Es un estruendo el que abre Elipse, el nuevo disco de Cómo Asesinar a Felipes (CAF). Un solo golpe que se alarga entre samples, efectos y un saxo alto reverberante y libre, sobre el cual luego se oye clara la voz de Koala Contreras. No canta, no rapea. Recita: “Está estupendo tu cuestionamiento, el concepto, pero ya no sé qué necesitas para vivir, para vivir feliz. El miedo, la desconfianza te han vuelto esclavo, esclavo de la ausencia. No tienes liberación, no tendrás liberación, pero quieres. Se nace, se vive, se muere, luego nos hacemos parte del todo, no hay retorno. No hay retorno, pero pasarán por aquí de nuevo”. Todo aquello pasa en casi exactos tres minutos. Recién después de esa introducción “comienza” la canción, si es que se pudiera hablar en términos convencionales de esta música. Pero no, no se puede.
En Elipse no hay canciones realmente, porque es una sola pieza de 36 minutos de música, ordenada en tres movimientos: ‘Interior’, que a su vez tiene dos partes; ‘Medio’, un interludio de cinco minutos; y ‘Exterior’, dividida también en tres secciones. En Elipse no hay estribillos, no hay frases hechas, no hay pulsos sencillos para seguir con las manos o pies. En Elipse tampoco hay letras, al menos no como se entiende habitualmente. Tal como se puede ver acá, Koala Contreras escribió un solo texto de 17 párrafos que a ratos rapea, a veces grita, de pronto susurra. Por cierto, tampoco hay una alineación muy frecuente: voz, saxo, flauta, DJ, bajo y batería. Y en Elipse, lo mejor, tampoco se pueden poner etiquetas: ¿es esto rap? ¿Es rock progresivo? ¿Es jazz? ¿Es música contemporánea? Quién sabe.
Lo que sí hay en Elipse es una estructura cuidadosamente pensada, de tintes numerológicos. Si el disco anterior de CAF estaba signado por el 5, ahora es el 3. Hay tres secciones, hay tres imágenes en la carátula, hay secuencias repetidas de tres notas. “Se nace, se vive, se muere”, dice Koala Contreras en el inicio y el final de este disco, una especie de relato circular. O elíptico, claro.
Lo que también hay en Elipse, de todas formas, es una especie de resurrección y un salto gigantesco para CAF. Hace no mucho tiempo, estuvieron cerca de ponerle punto final a su historia. La salida de “Gabo” Paillao, su segundo pianista, los hizo tambalear ante la necesidad de sumar a un nuevo integrante que se hiciera cargo de un instrumento, hasta ahí, crucial en cada una de sus canciones. Basta escuchar los cinco discos anteriores para notar que el piano era el eje en torno al cual giraban vocalista, DJ, bajista y baterista. Estaban a la deriva, pero retomaron el rumbo al dejar de lado los teclados e integrar a Cristián Gallardo, un saxofonista y flautista poco ortodoxo y con predilección por sumergirse en efectos de sonido. Bingo: ahora, CAF suena diferente, casi como otro grupo. Elipse es un brinco kilométrico, un disco inscrito de inmediato entre lo mejor que la música chilena ha dado en las últimas temporadas. Punto.
Es difícil no ser tajante con esta música. Habrá quienes no lo acepten, claro. Qué importa. Vivimos una era dominada por música estandarizada, muchas veces predecible, bien portada con las normas del marketing, con las recomendaciones promocionales. Una música de buenas costumbres. Este disco, en cambio, es liberador. El propósito de CAF está sintetizado en esta secuencia de frases: “Golpear puertas, reventar ventanas, doblar los barrotes de una cárcel inventada”.
Mejor todavía, Elipse el cumplimiento de esta amenaza: “Vamos a gritarle no al estancamiento”.