Ignorante. Ese es el título de la canción que publicó recientemente Cristóbal Briceño días después de que fuera basureado en redes sociales a raíz de este video, en el que el cantante se declaraba un escéptico en relación al feminismo e invitaba a la gente a participar de la semana sobre el tema que preparó la Universidad de Chile.
‘Ignorante’ parece ser la respuesta de Briceño a todas las críticas que recibió debido a esa intervención. Eso sí, fue como rociar alcohol en una fogata. Leyendo la letra de la canción no resulta extraño que esa haya sido la reacción:
creo que mientras tú sigues con el conteo de femicidios
como el pasajero ansioso con el ojo fijo en el taxímetro
no has pensado que el hombre es y siempre ha sido
por animal naturaleza un homicida, un asesino
Esa es una de las estrofas de la canción, la que más molestó probablemente ¿Por qué? Simple: la relativización de la violencia y el machismo a través de la música. Vivir en un país en el que sólo en los tres primeros meses del año ya hay once mujeres asesinadas entrega una idea de la crisis que estamos viviendo y en ‘Ignorante’, este músico demuestra indolencia.
El machismo se puede encontrar en todas las capas de la industria cultural y también en todos los géneros. No es un lugar reservado sólo para estilos como el reggaetón o el hip hop, como se suele decir constantemente. De hecho, la música independiente y su figuras tampoco se escapan. Matthew Bannister, cantante y guitarrista de la banda Sneaky Feelings lo explica muy bien en su libro White Boys, White Noise: Masculinities and 1980s Indie Guitar Rock.
“Para Bannister, el sonido del indie es “el sonido de hombres tranquilos haciendo mucho ruido“, la forma con la que los hombres “sin poder” se reafirman en su reparto del pastel frente a otras masculinidades hegemónicas, a la vez que perpetúan la exclusión de las mujeres. Esto supone desarrollar un intelectualismo y una estética masculina diferenciada, en oposición a las ideologías tradicionales del rock como expresión creativa física y espontánea”, explican las Señoras que Hablan de Música.
El hecho de mantener conductas discriminatorias -en este caso ningunear desde la posición de músico independiente un movimiento que promueve la igualdad y no violencia entre hombres y mujeres- ayuda a naturalizar comportamientos y otras maneras de segregación de formas mucho más sutiles, ya que son discursos que se acompañan del sello del progresismo y la crítica social.
En diferentes obras de Briceño es posible ver este tipo de detracciones respecto al poder o figuras como los estudiantes en crisis en Chile. Si se supone que estamos frente a un artista que posee la sensibilidad suficiente para poder detectar estos quiebres dentro de la sociedad ¿por qué le es más difícil ver que el terreno para las mujeres dentro de esos imaginarios que describe son mucho peor? ¿Por qué le resbala la violencia machista? ¿Cómo creer en los discursos dentro de Juventud Americana o Conducción? ¿La igualdad está reservada sólo para hombres de clase obrera y clase media? ¿Sólo hasta ahí llega el cuestionamiento de los privilegios?
Es aquí cuando los discursos del machismo en la música independiente se cruzan con el machismo de izquierda, que no es más que aquel que reivindica un sinnúmero de luchas sociales, pero rechaza o invisibiliza el feminismo, como algo mucho menos importante que o como una pelea que sólo deben dar las mujeres.
Si desde la izquierda se plantean críticas en contra del sistema capitalista, que es el que explota a los trabajadores (la mitad de ellos mujeres y mucho más explotadas que sus pares hombres) ¿no debería la misma izquierda considerarse feminista? Si pensamos como base de toda esta lógica que el neoliberalismo es el tentáculo económico del patriarcado, claro. Si el sistema nos condena a todos ¿por qué burlarte del feminismo y desacreditarlo? Es más, las contradicciones del discurso de Briceño, que son las mismas que están presentes en muchos hombres de izquierda, no hacen más que dividir a la clase trabajadora y perpetuar el ciclo de explotación. De nada sirve defender al trabajador y al estudiante si te muestras indolente frente a las mujeres asesinadas, acosadas y que viven una vida con más baches que la tuya.
Por otra parte, hay quienes a partir de las polémicas que protagoniza Briceño lo aplauden, aunque no estén de acuerdo con la dirección de sus palabras. Lo tildan de “necesario y refrescante”, debido a la falta de discurso en los músicos chilenos actuales. ¿De verdad no hay discurso? ¿Dónde quedan Ana Tijoux, Rucitama, Alex Anwandter, Camila Moreno, (me llamo) Sebastián o Gonzalo García?
Quizás, les resulta menos atrayente que los discursos actuales provengan de voces que históricamente han sido invisibilizadas, como las mujeres u homosexuales, en la mayoría de los casos. O que tal vez, sea la raíz del propio discurso el que no le acomoda al hombre heterosexual chileno de clase media: crítica al sistema a través de miradas relacionadas con el feminismo, la disidencia sexual, junto a imágenes como el desencanto con la política y con la vida que ineludiblemente le toca a cualquier joven chileno que pronto va a salir al mundo real. Esta última idea se puede ver en las canciones de Planeta No, al igual que en las de Briceño, aunque hay una diferencia. La banda de García no elude al feminismo de la lucha de clases o la crítica social. Eso, para el hombre progresista que aún no se da cuenta de lo machista que es, probablemente resulta algo mucho menos atractivo.
Los que acusan falta de discurso en la música chilena están esperando que aparezca un nuevo Álvaro Henríquez. Por favor, muchos esperamos que eso no ocurra. Están esperando que aparezca una voz que en la década de los noventa quizás sonaba irreverente y contestataria, pero que con el paso de los años, hemos advertido lo nociva que suena actualmente.
Justo en la semana en que Briceño desacreditaba la lucha feminista, muchas mujeres que se desarrollan alrededor de la música se juntaron en Ruidosa a conversar sobre las desigualdades que existen en la industria en relación a sus pares hombres. También establecieron discursos de inclusión, deseos de construir juntos un mundo en el que tanto hombres y mujeres tengan la posibilidad de trabajar por ser lo mejor que pueden ser. Y de ser libres. Hubiese sido mucho más esperanzador de lo que fue (y eso es mucho, porque todo el mundo salió de ese lugar con energías renovadas) si muchos de los compañeros periodistas que creen que Briceño es el pensador contestatario que Chile necesita, hubiesen asistido. Estando ahí habrían descubierto que discursos frescos hay, y que van de la mano con un trabajo serio, porque dedicarte a lo tuyo, tener una perspectiva feminista y utilizarla para explicar públicamente que el machismo que ves no es reclamar. Pensarlo de esa manera es misoginia.
Creo que hay un sólo error en las críticas a Briceño. Lo mandaron a leer. Entiendo que se debía a la falta de conocimiento de los conceptos, pero si hilamos fino, las obreras que lucharon por sus condiciones de trabajo y las mujeres pobres que por décadas han trabajado en sus poblaciones educando e intentando cambiar su entorno con toda la determinación, probablemente, tampoco han tenido un acercamiento académico al feminismo. La diferencia es que ellas han sido capaces de mirar a su alrededor y luchar por una igualdad real. Yo no quiero invitar a Briceño a leer. Quiero invitarlo a que de verdad observe su entorno, más allá de su condición de hombre chileno progresista. A que cuestione sus privilegios. A cantar con desánimo por la realidad del estudiante o el paco, pero también por la asesinada por su pareja, por la que camina con miedo por la noche, por la que acosan sexualmente en su trabajo, por la que gana menos que sus compañeros. Por todos. Sólo ahí vamos a creer de verdad en lo que dice ‘Estudiar y Trabajar’ o ‘Fuerza Especial’.