“Escríbelo”, me dijo alguna vez alguno de los tantos terapeutas a los que, después de meses, les he contado por lo que pasé. Han sido muchos años, demasiados para ser exacta, y la Gerty que se fue ese día está cada vez más lejos de mí. Lo escribí de miles de formas posibles, o lo intenté al menos, pues mientras escribía no podía hablar de hechos concretos, tangibles y desnudos: solo había voces, gestos y metáforas.
Lo escribí justo después de escuchar la canción ‘Sullen Girl’ de Fiona Apple, un tema que he desmenuzado, frase por frase, letra por letra, como también lo hice con ‘Me and a Gun’ de Tori Amos, con ‘Oblivion’ de Grimes, sumado al escalofrío que sentí viendo el video de ‘‘Til It Happens to you’ de Lady Gaga, o con ‘Praying’ de Kesha.
Al entender que muchas veces el arte, como forma de expresión de la realidad, esconde entre sus dedos la verdad tras cada melodía y letra, comprendí que las historias no siempre se pueden contar tal cual suceden y no todas las canciones pueden cantarse todo el tiempo.
“But it’s calm under the waves / In the blue of my oblivion”, dice Fiona Apple en una de las frases que más me hace sentido de ‘Sullen girl’, de su disco debut Tidal (1996). En una entrevista con Rolling Stone, Fiona habla de cómo los medios intentaban preguntarle sobre su violación de una forma poco directa: “¿Quieres saber de cuando fui violada? Lo fui. Por favor, no actúes como si tuviera comida entre los dientes. No es algo que me avergüence”.
Es difícil sobrevivir a hechos traumáticos, y parte de pasar por ellos es simplemente la comodidad del olvido, el calor de esconderse bajo el agua, pero no siempre puede ser de esta forma. En realidad, una jamás olvida, y algún día dejas de sentir vergüenza.
“No entiendo cómo puede ser capaz de cantar algo así”, dice un comentario de YouTube de una presentación en vivo de ‘Me and a Gun’ de Tori Amos. Yo no entiendo cómo podría no hacerlo, y más aún, ser denominadas sobrevivientes de un abuso no es porque sí: Tori Amos, con un cuchillo en el cuello, recuerda en la canción realizada en 1991 que aún hay cosas que no ha hecho en su vida, así que debe resistir, como muchas, con la fuerza y la presión de un cuerpo ajeno encima. En una entrevista concedida en 1994, Amos declaró: “Siento que fui mutilada esa noche, y que estoy juntando las piezas de nuevo a través de la música”.
Grimes nos recuerda que cualquier noche alguien puede venir y atacarte, porque ése es el mundo oscuro en el que vivimos. ‘Oblivion’ es una canción que repasa la fuerza masculina y emula a través del arte la fuerza que las mujeres no tenemos. En entrevistas, la cantante asumió haber sido abusada y que eso la alejó de los hombres, como a muchas nos ha pasado, replegándonos en nuestro propio interior, rogando porque nadie nos haga daño.
El escalofrío que me da al ver los videos y escuchar ‘Till it happens to you de Lady Gaga y ‘Praying’ de Kesha, donde la primera fue parte de un corto que buscaba concientizar sobre el abuso y las agresiones sexuales en ambientes escolares, y la segunda, el remezón y la salida a la superficie de una cantante que tuvo que convivir y trabajar con su abusador por años, luchando por romper el contrato que la ataba a seguir colaborando con él, me hace pensar que el mundo parece estar cuesta arriba para las víctimas.
Escuchar música así es un refugio tan cálido como triste: no garantiza sanar del todo una herida que nos raja de pies a cabeza, pero ayuda a comprendernos a nosotras y a otros. A saber que no somos las únicas y estar seguras de que si hay más personas que llevaron al papel y a las notas musicales algo tan íntimo y horrendo, por qué no iríamos a poder las demás.
No nos queda más que sobrevivir, empatizar, perdonar, sanar. Y por último, escribir. Escribir lo que salga. Escribir con lágrimas, por más literal o críptico que sea. Escribir, para tragarnos esa mentira que te asegura que hay cosas que se pueden olvidar.