Hasta la última butaca del Cine Alameda estaba ocupada el pasado martes para la primera función de Mr. Dynamite. The Rise of James Brown. Hubo una curiosa y emotiva introducción de Pedro Foncea (De Kiruza), había expectativas y todo ese ambiente se justificó, porque ésta debe ser de las mejores películas que In-Edit ha programado en sus doce ediciones.
En ella, Álex Gibney -el mismo director del también delicioso Finding Fela, que se exhibió el año pasado- construye un retrato cuyos rasgos principales son vibrantes actuaciones en vivo, fotografías diversas y entrevistas al propio James Brown, todas encontradas en el archivo. Ese material se complementa con los testimonios de quienes rodearon u observaron de cerca a James Brown -integrantes de su banda, agentes, admiradores- para conformar un relato que no se obnubila con el brillo de su protagonista.
Por una parte, Mr Dynamite dibuja al grandioso cantante que fue James Brown, indagando en sus principales influencias -el gospel, el rocanrol de Little Richard, las big bands-, su incomparable estatura sobre el escenario, su talento como improvisador, una autodisciplina implacable para alcanzar sus objetivos, sus múltiples innovaciones, su importancia para el movimiento de los derechos civiles y su amplia influencia. Especialmente hilarante es aquel pasaje en que Mick Jagger -coproductor del filme- confiesa que intentó robar cuanto pudo de su performance en vivo. Aunque las chicas igual chillaron, dice, él sabía que no le llegaba ni a los talones.
Al mismo tiempo, el documental ilumina muchos aspectos que suelen pasar por alto las narraciones hechas desde el simple fanatismo. Es como si dijera: así como era un cantante fantástico, James Brown también podía ser despreciable. Era déspota con sus músicos, al punto de anunciarles sobre el escenario que los multaría por errar en sus instrumentos, ¡con señas que parecían parte del show! Era violento con las mujeres, estaba obsesionado con el dinero y vivía bajo la sombra del abandono que sufrió cuando era apenas un niño. Fue importante para el black power, pero no se hizo muchos problemas para luego apoyar a Richard Nixon.
En una elipsis final, Mr Dynamite opta por subrayar la presencia fantasmal que James Brown tiene en el rap y la música pop contemporánea, sumándolos a su influencia histórica en el soul, el R&B, el rocanrol y el funk. El legado es digno de un monarca y se sabe que las vidas de la realeza están plagadas de claroscuros.
Mr. Dynamite. The rise of James Brown se exhibe a las 22 horas de este jueves 10 en el Teatro Nescafé de las Artes.