Cuando ella habla, escucho la revolución I: el 646 y Pablo Gálvez
Cuando ella habla, escucho la revolución III: Dulce y Agraz
Cuando ella habla, escucho la revolución IV: “empezar a construir desde nosotras”
Cuando ella habla, escucho la revolución V: “la verdad verdadera y la verdad formal o jurídica”
Es domingo y hace calor. Estamos en una casa antigua en el centro, con ventanas grandes que dan hacia el oeste, entonces, nos toca el atardecer y toda la habitación es naranja. Y mientras unas hablan y las otras escuchan, el reflejo de la luz en sus caras se va moviendo junto con las pelusas de los árboles que entran a la casa y el humo de los cigarros. Partimos fumando hacia afuera, por la ventana, para no molestar. Después de un rato, ya nos da lo mismo.
“Yo era muy amiga del Chai de Urban Monk el año pasado, y teníamos una relación de casi hermanos, yo confiaba caleta en él. Había buena onda. Él iba para mi casa a veces, conocía a mi mamá. Un día él iba a ir a tocar a La Serena, también tocaban los Amarga Marga y también iba a ir una amiga mía, así que como yo quería salir de Santiago fui. Tenía ganas de conocer a su mamá también, porque éramos muy amigos”, comenzó a relatar Darinka Osorio, fotógrafa.
“Íbamos en el bus hacia La Serena, eran como las cuatro de la mañana y yo desperté porque el hueón me estaba tocando el poto. Acariciándome. Yo me sentí mal, porque fue asqueroso y no sabía qué hacer, porque eran las cuatro de la mañana, en un bus, entonces hacerle un escándalo y seguir durmiendo al lado de él, no podía, me chupé entera. Sacó las manos solo cuando yo le pegué un manotazo y se hizo el dormido. Y al otro día no me dijo nada, pero yo lo traté mal todo el fin de semana y estuve muy sola en realidad, no compartí con él. Sentía calor en el muslo hasta como tres días más, fue horrible”.
“Después yo me alejé de él, dejé de hablarle y él tampoco nunca me preguntó nada, siendo que antes éramos amigos. Él sabe lo que hizo, pero prefirió hacerse el hueón. Si no hiciste nada, preguntas por qué no te habla tu amiga”.
Continúa Carolina Amestoy, quien fue parte de la Cooperativa del Amor. “Yo estaba en el 646 después de una fiesta, en ese lugar siempre compartíamos y en ese momento el Chai vivía ahí pero no estaba en la casa. Yo me fui a acostar a una pieza, que era la pieza original de Jorge Peña, y era como mi pieza, porque nosotros compartíamos mucho allá. Ese lugar siempre fue de seguridad para varias de nosotras. Ahí me quedaba cuando iba para allá. Un día me quedé dormida y estaba ahí con la Coni. Y de repente me despierto porque este hueón, el Chai, me estaba manoseando la espalda. Como hacía calor, yo andaba con una polera sin espalda. Yo encuentro que fue rancio porque yo estaba durmiendo, ¿en qué momento nosotras dejamos que eso sea normal?”.
“Otra cosa que me pasó, fue que estaba viendo a los Ases Falsos en Puente Alto. Estaba pasándolo súper bien y siento que hay algo en mi espalda, abajo, como un banano. Me pongo la mano atrás para saber qué era, pensando cualquier cosa y me encuentro con que es un pene, afuera del pantalón. Como estai saltando y pasándolo bacán, los hueones hacen eso. Y bueno, puse la mano y toco la mierda, lo miré y no reaccioné, no supe qué hacer. Le dije a mi amiga ‘oye, este hueón tiene la tula afuera’, y ahí ella me agarró y me sacó de ahí. Y ahí le dije ‘quiero ir a hacerle algo, quiero pegarle’, me dio mucha rabia conmigo misma porque nunca supe cómo reaccionar en el momento y nadie a mi alrededor dijo nada y eso también siento que está mal”, relató.
Con esa historia de Carolina, nos relacionamos todas.
“El martes 31 de octubre fuimos al bar Radicales a ver a los Dolorio, varias de nosotras. Cuando llegamos nos pusimos adelante y había alguien empujándonos todo el rato. Nos dimos vuelta y le dijimos que parara, después siguió, así que nos movimos a otra parte y yo me fui a tomar fotos, porque iba de gráfica por Culto. Después me fui hacia atrás a tomar más fotos y el hueón me vio y empezó a salir, pasaba varias veces por mi lado y empujaba, me agarró la pechuga y después de eso me fui para adelante, porque el Gustavo de Velódromo iba a tocar y quería tomarle fotos. Y el tipo fue para allá y siguió empujando”, cuenta Karla, periodista en radio Súbela.
—“A mí también me hicieron eso ese día”, respondí.
—“El hueón de chocker”, dijo Karla.
—“Sí, ese. Me empezó a hacer cariño en la espalda y en la cara, desde atrás y cuando me di vuelta, me agarró la teta”, aclaré.
“Después de eso, nos dimos vuelta y le dijimos ‘por favor para tu hueá’ y los amigos le pusieron la mano al frente, para taparlo y dijeron ‘es que está curao, siempre es así’”, relató Karla.
“Karla estaba afectada así que le dije a su amiga que por favor sacaran al hueón y ella dijo ‘es que siempre se pone así’. Y le respondí que ella como amiga, entonces, se hiciera responsable por estar con él en un lugar lleno de mujeres y personas en general, el hueón estaba acosando a todos, hostigando. Le dije ‘o sea, porque el hueón es así, ahora mi amiga está llorando en la escalera’”, explicó Coni, una de las creadoras de Picnic TV.
“Yo salí corriendo porque me desesperé. Me quedé en la escalera y cuando terminó Dolorio, ellos salieron, el tipo me miró y me dijo “quién se te tiraría, si eres última”. Lo que me dio más rabia fue que cuando mis amigas fueron a buscar a alguien de Cazador, que organizaba la tocata, y mandaron al Carlos Jaque, miró, cachó que estábamos discutiendo y se devolvió”, dijo Karla.
“Si el Diego Sepúlveda, organizador del evento, no es capaz de mandar guardias para parar una situación de violencia, me parece que entonces no es una persona que tiene que organizar este tipo de cosas”, respondió Coni.
“Al otro día me enteré que a la Coni, la Juan Pablo Castel, le pasó algo así en una tocata de Cazador, le agarraron el poto, fue a reclamar y el Diego tampoco hizo nada”, relató Karla.
“Ella escribió una hueá en Facebook y creo que él respondió algo así como ‘nuestras tocatas son seguras y esto no lo vamos a tolerar’”, explicó Bárbara, periodista en POTQ Magazine y Culto.
“Bueno, cuando vino Tobogán Andaluz y tocó en La Remolienda, fueron las cabras las que sacaron al acosador a patadas, no la organización”, recordó Coni. “Estaba media curá pero andaba cuidando a otra amiga mía, estábamos juntas todo el rato. Y se empieza a correr la voz, onda ‘cuidado cabras, hay un hueón que anda tocando potos y no sé qué’. Y yo protegiendo a mi amiga, me ponía detrás de ella todo el rato y se me acerca otra niña equis, no la conocía, pero estábamos todas pasándonos el dato, de nuevo ‘oye cuidado con ese hueón’. Me di vuelta y le dije a una de las cabras, ‘si anda tocando potos por qué no lo echamos a patadas en la raja, ya es suficiente, hasta cuándo vamos a aguantar que los hueones nos toquen y tengamos que andar cuidándonos, haciéndonos las hueonas o yéndonos para atrás’. Y sí, le pegué al hueón”.
“Era un hueón grande que jamás había visto. Entre cinco minas lo echamos a patás en la raja y salió arrancando ¿tu creís que se dio vuelta y nos dijo algo? Nada, apretó cuea y salió corriendo. Y los guardias valieron callampa nuevamente y ahí si hay guardias en la entrada”, continuó.
“Ese día, en esa tocata, una amiga me dijo ‘un hueón me acaba de tocar el poto, no lo vi bien, pero caché que tenía polera a rayas’. Y le dije ‘ya, tengamos ojo’. De repente me dice ‘él es, él es’ y yo no lo había visto antes. A lo único que atiné fue a empujarlo en el mosh y de repente siento que me agarran de las caderas y me puntean. Me di cuenta y era ese mismo sacohuea. Lo empecé a putear, le pegaba en el pecho, le decía cosas y llegó otra cabra y dijo ‘este hueón también me tocó el poto’ y pensamos que se había ido, pero no. Entremedio apareció un tipo y dijo ‘calma chiquillas, detengamos la violencia’, así como ‘yo le digo’, y le dije ‘qué le vas a decir tú si la hueá me la hizo a mí’. Quería que paráramos de atacar al pobre hueón”, relató Rocío, periodista.
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A esta reunión también llegó Manuela.
“Yo era amiga de los niños de Siempre Llueve (Al Atardecer), muy amiga, desde hace mil años, prácticamente mi vida entera. Ellos se fueron a tocar a Valpo con El Cómodo y esa noche lo pasamos muy bien. Los cabros del Cómodo se fueron y nos quedamos una noche más allá. Cuando nos fuimos a acostar, compartí el espacio con Germán. Me desperté en la mitad de la noche y me estaba agarrando, me tenía la mano metida por abajo de la polera, me estaba apretando las tetas y la otra mano la tenía abajo y me susurraba al oído hueás asquerosas. No fui capaz de hacer nada. Esto no se lo he contado a casi nadie, nunca funé al hueón. No hice nada porque no me quería exponer a mí tampoco”.
“Después de un tiempo, cuando le conté a los cabros que estaban ahí esa noche, amarillearon caleta diciendo cosas como ‘ah ya po, pero fúnalo’, ‘oh, qué pena Manu, por qué no nos dijiste nada’. Y yo les decía ‘loco, era la única mujer en esa casa, eran todos de confianza, él es el pololo de una de mis mejores amigas, eran personas de mucho amor de toda la vida’. Yo salí de mi pieza esa mañana y pensé ‘cualquiera de estos hueones lo podría haber hecho’. No fui capaz de hacer nada, fue como pon tu mejor cara y listo. No quería sentirme juzgada. Pasé el día entero con ellos y hasta dudaba a ratos ¿habrá sido verdad? ¿lo soñé?. Es imposible que lo haya soñado, si estaba ahí, estaba encima mío. Esa noche solo agarré mi almohada y pensé ‘duérmete ahora, duérmete ahora’. No sé si siguió haciéndolo”.
“Después, no fui capaz de hablarlo cara a cara, le mandé un mensaje y me dijo ‘porfa juntémonos, estoy demasiado arrepentido, perdóname’. Y le dije que no lo iba a disculpar y que no lo quería volver a ver nunca más en mi vida. ‘No sé por qué lo hice’, dijo. Y no estábamos curaos, éramos seis personas y habíamos comprado una botella de pisco y mucha bebida, ese contexto. No teníamos plata, no teníamos pitos, no teníamos nada”, relató. “Él era una persona de mucho amor para mí, el espacio de más confianza que yo tenía en mi vida. Después, otras personas encubrieron la situación”.
“Yo hablé con Raúl y Nico sobre qué posición iban a tomar al respecto, y básicamente se justificaron que tenían el disco pagado, que tenían que grabarlo y que iban a seguir con eso, que después se iba a ver. Yo les dije ‘eso no va a pasar, la hueá se olvidó’. Si la Manu no viene ahora y lo cuenta, todo seguiría su curso como si nada, hasta ahora, esto es algo que no sabe ni siquiera Piloto”, explicó Bárbara Carvacho ese día.
“Solo lo sabe la Bárbara y la gente que estuvo en ese momento en la casa, a quienes se lo conté dos semanas después. Yo desaparecí un tiempo y después pensé en que no podía hacer eso, que tenía que contarlo. Sé que varias personas saben por el boca a boca, pero no he dicho nada en público. Y por eso quise venir a esta instancia también, porque sé que sola no lo podría haber hecho, pero siento que es necesario hacerlo, porque fue muy heavy. Después de eso quedé con estrés postraumático, pesadillas, parálisis del sueño, todo. Él es vecino mío. Cuando paso por afuera de su casa me dan crisis de pánico. Es horrible. Sé que en algún momento me lo voy a encontrar, porque tenemos muchos círculos en común, éramos compañeros de colegio. Desde ahí que nos conocemos”, declaró Manuela.
“No tengo ningún plan de hacer algo legal, porque piensa que las mismas personas que estuvieron ahí me dijeron ‘ah, pero te acostaste en pelotas al lado de él’. Y no, estaba en mi pijama de Snoopy y qué importa si hubiese estado en pelotas. Yo ya había viajado con él, teníamos una relación cercana, estábamos acostados en una cama. No sé, hubo tanto cuestionamiento por personas de confianza ya de por medio que, más encima ir a denunciar y que me cuestionen más todavía… No quise nunca hacerlo público con mi nombre, de hecho, quiero que esto se sepa, pero sin mi nombre, solo porque no quiero que me cuestionen. Solo quiero que se sepa que es un cerdo”.
Pero hoy sí lo publiqué con su nombre, porque después de nuestra reunión del domingo 5 de noviembre, pasaron cosas. En primer lugar, muchos hombres músicos de este círculo de bandas se enteraron que nos reunimos. Sabían que estaba pasando algo, que las mujeres con las que trabajan y se relacionan se estaban juntando entre ellas. Algunos comenzaron a desesperarse, como habitualmente lo hacen los culpables. Uno de ellos fue Germán de Siempre Llueve al Atardecer. Durante la semana usó un estado de Facebook en el fanpage (ahora eliminado) de su banda para ponerse el parche antes de la herida, en caso de que Manuela hablara.
Volvamos a la reunión. Manuela habla. “Yo vengo a esta instancia como una manera de denunciarlo de manera más formal, porque yo sé que no se puede quedar así y sola es muy difícil, sobre todo en una situación tan cuática. Era mi espacio más seguro”.
“Eso es lo que más me llama la atención, porque cuando yo hablé con los cabros de la banda me dijeron, ‘la Manu es una persona que vive su sexualidad’”, explicó Bárbara Carvacho.
“Sí y por eso mismo soy super consciente del consentimiento. Acaso porque yo vacilo mi sexualidad libremente cuando hay consentimiento ¿cualquier hueón que esté al lado mío puede hacerme lo que quiera?”, explica Manuela.
“Esa es la típica hueá que hacen los hombres que son amigos del acosador. Onda, yo te creo, pero siguen todos siendo sus amigos”, dijo Coni.
“Yo hablaba con un amigo y me decía que a él no le hacía mucho sentido esta figura de cómplice que se asumía de la gente que apañaba a Germán, porque si uno era amigo de alguien había cometido abuso sexual, lo lógico para él era apañarlo más, onda, que no tenía ningún sentido aislarlo, porque lo que necesitaba era entender que estaba atrapado en una lógica machista”, dijo Bárbara Pérez de Arce, música.
“El tema de la patologización es cuatico, porque cuando pasa algo como lo que pasó con Pablo Gálvez, que tiene un millón de amigos, saltan todos diciendo que él tiene un problema y que hay que tratarlo desde ahí. Y yo creo que tenemos que derribar ese pensamiento de que el hueón está enfermo”, opinó Carolina.
“Cuesta explicarlo o hacérselo entender incluso a mujeres. Me acuerdo que tuve esta conversación con la Nati, mi compañera de banda, mucho rato. Y ella me decía ‘estos hueones son enfermos’ y no, no son enfermos, puede ser mi papá o mi hermano incluso. Yo ni cagando pongo las manos al fuego por nadie. Y le decía que de verdad es algo muy normal”, aclaró Marcela, bailarina.
“Varias personas me dijeron, oye el hueón está arrepentido. Como que rezai un padre nuestro y estai libre de culpa y ya no eres más abusador. Y no, si abusai una vez ya eres un abusador. Dejaron de tocar como un mes por la hueá que pasó, porque el hueón tenía miedo de aparecerse en público. Me preguntaba a cuántas personas yo le había contado para saber como manejar la situación”, explicó Manuela.
“A mí me cancelaron ellos una tocata que estaba organizando y no me dijeron por qué. Y la Bárbara estaba preocupada porque los subiera, porque sabía que si yo cachaba todo lo que había pasado ni cagando iba a hacer algo con ellos. Pero ellos mismos se bajaron un día antes y dijeron que tenían un problema que no podían contar, que era muy heavy y que no podían tocar. Y después supe que este era el problema”, relató Coni.
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“Mi último pololeo fue con alguien que está entrando al mundillo de la música. Esto… esto yo de verdad no lo hablo, porque ni siquiera quiero pensarlo. Esto pasó cuando yo estaba trabajando en una película, la primera en la que trabajé. Y fue con el productor Alexis Casas-Cordero, que ahora está haciendo Ruido Blanco. Él partió acosándome durante el rodaje y abusando. Yo estaba saliendo de otro pololeo con alguien que también fue cuático por mucho tiempo. Y durante la película también recibía llamados de mi otro ex diciendo que se iba a matar, que no me preocupara de él, a las cuatro de la mañana. Yo lloraba de estrés y agotamiento emocional y el Alexis por otra parte estaba hostigándome. Yo hacía asistencia de vestuario y un día estaba en una carpa planchando ropa y él me encerró en la carpa con él, solos. Se acercó y me echó encima todo su cuerpo y me decía al oído “vamos para atrás, por qué no me dai un beso, si la carpa está cerrada”, mientras me agarraba de la cintura y me tocaba el pelo. Actitudes que fueron constantes hasta el final del rodaje”, explica Valentina.
“Y después pasó lo mismo una madrugada en la que yo seguía trabajando en esa película. Le dije que me dejara en la casa de un amigo que vivía cerca de la locación y me acuerdo que esa vez el Alexis se demoró mucho porque quería venderle algo a un productor, me fue a dejar tarde, mi amigo no me respondía, se había quedado dormido. Estábamos solos en el auto mientras yo seguía insistiendo en que me contestara mi amigo y el Alexis me decía que me fuera para su casa, que él llegaba más tarde y que durmiéramos juntos. Al final me tuve que devolver a la locación y dormir dentro de un auto hasta pasadas las siete de la mañana para que me fuera a dejar una van a mi casa, cosa que en el momento no me importó con tal de no ir a la suya, pero que luego encontré denigrante”.
“Entré en un pololeo con él y fue una violencia psicológica que yo ahora recién estoy entendiendo. Nunca le hablé bien de él a la gente, siempre les hablé mal pero seguía con él. Y me acuerdo que a veces yo no quería salir, no quería compartir con él y el hueón llegaba a mi casa y como mi mamá no cachaba nada, le abría la puerta, lo saludaba, el hueón entraba a mi pieza y me obligaba a compartir con él, a salir con mis amigos, con quienes ya había hecho planes. El Alexis, además, sabía cómo entrar sin llaves a mi casa y una vez me desperté y el hueón estaba acostado junto a mí, en mi cama, aunque antes de dormir yo le había dicho que no quería verlo. No podía estar sola en el baño siquiera. Y hacía muchas cosas de ese tipo”.
“Cuando terminé con él, lo bloqueé de todo y me mandaba correos muy en la volá poética amorosa distorsionada… y ahora veo que está entrando a este mundillo y de verdad, o sea, está haciendo Ruido Blanco con las bandas. El Seba Silva me había contado que tenía contemplado un proyecto en el que iba a incluir al Alexis dentro de su equipo y como yo había hecho una publicación donde contaba un poco esto, sin nombre, me preguntó sobre él y yo le dije que no se relacionara con esa persona. Cuando escribí eso, mujeres que también trabajaron en esa película que me explicaron que el Alexis fue sacado de todos los proyectos a futuro porque sabían el tipo de hueón que era. Le dije al Seba que no hiciera un trato con él, para que no tuviera un mundo más para aprovecharse de su poder, de pendejas, de niñas, de mujeres… de nosotras”.
“El Seba me dijo que lo había conversado con el Claudio (de Patio Solar), con el Franco (del Cómodo), y que lo habían repensando, que no harían trato con ese hueón. Pero en realidad, no confío mucho en lo que puedan creer o hacer estas dos últimas personas que nombré. Y hay que decirlo, porque Alexis Casas-Cordero es un enfermo.”
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Luego de que Manuela termina de hablar, Marcela, bailarina, pide la palabra.
“Yo no sabía si esta era la instancia para hacerlo, pero voy a hablar. Yo fui pareja del Gonzalo de Planeta No y fui víctima de violencia psicológica por parte de él. Yo me di cuenta que fui víctima de violencia psicológica cuando terminé con él, como a los seis meses. Antes solo tenía rabia porque él había sido penca conmigo. Yo empecé a conocer de feminismo por el Gonzalo, porque no conocía a nadie más que fuera feminista antes y cuando terminamos, empecé a investigar más por mi cuenta y me di cuenta que situaciones que había vivido con él, habían sido de violencia”.
“Yo tocaba guitarra desde chica y también cantaba, desde como los catorce años. Y durante los dos años que estuve con él en la relación, deje de hacerlo porque sentía que el me tiraba para abajo y me ninguneaba. A veces de la nada llegaba y me decía ‘hoy el Camo me dijo que tocabai bien guitarra, pero yo le dije que no, que no tocabai bien. Te dicen eso porque erís mina, porque si fueras hombre no te dirían que tocai bien’. Él tenía ese tipo de actitudes. Tambien me molestaba por como cantaba, me decía ‘ay Luchito Jara’ y me empecé a limitar a hacer cosas relacionadas con eso cuando estaba con él”.
“El año pasado cuando comencé a formar una banda con la Nati, mi amiga, nosotros ya habíamos terminado, pero nos seguíamos reuniendo porque trabajábamos juntos. Me acuerdo que yo estaba en una parada de no conversar nada que no tenga que ver con el trabajo. En una de esas reuniones me preguntó qué onda la banda y le dije que estábamos bien, juntándonos, que le habíamos contado a gente y que querían tocar con nosotros, que nos querían apañar. Ahí me pone su cara de mierda y me dice “qué paja, porque esa hueá es puro exitismo, porque ustedes no tienen nada, no son nada, no son buenas, es puro exitismo esa hueá”. Una persona que te tiene un poco de estima intenta tirarte para arriba y no mierda con pala todo el tiempo. Yo nunca he querido decir nada más que a mi círculo cercano, porque siento que el Gonzalo tiene mucho poder”.
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Durante la semana posterior a esta reunión me escribió Macarena, una joven música. A través del boca a boca en secreto de estas mujeres, se enteró de nuestra cita y quiso contar algunas cosas que le sucedieron.
“Cuando me invitaron a tocar con Manuel Garcia, conocí a Carlos Fonseca, su manager, y a otro loco que se llama Cristian Figueroa, que es como manager de conciertos. Fonseca me dijo que trabajara con el Cristian, que el loco era bueno y todo eso. El Cristian me citó a una reunión y yo fui con mi guitarrista. Después de la reunión, me mandó un mensaje diciéndome que para la próxima fuera sola. No fui sola, me daba miedo y después de la segunda reunión se molestó y me dijo que ‘necesitaba conocerme a solas para hablar conmigo’”.
“Un tiempo después el Manuel me invito a cantar a Calama y nos quedamos todos en el mismo hotel. El Cristian me saludó. Me abrazó de una forma que me dejó sintiéndome sucia y ahí surgió todo eso de ‘¿me estaré pasando el rollo?’ y ‘¿cómo se juzga un abrazo?’. El loco fue poco sutil, me abrazó literalmente apretándome y corriéndome mano, pero estábamos solos y él tenía todas las de ganar si yo decía algo”.
“Después de eso siguió tirando tallas de que nos diéramos un beso y cosas así. Yo no decía nada. Cuando terminé de cantar me bajé del escenario y estaba solamente él. Yo tenia un in-ear con la caja en mi pantalón. El loco me dijo ‘ay, esta es la parte que más me gusta’ y me levantó la polera entera, hasta arriba, para sacarme la caja que estaba en el borde de mi pantalón y se podía sacar sin ni siquiera levantar un poco la polera. Ahí fue brígido, porque había hecho algo que no tenía discusión. No era ‘¿me estoy pasando el rollo?’. Me sentí como el hoyo en verdad, me fui a la calle y entre un poco en pánico, porque además se supone que después íbamos a viajar juntos a San Pedro”.
“Al final me bajé de San Pedro y él me mandaba mensajes diciéndome que me fuera a despedir a su pieza. Le dije que no y me fui. Cuando ellos volvieron, me mandó un mensaje diciéndome que tuviéramos otra reunión, pero que fuera sola. Me lo recalcó caleta. Me decía “de verdad, anda sola. No quiero que vayas con nadie más”. A todo esto, todas estas reuniones eran en su departamento. Yo le dije que no, que qué onda, que no era necesario y él me dijo ‘entonces no trabajamos juntos. Lo dejamos hasta aquí’. Y yo obviamente le dije que sí, que chao”.
“Cuando pensé en contarle a Fonseca, que es como un loco bacán entre los managers, me dijeron que él sabía que Cristian hacia esas cosas y que no era la primera vez que lo hacía. Entonces, obviamente, de qué me servía decir algo, si este loco que tiene ese nivel de poder dentro de la música, podría saberlo, como me habían dicho. Esto que es solo una de las cosas que me han pasado. Y pensar que es así para todas, para la mayoría, es pa’l hoyo. Quiero llorar un poco en verdad, pero igual tengo fe”.
Cuando Macarena tenía 18 años se vino a vivir a Santiago sola y comenzó a trabajar con un productor. “ Él me decía que él era el único que me entendía y que yo no podía hablar con nadie más, ese tipo de cosas. Me joteaba y me invitaba a salir, pero yo siempre dije que no. Lo pasé por alto, porque en verdad no tenía energía para lidiar con eso. El loco me decía que no hablara con los músicos y a los músicos les decía lo mismo de mí. La cosa es que cuando finalmente hablé con uno de los músicos, él me dijo que el productor le contó que yo estaba enamorada de él, que lo llamaba todas las noches porque no podía dormir si él no iba a mi departamento, que lo celaba, que yo le mandaba fotos y me desnudaba frente a él para ‘mostrarle las partes de mi cuerpo que no me gustaban’ y muchas cosas más, de verdad enfermas”.
“En ese tiempo yo tenía un desorden alimenticio y esa hueá me hizo mierda, porque era todo mentira y el loco estaba jugando con algo súper delicado para mí, y le dijo eso a mucha gente, no solamente a los músicos. El loco nunca me tocó un pelo, pero me sentí tan violada y sucia. Además era chica y no cachaba nada. Después de enfrentarlo y hablar más, cachamos que este loco inventaba cosas de todas las mujeres con las que trabajaba”.
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“Estamos en un entorno en donde todos nos conocemos, tengo muchos de mis afectos metidos en este círculo. Y es algo que nos tiene agobiadas a todas, lo hemos conversado con y sin los hombres. Yo conversaba con mi pololo (que es músico), y ellos tienen una parada de que no saben qué hacer. Quiero hacer una reflexión. Pasa algo como lo que pasó con el Cómodo en lo de Huracán, que no les pagaron, los trataron como el hoyo y eso revelaba una problemática grande en el mundo de la música que es la precarización, todas las bandas lo compartían. Les roban los instrumentos a algunos hueones, todas las bandas lo comparten porque es grave y nos afecta a todos. Pero si un hueón de una banda abusa de una loca que gestiona cosas, que trabaja en el mismo espacio, que tiene un rol de gestora, ese tema no les afecta a todos. Ahí no se sabe qué decir. Yo entiendo que es delicado, pero por qué es tan obvio que vas a compartir la denuncia de una banda frente a un problema, pero ¿que abuse de una mujer un hueón de alguna banda no es un problema estructural y no habla de dinámicas de poder dentro del mundo de la música?”, concluye Rocío.
Actualización (jueves 16 de noviembre a las 10:20 am)
Después de conocer estos testimonios, Pía Vargas, periodista y destacada encargada de prensa decidió contarnos una experiencia.
“Esta semana nos hemos enterado o terminado de enterar de muchas situaciones horrendas. Han aparecido nombres que de antes generaban sospechas u otros que sorprenden. Y en este contexto, hay alguien de quien quiero hablar”.
“Quienes me conocen, probablemente, me han escuchado hablar mal del sello Piloto, pero pocos llegaron a entender la razón. Tiene nombre y apellido: Ariel Díaz, uno de los fundadores de esta “casa discográfica”. Siempre hablé mal de Piloto por él y por Elías Leyton, su amigo. Los conocí en el 2011. Con ambos tuve un proyecto de sitio web, se llama Noizet y era sobre música en libre descarga. Entrevistamos a gente como Angelo Pierattini o Javier Barría, hacíamos noticias y difundíamos tocatas. En Noizet tuvimos mil desencuentros por ética laboral y diferencias de criterios. Y también por el trato despectivo que me daban. Lo típico. Tienes diferencias y te vas, eso pasa siempre”.
“Lo que también es típico es el maltrato, y hoy lo quiero apuntar a él. Ariel Díaz es un maltratador y eso nadie me lo cuenta, porque la que lo vivió fui yo. Durante meses de ese 2011 sufrí su violencia psicológica, sexual y física. Para mí es muy fuerte decidirme a nombrarlo y decirlo, pero durante todos estos años he visto con tanta impotencia como él y sus amigos siguen yendo a tocatas, pasándolo la raja y jugando al sello musical que me he dado cuenta que no puedo seguir cargando con esto sola y callada”.
“Por Ariel estuve como 3 años en terapia psicológica, en los que fui tratando de entender qué pasó y por qué a mí, con alguien a quien yo quería tanto. Y sigo recordando y poniéndole nombre a situaciones que todavía me cuesta digerir. Desde el 2011 hasta ahora he luchado cada día por sacarme de encima traumas, baja autoestima y recuerdos terribles a punta de trabajo y de enfocarme en mí misma. Cuando estaba tratando de alejarme de él (en el 2012) entré a colaborar a POTQ y luego a hacer mi práctica en Quemasucabeza. Él me odió. Me ninguneaba y me decía que yo no merecía esas pegas porque yo no sabía nada de música, ni de nada”.
“Cuento el asunto “laboral” o intelectual, donde él se ponía por sobre mí todo el tiempo (creo que me tenía envidia) porque es lo más sencillo y porque es algo que tengo más asimilado y que puedo verbalizar. Las otras violencias, las mencionadas más arriba, todavía no las supero. Hay episodios vividos en su departamento en Santa Victoria que empiezo a recordar pero no puedo concluir, porque los bloqueo. Sé que están ahí pero no puedo llegar hasta el final. Si no me atrevo a pensarlos, menos puedo contarlos por acá. Son intimidades que siguen doliendo”.
“A lo largo de todos estos años se lo conté a unas pocas amigas. La primera de ellas fue Romina. Ella fue fundamental. Estábamos almorzando en la U, le conté algunos episodios de sus arranques y ella fue la que me dijo “tú no puedes volver a estar sola con él”. Ella me hizo entender lo grave de lo que estaba pasando, y gracias a la sororidad de mi amiga siento que arranqué a tiempo, y que todo pudo terminar mucho peor. Ariel estaba tomando medicamentos, estaba con psiquiatra (se supone que se trataba; nunca fue muy claro y yo sospechaba que dejó de ir. No se tomaba los remedios y en su trabajo nunca contó de este tratamiento). Se acostaba en paz y despertaba gritando y tratándome mal. Me culpaba de errores suyos, como haberse quedado dormido para ir a la pega (así de fuertes eran los medicamentos que tomaba; uno de ellos se llamaba Amulsin). Me puteaba por teléfono. Usó la fuerza conmigo. Me manipulaba cada vez que quería cortar el vínculo con él: me llamaba llorando, me contaba que estaba sufriendo, que colapsó, que yo lo había traicionado. No quería estar conmigo pero tampoco me dejaba ir. A partir de situaciones como ésa, fui comprendiendo que no podía salvarnos a los dos, que era él o yo y que si seguía empeñada en estar a su lado, me iba a hundir con él”.
“Son demasiadas las cosas que tengo que enfrentar, y que ahora menciono acá en parte porque primero que todo admiro tremendamente a las chicas que han hablado porque han tenido un valor que yo todavía no tengo. Y porque en segundo lugar, me parece que personajes como Ariel Díaz han estado haciendo y deshaciendo de forma totalmente impune, pasando piola y siendo encubiertos por sus amigos. Yo ya no quiero más. Quiero se se diga su nombre pero también decirle a las cabras que están leyendo esto que nos demos cuenta de que no somos las únicas. Que todas hemos sufrido pero al contar con una amiga y quizás con la ayuda de un especialista nos podemos salvar”.
“Es súper injusto que ellos hagan todo ese daño y sigan adelante y nosotras nos quedemos escondidas. En el verano me pasó: tocaban Los Valentina (banda Piloto) y Maifersoni (banda Quemasucabeza) en El Clan, y yo quise ser valiente e ir, sabiendo que él estaría ahí. Fue horrible. Estuve atrincherada en el camarín sin poder bajar porque él estaba en la escalera, y llegué a mi casa sintiéndome una imbécil por no poder desenvolverme en un ambiente musical por el que trabajé tanto”.
“Pienso también en esa feria Pulsar del 2014, cuando el stand de Piloto estaba muy cerca de el de Quemasucabeza, y luego de pasar ese fin de semana topándomelo me enfermé y el día lunes tuve que irme temprano del sello porque me dolía la cabeza y me quedé sin voz por el colapso nervioso que me significó volver a verlo. Le seguía teniendo terror. Este año me lo volví a encontrar en los premios Pulsar y el sentimiento de náuseas y angustia fue el mismo. Creo que esto no debería pasar y que Ariel Díaz y todos estos monstruos de “la escena” tienen que parar de hacer daño”.
“Me sigue costando mucho, pero pese a las dificultades he ido haciéndome más fuerte durante todo este tiempo. Me he dado cuenta de que tengo amigxs maravillosxs con quienes puedo contar. A ellxs hay que aferrarse. Entre nosotras tenemos que apoyarnos y así dejar de sentirnos tan solas. El maltratador maltrata siempre y cada vez que puede. Tenemos que cuidarnos. Es nuestro deber como feministas, como mujeres”.
*Las personas mencionadas en los testimonios fueron contactados en caso de querer ejercer algún derecho a réplica.