado, y de la lista que seleccionaba me sorprendía, y le achuntaba, casi siempre, y las veces que no, me lo aguantaba. O si era mucha la carga, ponía siguiente y de la canción 99 pasaba a la 46, y así hasta repetirse todo.
Al final el botón también me ayudó a acercarme a los libros, desde la vereda del que mira con curiosidad, y se demora en cruzar la calle para salir de dudas. Llegué a funcionar como dice mi abuelo “leyendo lo que me caía a las manos”, y mezclándolo todo como en el mp3, que repetía las 100 canciones que yo mismo elegía.
Rojas Pachas con su libro entiende que un relato va construido por la suerte de la memoria, por los caminos sin retorno y las calles sin salida, con las voces que ya no se escuchan y las que no queremos escuchar. y con un botoncito puede ponerle play a una historia que se cuenta de distinta maneras a la suerte de la olla de canciones.